Manuel Manzanares
Caballos contra el viento
Andy Cartagena, Joao Moura hijo y Leonardo Hernández cortaron una oreja cada uno en una tarde muy desapacible
Castellón (C. Valenciana). Segunda de la Feria de la Magdalena. Se lidiaron toros de Castillejo de Huebra, bien presentados pero que, en general, se aplomaron pronto. El tercero fue el que más duró. Más de media entrada.
Andy Cartagena, rejonazo (oreja).
Sergio Galán, rejonazo y siete descabellos pie a tierra (silencio).
Joao Moura hijo, rejonazo (oreja).
Leonardo Hernández, rejonazo y descabello (oreja).
Manuel Manzanares, pinchazo y rejonazo (ovación).
Lea Vicens, dos rejones y un descabello pie a tierra, dos avisos (ovación).
Como la famosa jaca de la copla, aquella que cabalgaba caminito de Jerez, también los caballos actuantes en la segunda corrida de la Feria de la Magdalena tuvieron no sólo que enfrentarse a los toros sino que cortar al viento, fortísimo, que sopló a rachas sobre el coso castellonense, haciendo muy difícil su ya de por sí nada fácil cometido.
También hubo mucha gente para presenciar esta función. Gente amante del caballo y su mundo, que disfruta con todo lo que se hace en el ruedo. Hasta se rompen las manos aplaudiendo las evoluciones de calentamiento que, tras el paseíllo, han tomado ya los rejoneadores como costumbre y que provocaron que la corrida comenzase casi un cuarto de hora más tarde de la hora marcada para su arranque.
Fue Andy Cartagena el encargado de romper plaza. Lo hizo ante un toro que evidenció pronto poco gas y al que paró sin apenas dificultad, siendo su principal preocupación evitar que el animal se rajase, algo que intentó en repetidas ocasiones después del primer rejón de castigo. En banderillas fue al paso, por lo que el benidormí tuvo que calentar el ambiente haciendo bailar a sus caballos, poniendo a la gente en pie cuando hizo lo propio «Zico», uno de sus equinos estrella, llevándose la primera oreja de la tarde al matar con prontitud y eficacia.
Otro apéndice paseó Joao Moura del tercero, el toro que más aguantó y que con más clase embistió, persiguiendo a sus oponentes con celo y codicia y aguantando un alto nivel de exigencia por parte del rejoneador luso, que clavó dejando mucha distancia entre las partes y con algún desajuste. Pero los rápidos efectos del rejón de muerte le valieron ese trofeo.
Y otra oreja se llevó Leonardo Hernández del cuarto, un toro mansón y desentendido que, en medio del huracán que había en ese momento en el ruedo, le obligó a llevar a cabo una actuación concienzuda y valiente para sacar partido del material disponible. El toro estuvo siempre más pendiente de refugiarse en tablas que de acometer, por lo que todo lo tuvo que hacer él, y tras un tercio de banderillas de mérito tuvo que convencer a la parroquia con adornos y tremendismos en el tramo final de su turno, habiendo podido aumentar su premio de no amorcillarse el astado.
Sergio Galán recibió a porta gayola al segundo, con el que mostró una vez más su buen concepto, citando siempre de frente, dando el pecho de sus cabalgaduras y clavando al estribo. Una caída quebrantó un tanto al toro, yendo todo a menos y estropeando definitivamente lo que había hecho hasta el momento al matar tarde y mal.
Tampoco el quinto fue un dechado de bravura y Manuel Manzanares se las vio y se las deseó para hacerse con él, sufriendo, además, algún que otro achuchón.
Cerró el cartel la rejoneadora Lea Vicens, que a base de insistir fue convenciendo a su toro para que embistiese. La francesa evidenció una monta grácil y fácil, y anduvo segura y valiente pese a que sus caballos no siempre estuvieron por la labor, escuchando después hasta dos avisos al tardar mucho el astado en doblar.
Y el tonto del salto
Como ya parece que va a ser habitual, también en esta corrida hubo un tonto que saltó al ruedo portando una minipancarta con soflamas antitaurinas. Tras unas carreritas exhibiendo un cartelito, que apenas se leía, policías y personal de la plaza le sacaron del ruedo en medio de abucheos e insultos por parte del público. Apareció luego en un vomitorio, siendo echado por la gente con cajas destempladas. Algún día habrá un incidente más serio y entonces todo serán lamentos y ayes de dolor.
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