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El padre del software enfría la pasión por la inteligencia artificial

Bjarne Stroustrup dice que esta tecnología solucionará muchos problemas, pero también creará otros

Bjarne Stroustrup / Efe
Bjarne Stroustrup / Efelarazon

El potencial de la inteligencia artificial es enorme pero «no resolverá todo», y aún hay que aprender a usarla «del mejor modo posible», ha dicho en una entrevista con EFE Bjarne Stroustrup, creador de un legendario lenguaje de programación cuyo impacto es clave para el desarrollo de casi todo hoy en día.

El lenguaje de programación C++ diseñado a principios de la década de los ochenta por Bjarne Stroustrup, quien acaba de ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), ha sido determinante también en sectores como la microelectrónica, la computación científica, las finanzas, la defensa, la aviación, el espacio, los videojuegos o el cine.

Entre las aplicaciones actuales más impactantes que se basan en este lenguaje de programación, el experto ha destacado la tecnología del Mars Rover para la exploración de Marte, pero asimismo se ha referido a otras que lo utilizan como los vehículos autónomos, las tarjetas de crédito, la telefonía, la medicina o el cine de animación.

Reconoce que no es el mayor adulador de la inteligencia artificial como herramienta que solucione todo, ni espera que ésta vaya a acabar «con nuestros problemas» como algunos podrían pensar, porque «no será así», asegura el científico danés, que además es uno de los directores de la división tecnológica de Morgan Stanley en Nueva York y profesor visitante en la Universidad de Columbia.

El experto explica que la inteligencia artificial contribuirá a desarrollar e impulsar ciertas áreas, como ya está haciendo, pero «creará problemas en otras», lo que exigirá «aprender a usarla de la mejor manera posible» en todos los ámbitos.

Stroustrup valora el actual ecosistema del software con la combinación de grandes y pequeños desarrolladores, y no ve con malos ojos el «monopolio» en manos de grandes corporaciones como Google o Apple a la hora de desarrollar nuevas infraestructuras de computación que considera que alguien tiene que impulsar.

Por otra parte, también ve necesaria la presencia de pequeñas y medianas empresas e incluso personas a nivel individual para llevar a cabo «avances, aunque pequeños» en este mundo de la informática, como el desarrollo de aplicaciones.

Al final, explica, se trata de una cadena de valor, en la que tanto grandes como pequeños actores «se benefician los unos de los otros», y la información obtenida por las partes «se comparte de forma recíproca».

Desde el punto de vista del empleo, el experto no duda en una progresiva conversión tecnológica que afectará a todas las profesiones, aunque considera que será «más sutil de lo que se cree».

«Todo el mundo tendrá que aprender algo de programación», para adquirir algo de «conocimiento, al menos general» sobre sistemas y código informático, pero sin necesidad por ello de llegar a «convertirse en expertos», sino para situar su formación en niveles similares a los de otras materias en la escuela como «las matemáticas, la ciencia o la historia».

También será necesario tanto a nivel individual como global, resolver interrogantes en áreas como «la ética del software», para que los robots o la programación se utilicen para fines óptimos.

En el ámbito legal, Stroustrup reconoce que es «complicado» desarrollar normas internacionales «que funcionen» sobre el mundo del software, cuyo impacto es global, y ha apelado a la conciencia ética individual de cada desarrollador así como a la mejora técnica de los sistemas para hacerlos «más seguros» y «prevenir su manipulación». EFE