Ciencia y Tecnología
Ésta es la ciudad del futuro y no está donde crees
Dubái se ha planteado reconvertir su economía para basarla en el avance tecnológico y el conocimiento. Las consecuencias de ello van mucho más allá de lo que pensamos inicialmente
Dubái se ha planteado reconvertir su economía para basarla en el avance tecnológico y el conocimiento. Las consecuencias de ello van mucho más allá de lo que pensamos inicialmente.
Unos años atrás, mientras me documentaba para un libro, Juan Enriquez, me comentaba lo siguiente en sus oficinas de Harvard «cuando ciertos países se deciden por el conocimiento y lo aplican a educación, tecnología y ciencia, pueden pasar de ser la quinta parte del ingreso de un mexicano, como lo fue Corea del Sur en 1975, a cinco veces el ingreso de un mexicano en una generación. En sólo 20 años».
Juan Enríquez es con quien hablan Craig Venter, Bill Gates o Elon Musk cuando tienen dudas.
Hoy Dubái está dejando claro en que quiere convertirse en una generación. Vamos con los ejemplos. A principios de año firmó el primer contrato con Elon Musk para llevar a cabo la construcción del Hyperloop, un sistema de transporte que unirá Dubái y Abu Dhabi –poco más de 100 kilómetros de distancia– en apenas 12 minutos gracias a una tecnología de levitación magnética, energías limpias y vacío que le permite sobrepasar los 1.000 km/h cuando alcanza su máxima velocidad.
También ha comenzado su estrategia para que, en 2030, el 25% de su parque automotor sean vehículos autónomos –tanto transporte público como privado– y para el mismo año quiere convertirse en la primera ciudad en contar con coches voladores. Para ello, la RTA (Autoridad de Transporte de Carreteras de Dubái) ha firmado un contrato con la firma alemana Volocopter, fabricante de vehículos aéreos autónomos, para que diseñen un helicóptero completamente independiente (el EHang 184) que lleve hasta dos pasajeros. Las pruebas comenzarán este mismo año y será observado con detalle por Uber, que busca crear un servicio propio muy similar.
En apenas 17 días ha «levantado» unas oficinas con impresoras 3D y en diciembre llevará a cabo los Juegos Olímpicos de Robots con 7 eventos: atletismo, coches autónomos, fútbol, natación, tenis de mesa y lucha. También en Dubái se llevó a cabo el primer evento del World Drone Prix, la F1 de los drones –con un premio de €250.000 euros–.
Otra incorporación reciente en Dubái es su nuevo miembro del cuerpo de policía: mide casi 1,7 metros, pesa poco más de 100 kilos y es un robot que cuenta con reconocimiento facial, transmisión de videos online al instante y ha comenzado ya a interactuar con los habitantes del emirato. Pese a su tecnología, no puede realizar arrestos ni poner multas, es un apoyo para las «fuerzas humanas». Lo que sí será posible es denunciar delitos, pagar multas y hacerle preguntas sencillas cuando se encuentren con él. Este robot es el primero, pero en 2030 –sí, el mismo año– el objetivo de Dubái es que el 25% de su cuerpo policial esté compuesto por robots.
Pero no todo está centrado en microchips y robótica. Por extraño que parezca Dubái ha comenzado los planes para construir –en el sentido más estricto de la palabra– una montaña de casi dos kilómetros de altura para que tenga un impacto mayor en las lluvias en la región. Este es el segundo paso. El primero fue sembrar nubes. El Programa Científico de Investigación para el Incremento de Lluvias (Research Program for Rain Enhancement Science) logró mediante el uso de nanopartículas de diferentes materiales incrementar los niveles de lluvia mucho más allá de lo esperado en marzo del año pasado. Tanto más de lo esperado que hubo cancelaciones de vuelos, algunas inundaciones y bastante caos en la ciudad: en menos de 24 horas cayeron casi 30 centímetros, un récord para la región.
A esto se une otra montaña, el Ziggurat. Se trata de una pirámide, completamente autosuficiente en términos energéticos, que estaría habitada por un millón de personas.
Finalmente, Dubái también quiere introducirse en la industria espacial con la creación de su propia agencia estelar. Para ello ha creado una iniciativa, Mars 2177, que pretende crear una colonia humana permanente en el planeta rojo en un siglo.
¿Por qué resulta tan interesante e importante todo esto? Actualmente Dubái cuenta con cinco universidades publicas y 58 privadas, la cifra más alta en la región, a las que acuden decenas de miles de estudiantes, tanto locales como extranjeros. Está haciendo una apuesta firme por la educación y la innovación. Lo que implica que en pocos años, un área convulsa en cuestiones de política internacional, puede convertirse en una potencia y un espejo en el que otras naciones se miren. Esto ya ha comenzado en cierto sentido: Israel, Jordania, Egipto, Bahrein, Irán y Turquía se han unido para crear el proyecto SESAME: Sincotrón para la Experimentación y Aplicación Científica, un acelerador de partículas que reunirá a científicos de naciones que llevan años en conflicto.El problema es que gran parte de la innovación que busca producir Dubái es terreno inexplorado, no solo en términos tecnológicos, sino también económicos, sociales, políticos y legales. Se trata de un ensayo en pequeña escala de lo que puede convertirse nuestra sociedad en el futuro, gobernada por vehículos autónomos voladores que no requieren licencia, policía robótica, construcciones que alberguen cerca de un millón de personas y, si lo consiguen, lluvias a la carta. Y no hemos entrado en genética o biotecnología.
Las consecuencias de todo van a reconfigurar el mapa de alianzas –diplomáticas y tecnológicas– en el que tanto unos como otros deberemos adaptarnos al porvenir que propone este emirato. Qué adaptaciones serán necesarias y qué ocurrirá si una parte no lo consigue, son las preguntas más difíciles.
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