Río de Janeiro
El Chano recupera la solidaridad en el toreo
A oreja por espada en un entretenido homenaje al banderillero con flamenco y torileros de lujo
Vistalegre (Madrid). Festival a beneficio de Vicente Yángüez «El Chano». Se lidiaron, en este orden, novillos de Carmen Lorenzo, con codicia y transmisión; Juan Pedro Domecq, áspero y exigente; Garcigrande, movilidad sin entrega, El Pilar, buen novillo, de mucha calidad, Fuente Ymbro, sin transmisión, Zalduendo, desrazado y a menos, Alcurrucén, orientado. Tres cuartos largos de entrada.
Diego Ventura, pinchazo, rejón trasero y caído, pie a tierra, pinchazo, estocada desprendida, aviso (saludos). Juan José Padilla, estocada desprendida (oreja). El Juli, pinchazo, estocada, aviso (oreja). José María Manzanares, pinchazo, estocada recibiendo (oreja). Miguel Ángel Perera, estocada (oreja). Alejandro Talavante, pinchazo, estocada casi entera (oreja). Álvaro Lorenzo, buena estocada, aviso, dos descabellos (oreja).
Ni rastro de su sempiterno vestido catafalco y azabache. Tampoco de ese otro gris plomo. Pero a las cinco y media en punto de la tarde, ahí estaba. Asomó el primero en la puerta de cuadrillas. Vicente Yángüez ante la inmensidad. Ovación cerrada. Cálida. El Chano abre el paseíllo. Su paseíllo. Rodeado, al fin, de sus compañeros de profesión. Hubo que esperar, pero llegó el gran día. Más vale tarde que nunca. El toreo recuperó sus valores de toda la vida. Su lado más solidario. Compañerismo. Respeto. Pero también la verdad. Sin trampa ni cartón. La vida en juego. Aquella pesadilla de una noche de verano en Ávila nos lo recuerda. Las cruces en el albero con las zapatillas, cambiadas por los surcos de una silla de ruedas empujada por una nueva ilusión. Ser olímpico en Río de Janeiro. El toreo se volcó ayer para ayudarle. Los compañeros detrás, escoltando al torero. Roto el paseíllo, otra ovación desde los medios. En solitario. Muy emocionante.
El corazón se nos aceleró de nuevo en el áspero y exigente novillo de Padilla. Un «Juampedro» con guasa. Padilla lo había recibido con largas cambiadas. Tomó los palos y, de paso, el micrófono –desde el que se anunció al cantaor de cada faena y a torileros de lujo como Dámaso González, Fernando Romay, Juan Peña, Miguel Abellán (al que el presidente no dejó lidiar el sobrero) o Justo Algaba–. Arrastró del tendido a la arena a El Fundi y a Ferrera. Tercio antológico. Aún renqueante de la cornada en Olivenza, Ferrera lo citó de espaldas, para quebrar a milímetros y clavar en la cara. Primoroso. El Fundi no se quedó atrás y tragó lo indecible para asomarse al balcón. Mucho mérito porque el novillo esperó tela. Padilla remató con un par al violín en el morrillo. La faena fue un pulso constante. Padilla tocó todas las teclas –molinetes de rodillas, desplantes, afarolados...– y porfió hasta terminar en Ciclón para convencer de las complicaciones de su rival y pasear una oreja.
Los trofeos se estilaron caros. Palco exigente o café para todos, como prefieran. A oreja por coleta. Así, un trofeo a la rotundidad de El Juli. Precioso el quite por chicuelinas a compás abierto. La última, una delicia. Con sabor. El madrileño, que comenzó a pies juntos sin enmendarse, firmó una faena madura y llena de mando a un novillo con movilidad, pero al que le faltó mayor entrega. Final en los muletazos. Lo sometió Julián a base de toques y encajarse entre los pitones para terminar obligando a que la res pasara una y otra vez en un palmo de terreno.
El bastote colorado de El Pilar quedó tocado tras rematar en un burladero. Lástima porque fue el novillo de más calidad. Qué manera de meter la cabeza abajo y arrastrar el hocico por la arena. Recorrido para ir al fin del mundo. Sus virtudes taparon el aturdimiento y Manzanares se gustó en un aterciopelado trasteo. Pellizco en los remates y cambios de mano. Algunos casi circulares. Bellísimos. Todo muy templado. El toreo fundamental, relajado, con mucha suavidad. Lo despachó recibiendo al segundo embroque.
Perera pechó con el astado de menos transmisión. Un descastado y sosote utrero de Fuente Ymbro que tomaba la pañosa, sin objeción, pero sin celo alguno. El extremeño, que también comenzó a pies juntos, se lo sacó a los medios con torería. Luego, la faena tuvo ese mando tan propio en Perera. Dominio en buenas tandas de derechazos, por encima de su oponente. Buena, la estocada. Se apagó demasiado pronto el desrazado «Zalduendo» de Talavante. Bien a la verónica, el trasteo no acabó de despegar, pese a la solvencia del pacense. Sobrado, como sus compañeros, paseó también una oreja.
Con genio, se orientó enseguida el lucero de Alcurrucén que hizo séptimo. Álvaro Lorenzo mostró condiciones y desparpajo, mucho desparpajo. Gusto y calidad en las verónicas del quite. Mejor aún, la media. Su faena caló pronto en los tendidos, porque la res no ofreció facilidades y buscó siempre a la salida de la suerte al joven toledano, que incluso se llevó dos secos gañafones del novillo. Ofreció argumentos para solventarlo y un espadazo final que le pusieron la oreja en la mano.
No pudo decir lo mismo Ventura, que abrió el festival con un recital a caballo. Paró y enceló en una baldosa a un codicioso novillo de Capea con «Muletilla». Templó sobre «Nazarí». Los pitones cosidos a milímetros. Con «Milagro», hubo quiebros muy ceñidos. Rejoneo caro, pero acero romo. Se le atascó el rejón y saludó una ovación. Daba igual, el protagonista era otro. El Chano vivió su gran día. Arropado por todos. Próximo destino: Río.
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