Gijón

Espléndido Ponce; soberbio Castella

Ventura abre la Puerta Grande en la Corrida Goyesca de Gijón que festejaba el 125 aniversario

Pase de pecho de Enrique Ponce, ayer, en el coso de El Bibio
Pase de pecho de Enrique Ponce, ayer, en el coso de El Bibiolarazon

Gijón. Corrida Goyesca. Cuarta de la Feria de la Begoña. Se lidiaron toros de San Pelayo, para rejones, muy mal presentados y buenos; y de José Vázquez, muy serios. El 2º, muy malo; el 3º, de mal estilo; el 5º, sin humillar, desigual y complicado; y el 6º, de buen juego. Media entrada.

Diego Ventura, medio rejón (oreja); rejón de rápido efecto (dos orejas). Enrique Ponce, buena estocada (saludos); buena estocada (oreja). Sebastián Castella, pinchazo, estocada (silencio); buena estocada (oreja).

El segundo toro pronto nos hizo olvidar que la corrida había empezado con media hora de retraso por el mal estado del piso. Nada importaba. Olvidamos no por abandonarnos al disfrute. Nada más lejos. Dejamos de mirar el reloj, el tiempo y el cielo por puro miedo. El toro de José Vázquez era un señor toro. La corrida bien pasaba por abuelos de la del día anterior. Así iba la tarde y así fue. Pero el toro además de serio y rematado no tuvo una idea buena. Lo cantó ya en el capote. En el de Enrique Ponce y en el de sus banderilleros. Enrique, que viene de quedarse en un solo improvisado en Huesca por la grave cogida de Morante y después de 23 años de alternativa, no volvió la cara. Ni un poco. Había que tragarle un mundo al toro. O dos. Y enseñaba sus puntas. No había lugar para la broma. Se puso Ponce de verdad por la derecha. A la media vuelta cabía el percance. En cualquier momento. En cualquier instante, así ocurren las cosas en el ruedo. Metido en faena una voz del tendido, desahogado él, le increpó que cogiera la izquierda. Apenas empezaba la labor. Ni había dado tiempo. Se enfrentó Ponce. Envalentonado el señor, cogió la zurda el torero y al primer pase sobrevoló la tragedia. A punto estuvimos. Ya lo había visto claro el torero de Chiva mucho antes. Espantoso ridículo desde el tendido. Se jugó los muslos Ponce como recién llegado a la profesión. Y se tiró a matar de verdad de la buena y eso que el de José Vázquez le puso la cara arriba.

Una oreja paseó del quinto. Mucho más mereció. ¡Cómo estuvo Ponce ayer! Ni un resquicio para la mentira ni lo facilón. El toro fue un animal serio, grandón y con dos buenos pitones que asustaban. Y no era fácil de gobernar. Descastado y sin humillar, pero a Ponce no se le resistió. Perfecto de técnica, valor para aguantar el envite, profundo en las convicciones, asentado, poso, reposo y mucha verdad. Enrique Ponce rejuveneció ayer. Su mejor versión. Espléndido.

El titular era suyo cuando saltó al ruedo el sexto y Castella desplegó el temple y un ritmo descomunal en las muñecas. Hizo el francés una faena soberbia. Buenos fueron los pases cambiados por la espalda, mucho más cuando se encajó a torear por la diestra, colaboró el toro, esta vez sí. Se hizo esperar. La lentitud, el saber estar y la calidad marcaron una labor que culminó con una buena estocada. Y todo ello ante un toro serio...Y todo ello para un solo trofeo. Señor presidente hay que tomarse las cosas en serio. El francés despreció la oreja. Normal. Habían pasado más cosas en el ruedo. Lo mismo ocurrió con Ponce. En tercer lugar Castella tuvo que tirar de valor para vérselas con un toro de mal estilo. Se justificó por ambos pitones con dignidad.

La Puerta Grande, ganada en el toreo a pie y robada desde el palco, fue a parar a Diego Ventura. Se las vio con un lote de San Pelayo muy colaborador para el toreo a caballo, bajo de presentación y que chirriaba (aún más) con la seriedad de la corrida y la importancia de lo que ocurría en el ruedo. Doble trofeo logró del cuarto tras una esmerada labor y uno del primero. Ajustado en los encuentros y entusiasta. El bochorno nos lo llevamos después. Justo después. En el primero. Cuando el auxiliador metió la mitad del rejón de muerte con la mano encubierta en el capote. ¡Qué poca vergüenza! Inversamente proporcional a la que tuvo ayer Enrique Ponce para jugarse los muslos más de 20 años después de tomar la alternativa. Y ya lo dice la novela, que 20 no son nada. Y 125 cumplía la plaza.