San Isidro
Incomprensible oreja de Lorenzo en el día de Ginés
El extremeño fue el único por encima de los de El Pilar en la primera de San Isidro
En una cubierta todo se escucha distinto, el murmullo se multiplica y la expectación se respira con más intensidad. Volvía San Isidro, en Vistalegre. Un cambio que el aficionado madrileño ha acogido con naturalidad. Porque aunque no se trate de la Monumental, Vistalegre ha presentado unos carteles de primera. En apenas diez días es imposible combinar tantas figuras como lo ha hecho Funciones Taurinas. Mañana será el turno de Ponce, Morante y Aguado.
Tras el festival del 2 de mayo y la Feria de Leganés la temporada madrileña ya había cogido temperatura, pero San Isidro es distinto. No hay nada igual como perder la noción de los días, ya sea lunes martes o domingo, el ritual es el mismo. Porque San Isidro convierte ir a los toros en una religión, un hábito, una forma de vida, que en esta ocasión será menos maratoniana de lo habitual, del 13 al 23 de mayo,
Era el momento de una de las ternas más jóvenes del ciclo, aunque la tarde la abría un torero curtido en mil batallas. López Simón, uno de los que más puertas grandes de Las Ventas acumula, citó al primero de El Pilar en los medios, lugar en el que cuajó los mejores derechazos, pero que demostró el peligro que conlleva torear tan lejos de las tablas. Cuando el toro le volteó anduvo varios segundos, eternos, entre los pitones hasta que la cuadrilla llegó al quite. Tras un pinchazo y estocada contraria el público le reconoció su oficio y le hizo saludar desde los medios, donde minutos antes Alberto se había jugado el tipo.
De milagro se salvó Jesús Fernández que perdió pie tras intentar un par, el toro se volvió a por él y por centímetros no le alcanzó. Pero el verdadero milagro lo protagonizaría el matador de Jesús. Tras citar López Simón desde lejos al cuarto, un animal que protestaba cabeceando en cada embestida, éste le sorprendió y lo levantó a la altura de las costilla. Acabó con su complicado oponente tirando de descabello.
Algo despegado, sin conseguir muletazos largos ni con gran temple y con demasiadas dudas, Lorenzo acabó protagonizando una faena sosa en la que no se vio rastro de los destellos que mostró cuando se le destacó como uno de los baluartes del futuro. Pero más pesada fue la faena al quinto, de pocas posibilidades y fuerzas. Por ello, la plaza se quedó atónita cuando ante una discreta petición el presidente concedía una oreja al toledano. Un trofeo que no está a la altura de Madrid.
Tiró Ginés, que brindó a Álvaro Lorenzo, de un animal que no quiso colaborar, por bajo y arrimándose intentó sacarle alguna tanda por el derecho, tratando de acompasar las brutas embestidas del tercero. Tras un par de tandas sin demasiada transmisión, se fue a por la espada. Aunque no había posibilidad de triunfo tras un aviso se complicó con los aceros. Tras dos intentos le metió la mano a la tercera.
Se lució hasta la saciedad en el último Marín por chicuelinas, de gran gusto y ajustadas. También fueron ovacionados su picador y sus rehileteros. Con la muleta no alcanzó la misma intensidad, aunque lo hizo bien al natural. Cuando parecía que la faena iba a menos siguió intentándolo por ambos pitones hasta que enganchó dos tandas con recorrido y sin enganchones. Mató de buena estocada tras protagonizar la faena más seria de una tarde gris y de escaso peso artístico.
Vistalegre (Madrid). Primera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de la ganadería de El Pilar, bien presentados en conjunto. El 1º, con raza; el 2º, soso; el 3º, con movilidad y sin clase; el 4º, complicado; el 5º, le faltaron fuerzas, de más a menos; el 6º, con movilidad.
López Simón, de verde botella y oro, pinchazo hondo, contraria (saludos); caída (silencio).
Álvaro Lorenzo, azul marino y oro, metisaca, pinchazo, entera (silencio); estocada (oreja).
Ginés Marín, de rosa y oro, dos pinchazos, casi entera (silencio); estocada entera (oreja).
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