Entrevista

Oscar Martínez: «La política no debería meterse en el arte pero trata de utilizarlo»

El intérprete argentino triunfa en España con la comedia negra «Bellas Artes», en la que interpreta al director del Museo Iberoamericano de Arte Moderno de Madrid

Oscar Martínez interpreta a Antonio Dumas en "Bellas Artes"
Oscar Martínez interpreta a Antonio Dumas en "Bellas Artes"Movistar

Oscar Martínez (Buenos Aires, 1949) nos confiesa que la segunda temporada de «Bellas Artes», que acaba de estrenar Movistar Plus+ le gusta más que la primera. Creada por Gastón y Andrés Duprat y Mariano Cohn, sigue las desventuras de Antonio Dumas, director del Museo Iberoamericano de Arte Moderno y su lucha contra el ecosistema que rodea al mundo del arte. En esta segunda entrega –confiesa– todo «es más picante, más sustancioso con un elenco también multiestelar».

¿De dónde viene esa afición de Antonio Dumas por los gatos?

Eso es un eso sale de los creadores. La verdad es que no fue idea mía. Habría que preguntarles.

Es raro que el personaje tenga cariño por una sola cosa y sean los gatos, ¿no?

Es raro, sí, pero la condición humana da para todo, ¿no? Es un hombre que indudablemente, en lo que es su mundo afectivo emocional, tiene serios problemas. Tiene un hijo con el que tiene una pésima relación, y parece haberse empeñado mucho en modificar eso. Además, le cuesta muchísimo relacionarse con el niño, con su nieto; tiene una historia con su ex una mujer bastante, digamos, conflictiva, y vive solo como un ermitaño con un gato. No tiene un universo afectivo rico, ni parece importarle demasiado. Entonces, bueno, pone su atención y también su afecto en una mascota.

Es el único que no le da problemas.

Pero un perro sería mucho más dócil, pero elige tener un gato, quizá se parece más a él.

En la serie, ¿existe la posibilidad de improvisar, de plantearles un cambio a los creadores?

Siempre me han dado mucha participación desde la gestación de la idea y en todo su desarrollo. Podría decirte que, independientemente de que lo que finalmente escribían, el trabajo de creación del personaje, de su universo y hasta de la línea, digamos, situacional de la arquitectura dramática de toda la serie, es colectivo. Lo hicieron conmigo con «El ciudadano ilustre», luego en «Competencia oficial» también lo hicieron. Y lo hicieron tanto con Penélope, como con Antonio como conmigo. Y aquí en «Bellas artes» desde el origen, la idea es un director de un museo de arte contemporáneo. Desde ahí, que es como un titular a todo lo que sobrevino después, siempre me dieron muchísima participación y me escuchan. Leí los primeros guiones, hice una devolución, nos juntamos, hablamos, observé muchas cosas, sugerí y tienen muy en cuenta, por lo menos conmigo, lo que yo les digo; son muy generosos en ese sentido.

Dígame que se ha divertido.

Sí, me he divertido, claro. Pero también por el grado de protagonismo tan excluyente que tiene y por la exigencia de un perfeccionismo exasperante por parte de Martín Bustos. Ha sido agotador, demoledor. Fueron 100 días de rodaje y yo tenía 99. Ha sido muy complicado, muy difícil. Pero después, cuando vi el material, cuando vi la serie ya editada, me reconcilié con eso, porque entiendo que está en todos los órdenes. Está muy bien hecha: de fotografía, de actuaciones, de jefatura de arte, de sonido, de montaje..., por donde la mires, está muy bien hecha, está muy cuidada, está en un alto nivel de realización. Y eso, bueno, necesariamente requiere que todo el proceso de rodaje sea muy laborioso y muy agotador.

¿En esta segunda temporada vemos a un Antonio más humano?

Es verdad, y más allá de los guiones también trato de humanizarlo lo más posible. Encarnarlo con sus contradicciones y sus limitaciones. Por ejemplo, esos momentos cuando él está mirando los vídeos TikTok de los gatitos, no cuentan nada, pero algo cuentan, ¿no? Hay algo ahí de ternura que le producen los gatitos; algo lúdico, como un momento privado. Porque además él lo hace a escondidas.

Nunca lo hace en público.

Algo que por alguna razón él no muestra. Como un acto privado, como algo para él y que le daría pudor, porque seguramente aparece algo de su fragilidad, que es muy difícil verla en general cuando él está ejerciendo el cargo. Uno puede adivinar que por ahí, también con el niño, trato de que más allá de las torpezas y las dificultades que tiene para relacionarse con una criatura, que de golpe lo bueno, lo enternezca, son cosas muy pequeñitas que lo humanizan.

Desde la perspectiva de la serie, ¿qué es más dañino para el arte: los oportunistas, los políticos, los activistas o los propios artistas?

Creo que un poco de todo. Y en el orden en el que lo has dicho. En los artistas habría que decir cuando el ego de los artistas está en primer plano, cuando no trascienden el ego, que hay muchos casos en la vida real y en la serie, porque hay artistas con ego. Es imposible no tener ego y ser un artista, creer que la gente debe leer algo que uno escribe o debe ver una serie que protagoniza. Hay que tener cierta dosis de ego. El asunto es poner eso, ese ego, al servicio de algo que te trascienda, algo que movilice, que interpele, que conmueva, que divierta, que entretenga. Y en algunos casos, lo que se ve es en la serie son egos en estado puro. Egos en carne viva. Y no se ve nada detrás de eso. Después creo que sí, que la política tiene muy poco que ver con el arte y que no debería meterse, pero a veces tratan de utilizarlo. Los activistas me parecen imbéciles. No se detienen. Cada semana tenemos algún episodio lamentable. En fin, así está el mundo, que puedo decirte.

En esta segunda temporada se retrata a los animalistas.

Lo bueno es que desacraliza todo eso y se meten con todo eso, pero por suerte lo hacen con humor, no lo hacen con solemnidad, no le dan gravedad al asunto. Y eso está bueno, en primer lugar, desde el punto de vista ideológico. Pero además está bueno porque vuelve graciosa la serie, la vuelve discutida y le da unos toques de humor que obviamente la enriquecen, porque ellos son muy mordaces, son cáusticos por momentos, pero no dejan de tener humor. Un humor que a veces pasas de reírte a incomodarte. Pero eso es lo que para mí los vuelve doblemente interesantes a Antonio y a Mariano, porque eso está en toda su obra. Empatizas con un personaje y a los 5 minutos está diciendo no, pero este es un hijo de puta. Como que te sorprenden y te cambian la mirada.

¿Por qué tardo tanto en venir a España?

Estuve hace 20 años haciendo art con Ricardo Darín y con Germán Palacios, con muchísimo éxito aquí en España. Estuvimos seis meses en Madrid, después en Valencia, en Barcelona. Después de eso me bajé del espectáculo, tenía otras cosas que hacer, pero ahí en realidad me ofrecieron todo para quedarme. Pero en ese momento una de mis hijas tenía siete años, yo estaba separado de su madre y no me hubiera quedado en ninguna parte por ese motivo, y luego lo que pasó fue que empecé a venir en el 2016, y vine todos esos años. Entre el 16 y el 20 hice cuatro películas aquí. Estaba dos, tres meses, luego tenía que volver para el estreno, o para la prensa y al otro año estaba filmando de vuelta. Entonces empecé a estar más tiempo y ahí empezó a circularme en la cabeza la idea de quedarme, porque me sentía muy bien, me sentía muy a gusto. En realidad, lo primero que pensé fue modificar los los tiempos: estar más tiempo aquí y menos allí. Pero después decidí que no, que iba a venirme definitivamente. Y en eso la pandemia tuvo mucho que ver, porque me obligó a acelerar los tiempos y quizá lo hubiera hecho de un modo más gradual. La pandemia fue una fractura en muchos sentidos importante. No podía volver porque allí, en el año 21 fue peor que en el 20, y entonces volvió la reclusión sanitaria obligatoria, y si me quería ir a pasar el verano a Uruguay, estaban cerrada las fronteras. Finalmente en el 21 es cuando me dieron la ciudadanía honoraria, por carta de naturaleza. Y eso también me facilitó las cosas, porque de lo contrario yo tenía que estar aquí con visa laboral o como turista, no tenía otra alternativa. Entonces eso, bueno, me modificó mucho las posibilidades de quedarme, de tributar aquí. Además había una reglamentación en la pandemia y post pandemia que era que si tú llamabas a un actor extranjero para hacer un personaje, tenías que justificar que no hubiera ningún actor español que pudiera hacerlo. Entonces a mí el hecho de que me otorgasen la nacionalidad , bueno, me cambió la ecuación. Pensé que ya era hora de quedarme, que tenía todo para quedarme. Vamos a ver si acerté.