Ferias taurinas
Bajo el natural embrujo de Talavante
Cumbre del extremeño, a hombros con López Simón, con un gran sobrero de Vegahermosa en Colmenar
Colmenar Viejo (Madrid). Tercera de la Feria de la Virgen de los Remedios. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa (3º y 5º bis), bien presentados y en tipo, de ideales y armónicas hechuras. El 1º, con bondad pero sin fuerza; el 2º, manejable, movilidad sin entrega; el 3º, noble y de buen fondo; el 4º, manejable pero a menos; el 5º, gran toro, bravo, con ritmo, profundidad y colocando la cara abajo, premiado con la vuelta al ruedo; y el 6º, encastado. Tres cuartos de entrada.
Sebastián Castella, de grana y oro, dos pinchazos, aviso, descabello (silencio); estocada atravesada, aviso (oreja).
Alejandro Talavante, de azul rey y oro, pinchazo, metisaca, estocada (saludos); buena estocada (dos orejas).
López Simón, de sangre de toro y oro, estocada caída, dos descabellos (oreja); estocada atravesada (oreja).
Alejandro nos embrujó. Así, sin más. Su tarde ayer en Colmenar Viejo fue puro hechizo. Un encantamiento que probamos en el segundo y del que nos bebimos la pócima entera en el quinto. Hasta la borrachera. Cogorza de toreo caro. De creatividad y buen gusto. Quizás ahí estuvo la gran diferencia de la tarde en el pellizco del pacense con un mayúsculo sobrero de Vegahermosa. Incluso se pidió el indulto para un animal de vuelta al ruedo. Bravo de veras con largo recorrido y entregada transmisión. Profundidad para la hondura de Talavante. Tomó la muleta con la izquierda y le echó los vuelos una y otra vez. Los persiguió encastado «Organizador». Ritmo, vertiginoso ritmo. Pero, a la vez, al ralentí. Real contradicción. Encajado, muy reunido, toreando con los riñones. Dibujando cada natural con el alma. Dos tandas excelsas de siete, quizás ocho, muletazos. En redondo, la misma hondura. Ni un sólo remate por duplicado. Originales. Con sello propio. Se perfiló en la suerte suprema y se volcó sobre el morrillo. Casi encunado. La taleguilla, rajada. Y la tizona hundida hasta la yema en todo lo alto. Dos orejas. Aquí y en la misma Meca del toreo. Cumbre Talavante.
Ya lo habíamos mascullado en el segundo. Otro toro que se dejó. Manejable. Le faltó entrega a su movilidad. El extremeño puso el reposo ya desde el templado saludo a la verónica meciendo la tela. Pronto y en la mano lo quiso con la muleta, sin probaturas, se la ofreció con la izquierda. Y al natural también entonces cobró sentido todo. Más toreo fundamental de terciopelo y remates de orfebrería: un surtido con cambios de mano eternos, arrucinas, trincherillas, pases del desdén... Rozó la oreja pese a los dos pinchazos.
Tras la inyección de moral de Sanse, López Simón pisó Colmenar con energías renovadas. Oxígeno en plena asfixia bilbaína. Se gustó en el saludo de capa y, tras un sentido brindis a Raquel Sanz -viuda del añorado Víctor Barrio-, toreó muy firme y con despaciosidad en los primeros compases. Tandas macizas y con mando. Los de pecho, de pitón a rabo. Todo bien ligado. Pese a necesitar hasta tres golpes de verduguillo, cayó el trofeo. Otro para consumar la salida a hombros logró del repetidor sexto. Avacado y más lavado de cara que sus hermanos, el de Jandilla tuvo fijeza que sumar a una embestida humillada y franca, quizás sólo faltaron finales. Lo entendió López Simón que comenzó el trasteo a pies juntos. Hierático. Más de media docena de derechazos sin enmendarse. Luego, todo tuvo emoción. Lustre por ambos pitones. Enterró la espada atravesada y Puerta Grande. El madrileño parece recuperado para la causa.
Apenas se tenía el «Jandilla» que rompió plaza. Y mira que se le picó poco, pero ni por esas. Pese al simulacro en varas, a la segunda tanda se desplomó. Fulminado. La cuadrilla lo volvió a poner en pie. Costó lo suyo la tarea. Luego fue un quiero y no puedo. Una cuarta siempre la lengua fuera el toro. Muy desfondado. Tampoco ayudó demasiado Castella, que consiguió lugar las tandas, pero estuvo algo brusco en los toques. Esa violencia no le vino bien al animal y la faena no terminó de tomar vuelo. Algo más de suavidad mostró en el castaño cuarto del que paseó una oreja. El galo estuvo solvente para ligar las tandas con un burel manejable -a menos-, aunque incierto en la primera arrancada. En ese primer viaje nunca iba metido en la muleta lo que provocó que se amontonaran un poco los muletazos de una faena con monopolio de derechazos en la que el rápido efecto de una estocada atravesada animó a que los pañuelos afloraran en el tendido.
La tarde era de Talavante. No deja de mutar este torero. Siempre encuentra nuevos registros. Creativa pureza extremeña.
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