
Educación
El uso de libros de texto en las aulas mejora los resultados académicos
Una investigación basada en datos PISA revela que tener acceso a ellos en casa y en las aulas mejora las competencias en lectura, matemáticas y ciencias por encima del uso solo de recursos digitales

Disponer de libros en casa siempre se ha asociado a un mayor rendimiento y nivel educativo de los alumnos. Es un hecho constatado en numerosos estudios. Ahora, en el mundo digital en el que nos desenvolvemos en el que se da tanta importancia a las habilidades digitales, una nueva investigación va más allá al conferir una especial importancia a lo que supone en sí el libro físico y lo que aporta en el ámbito educativo. Así, un estudio realizado por Ismael Sanz, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos e investigador de la London School of Economics, y Álvaro Choi, profesor de la Universidad de Barcelona, concluye que aquellos estudiantes que tienen un mayor acceso a libros impresos en sus hogares y en las escuelas logran mejores resultados en lectura, matemáticas y ciencias.
La investigación, realizada a partir del análisis de los informes PISA, hace hincapié en que no solo es importante disponer de libros en casa porque “un entorno doméstico que disponga de libros y fomente el hábito lector, acaba funcionando como un estímulo para la curiosidad intelectual y el aprendizaje autónomo”, sino también en los centros escolares. Y es que “en aquellos sistemas educativos donde los recursos de calidad, como los libros, se distribuyen de manera equitativa, los estudiantes tienden a lograr o superar los niveles básicos de competencia lectora con mayor probabilidad, independientemente de su origen socioeconómico”. Así, un estudiante que no tiene problema en acceder a materiales de lectura “obtienen mejores puntuaciones en comprensión lectora en comparación con aquellos que estudian en centros con una disponibilidad limitada a estos recursos”. Por eso, escuelas con menos recursos y materiales “perpetúan la brecha de resultados cuando cuentan con alumnos de diferentes contextos sociales”.
Resulta llamativo el hecho de que los directores de los centros escolares piensan que suelen estar bien surtidos de material educativo, según los datos recogidos en PISA 2022, y que es un elemento que no tiene impacto en el aprendizaje de los alumnos pero, en la práctica, “aquellos que asisten a centros con más recursos obtuvieron mejores resultados en matemáticas”, exponen los autores. Y no solo eso, aquellos que tienen “un acceso constante a materiales impresos de lectura tienden a alcanzar niveles más altos de competencia lectora”. Esa ventaja se acrecienta en aquellos casos en los que los estudiantes leen regularmente libros impresos. Y es más significativa “en pruebas de lectura y comprensión en comparación con aquellos que se limitan a leer en formatos digitales o que no tienen acceso a materiales de lectura impresos”.
Los autores ponen en foco en una cuestión en la que ha hecho hincapié el informe PISA in Focus 2024 que señala una tendencia “preocupante” a la disminución de la cantidad de libros disponibles en los hogares de los estudiantes, especialmente en países de ingresos medios o bajos, lo que lleva a pensar que esa circunstancia puede tener efecto en el desarrollo académico y cultural de los estudiantes.
Sanz y Choi también constatan los beneficios de que todos los alumnos usen el mismo libro de texto en un aula, por ejemplo, en asignaturas como Matemáticas. “Está relacionado con un mejor rendimiento”, concluyen. “A nivel nacional existe una diferencia significativa de 9,5 puntos a favor de los estudiantes que usan un mismo libro de texto en el aula, lo que representaría un avance equivalente a más de un trimestre de aprendizaje”. Y añaden que “este efecto, sin embargo, desaparece una vez se descuenta el efecto de la titularidad de centro, sugiriendo la importancia de las desigualdades por nivel socioeconómico. Se podría señalar, por tanto, que podría haber interrelación entre nivel socioeconómico, acceso a libros y materiales de calidad y resultados, de ahí que se plantee la importancia de contar con estos recursos educativos”.
Los autores constatan que los libros impresos ha disminuido mientras han crecido de manera significativa los recursos digitales y software educativos por el despegue de la digitalización con la pandemia. Pero reparan en que “si bien las tecnologías digitales tienen el potencial de mejorar la educación, este potencial sigue estando en gran parte desaprovechado y, los riesgos para el bienestar de los adolescentes son hoy más evidentes. La política educativa debería explorar formas de apoyar a las familias y estudiantes en la gestión de estos cambios complejos en el entorno de aprendizaje familiar, equilibrando de manera efectiva los recursos tradicionales y digitales”, apuntan.
Asimismo, concluyen que la mera presencia de tecnología en los centros educativos no es por sí sola una garantía de mejora en el rendimiento académico, “su impacto depende del uso pedagógico que se haga de estos recursos, y su efectividad de otros factores”.
Los autores del consideran un hallazgo significativo “que la combinación estratégica de libros impresos y digitales puede ser un catalizador para mejor la equidad y la calidad educativa. Los sistemas educativos que logran integrar ambos formatos de manera efectiva tienden a generar mejores resultados en competencias clave, equilibrando las fortalezas de los libros impresos, con su capacidad para promover la concentración y la comprensión profunda, con las ventajas de los recursos digitales, como su accesibilidad y adaptabilidad”.
Es por eso por lo que entre sus recomendaciones figura: incrementar la disponibilidad de libros impresos y digitales en los hogares y las escuelas asegurando que estos sean de alta calidad y culturalmente relevantes; implementar programas de capacitación para docentes y padres, centrados en maximizar el impacto educativo de los recursos digitales y en fomentar la lectura como hábito; y diseñar herramientas de evaluación que permitan medir el impacto de estas estrategias en el rendimiento académico, para ajustarlas a las necesidades que vayan surgiendo.
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