Francia

El lado oscuro del bótox barato: varios hospitalizados en la UCI con parálisis y al borde de la muerte

La alerta sanitaria por el bótox ilegal se recrudece en Francia, donde tres personas han sido ingresadas en la UCI en estado grave por botulismo tras someterse a inyecciones clandestinas que les provocaron una severa insuficiencia respiratoria,

Aplicando bótox en las líneas de expreción
Aplicando bótoxFreepik

La toxina botulínica, popularmente conocida como bótox, no es un producto cosmético de uso libre, sino un medicamento que requiere receta. Su venta al público a través de internet o de cualquier otro canal no autorizado está terminantemente prohibida. Esta estricta regulación no es casual, sino que responde a la necesidad de proteger a la población de un compuesto que, en las manos equivocadas, puede tener consecuencias devastadoras.

En este sentido, conviene recordar que el botulismo es una enfermedad neurológica de extrema gravedad. Cuando la toxina se administra de forma incorrecta o su pureza no está garantizada, los síntomas pueden aparecer con una rapidez alarmante: desde visión borrosa o doble hasta una parálisis muscular progresiva que deriva en serias dificultades para hablar, tragar e incluso respirar.

Y esa advertencia teórica se ha convertido en una cruda realidad en Francia, donde se ha confirmado la hospitalización de urgencia de tres personas. Los afectados, que tuvieron que ser ingresados en unidades de cuidados intensivos, habían recibido inyecciones de bótox por parte de personal no cualificado, una negligencia que les ha puesto al borde de la muerte.

La cara oculta del bótox: una amenaza para la salud pública

Además, este episodio no es un hecho aislado en el país vecino. El pasado mes de febrero, otras ocho mujeres necesitaron también atención hospitalaria por idénticas circunstancias, lo que evidencia la existencia de un preocupante suceso recurrente. La situación destapa una peligrosa red de prácticas clandestinas que atrae a consumidores en busca de tratamientos a bajo coste, ignorando el riesgo mortal que asumen.

Por todo ello, las autoridades sanitarias francesas insisten en un mensaje fundamental: las inyecciones de este tipo deben ser administradas exclusivamente por profesionales médicos en centros autorizados que ofrezcan todas las garantías. El peligro no reside únicamente en una mala aplicación, sino también en el origen incierto del producto, que en el mercado negro carece de cualquier control de calidad o seguridad sanitaria.