Televisión

«Westworld» T3: El ser humano vuelve a quedar retratado

Hoy se estrena la tercera temporada de «Westworld» en HBO España, una serie en la que la revolución, la rebeldía social y la distopía se suceden

Imagen episódica de "Westworld"
Imagen episódica de "Westworld"larazon

La tercera temporada de «Westworld» se estrena hoy en HBO España. Resulta asombroso lo endebles que son las mentes cuando los estímulos sobrepasan la realidad. En este caso, Jonathan Nolan y Lisa Joy (directores de la ficción), son especialistas en hacer que nuestros sentidos se congreguen con un único objetivo: entender qué ocurre en un mundo inventado en el que nada es lo que parece. Anthony Hopkins, Ed Harris, Evan Rachel Wood, Aaron Paul, James Marsden, Thandie Newton o Jeffrey Wright son algunos de los componentes de un elenco que eleva a esta serie a la cumbre de la plataforma. Desde que se estrenara en 2016, los «androides servidores» no han dejado de salirse de los márgenes en los que fueron encasillados. Una revolución desde dentro, seres con apariencia humana y que, sin embargo, obedecen patrones tan frágiles como la conciencia. En el momento en el que ésta despierta, el entorno se tambalea y así es como los personajes evolucionan dentro de este universo ficticio.

Como posible referencia al mundo real, las incesantes imposiciones que recaen sobre los individuos hacen que su innata obediencia se quiebre, se desgaste y se someta a la rebeldía. La ruptura de las normas, como es evidente, conlleva consecuencias y éstas pueden ser devastadoras tanto para el rebelde, como para los que le rodean. Así pues, «Westworld» retrata una situación en la que el comportamiento muta hasta destrozar las pautas preestablecidas provocando una guerra entre los androides y sus creadores. Pero, ¿qué ocurre cuando estos supuestos seres sin sentimientos revelan que sí los tienen?

Dejando a un lado los detalles más inverosímiles y extrapolando la trama al otro lado de la pantalla, hay momentos en los que resulta inevitable teorizar sobre qué pasaría si algo así ocurriera en nuestro mundo. Michael Crichton aportó la imagen en 1973 a lo que hoy recrean series como «Black Mirror». Una sociedad tejida bajo el manto de una distopía en el que los que más poder tienen, son los que mueven los hilos. Nada que no se sepa. «Parque Jurásico», de Steven Spielberg, se estrenó 20 años después que la de Crichton, 1993, y ambas comparten la existencia de una tecnología apta exclusivamente para los más ricos. Una capacidad que otorga un poder desmesurado al que lo tiene y una vulnerabilidad inevitable para quien lo sufre. «Westworld» es un ejemplo más de este enfoque. Se trata de uno de los seis parques temáticos propiedad de Delos Inc, en el que sus visitantes pueden viajar al «Viejo Oeste» y experimentar esa realidad inventada con los «anfitriones». La ficción, que ha recibido críticas de todo tipo por parte de los especialistas, cuenta con detalles tan escabrosos como reveladores. Los «turistas» están exentos de cualquier represalia frente a sus actos, incluidos violar y matar. ¿Qué ocurre cuando tus acciones no tienen consecuencias? ¿Hasta qué punto somos capaces de liberar nuestros instintos si sabemos que no habrá nadie que los juzgue?

Algo parecido ocurrió en 1974, cuando Marina Abramovic llevó al ser humano ante este punto. Ofreció su cuerpo en una de sus «performance», «Rhythm O». Las personas que pasaran por delante tendrían la opción de hacer de su anatomía, un cuadro, sin ningún tipo de consecuencia. La obra de arte sacó el lado más salvaje de la raza humana, hubieron gestos de cariño, abrazos y caricias, sin embargo, la violencia no tardó en aparecer. «Me sentí violada, arrancaron mi ropa, me clavaron espinas de rosas en el vientre, me pusieron la pistola en la cabeza». Y así, es como relató Abramovic su experiencia. Seis horas en las que el ser humano quedó retratado y que se acerca, en concepto, a lo que trasladan desde las simulaciones de «Westworld». Queda mucho por mejorar.