Entrevista
Eric Masip: «Hay una línea muy delgada entre un gran futuro y un infierno total»
El catalán protagoniza «1984», la obra que inspiró «Gran Hermano», y que se estrena hoy como ficción sonora en Audible
Este lunes 4 de noviembre llega a Audible una nueva adaptación de “1984”, el clásico de George Orwell, con Eric Masipen el papel de Winston Smith, un hombre que sueña con la libertad en un mundo controlado por el Gran Hermano. Acompañado por Elena Anaya como Julia y Gonzalo de Castro como el intrigante O’Brien, Masip nos lleva al corazón de un universo donde hasta los pensamientos son monitoreados y el amor está prohibido. La producción cuenta con una potente banda sonora compuesta por Matthew Bellamy, de Muse, y el galardonado Ilan Eshkeri, grabada en los legendarios Abbey Road Studios con la London Metropolitan Orchestra. Dirigida por David Davila y producida en Dolby Atmos, esta ficción sonora, escrita por Joe White, resulta tan impactante como fiel a la obra original. Hablamos con Eric sobre lo que ha supuesto esta nueva experiencia para él.
Eric, ¿conocía la novela antes de entrar en este proyecto?
Sí, la leí de adolescente. No recuerdo que me la mandaran en el colegio, pero la descubrí joven. Aunque en esa época me impactó, conforme vas viviendo entiendes mejor su significado. La idea de estar constantemente vigilado, de que no puedes pensar con libertad, es asfixiante. En los años en los que crecí, había una sensación de que el futuro era brillante, y todo parecía avanzar. Ahora, sin embargo, tengo la sensación de que las innovaciones tecnológicas también nos arrastran hacia un lado negativo.
Se siente que hay cierta nostalgia en sus palabras. ¿Cree que perdimos algo valioso en la transición a la era digital?
Sí, creo que hay cosas de épocas pasadas que, aunque fueran difíciles, tenían una magia especial. Siento cierta nostalgia por tiempos que no viví, en los que todo no estaba tan conectado y en los que las relaciones eran menos inmediatas, pero más auténticas. Hoy todo es veloz; he visto entrevistas de los años 60 y 70 en Estados Unidos, en las que los invitados tenían espacio para profundizar, reflexionar… hoy todo es tan rápido que solo sobrevuelas los temas, sin llegar a profundizar realmente.
Es como si lo urgente no dejara espacio a lo importante.
Exacto, vivimos en una inmediatez constante. Parece que siempre hay prisa, aunque realmente no sea necesario. Personalmente trato de no obsesionarme con la rapidez; si no contesto de inmediato no me agobio, pero noto que algunos se frustran si yo no respondo en el instante. Me irrita que haya tanta presión por la inmediatez, cuando en realidad no siempre es tan urgente.
Llevado a “1984”, pareciera que las distopías cada vez se sintieran más cercanas, ¿verdad?
Sí, aunque las distopías no tienen un lado positivo, si no serían utopías, ¿no? Como decía Coppola en Megalópolis, él quería crear una utopía, pero le salió una distopía, y eso es porque hay una línea muy delgada entre un gran futuro y un infierno total. Hoy en día esa línea parece más fina que nunca.
Es como si cada vez tuviéramos más ejemplos reales de un futuro que antes solo podíamos imaginar como algo negativo.
Así es. Aunque no he vivido tantas años, escucho a personas mayores decir que antes había esperanza en el futuro. Por ejemplo, tras la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría, había una voluntad colectiva de reconstruir, de mirar hacia adelante. Hoy parece que ese sentimiento ha desaparecido; el futuro se percibe más oscuro, incluso cuando hay avances en medicina, tecnología o ciencia. Pero, aunque mejoremos en unos aspectos, hay otros que parecen deteriorarse cada vez más, como si nos estuviéramos polarizando en absolutamente todo.
Parece que ahora es más fácil encontrar enemigos que aliados.
Sí, hoy en día cualquier opinión contraria te coloca automáticamente en el “bando opuesto”. La sociedad está tan polarizada que cualquier diferencia parece motivo suficiente para etiquetar a los demás. Es difícil, porque eso limita el diálogo y nos fragmenta más como sociedad.
La obra original es densa. ¿Qué le ha supuesto esta versión como ficción sonora?
Grabar “1984” en este formato ha sido todo un aprendizaje. A diferencia del cine o la televisión, aquí todo recae en la voz. En mi caso, usaba el cuerpo igual que si estuviera actuando en cámara: me quitaba los zapatos, sentía el suelo y dejaba que esa conexión física se transmitiera en mi voz. Todo lo que hacía se reflejaba en el tono y la intensidad; es algo muy fluido, sin cortes, casi como si fuera teatro.
Interesante.
Lo disfruté. La actuación era seguida, fluida, y cada secuencia se grababa sin pausas. A nivel actoral, me hizo afinar mucho mi voz como instrumento. Al final, el significado de las palabras y el ritmo en el que las dices se convierte en una especie de música. Las pausas, los silencios, todo cobra importancia porque es lo único que tienes para transmitir.
¿Cómo fue la grabación?
Estuve prácticamente solo durante ese proceso. Había momentos en los que escuchaba a otros actores británicos, pero prefería contar con alguien que estuviera conmigo para tener una reacción auténtica. A veces era complejo, porque en el proceso de edición había que ajustar mi diálogo en español con el ritmo del diálogo en inglés, lo que implicaba adaptaciones constantes.
Como en las antiguas radionovelas, los efectos de sonido son parte esencial. ¿Vivió ese proceso en la producción?
No, me habría encantado. Aquí, en realidad, muchos de los efectos de sonido se grabaron en Inglaterra, y la música la compuso Muse para la versión inglesa. No estuve en esa parte del proceso, pero es fascinante ver cómo se logran esos efectos: desde romper una lechuga para simular huesos hasta simular explosiones. Para mí, escuchar los efectos ayuda a entrar en la escena, especialmente si es algo intenso, como una explosión.
¿Qué se lleva de Wiston?
Bueno, “1984” es un libro que nos recuerda las consecuencias de la opresión. Luchar contra lo injusto es vital, pero Orwell también muestra que, si no luchamos juntos, es fácil que nos rompan. Creo que me llevo esa lección de mi personaje: hay que luchar, pero con inteligencia y, a veces, confiando en que otros hagan su parte. Vivir apasionado por un ideal es importante, pero sin olvidar la vida misma.
¿Y de la experiencia de este formato?
Lo interesante de la ficción sonora es que, como en un libro, las imágenes son producto de la imaginación del oyente. Me parece que el formato sugiere lo justo para que cada oyente complete la historia en su cabeza. Lo veo como algo muy cercano a la lectura, pero con el añadido de las interpretaciones de los actores, que le dan alma.
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