Madrid
«¡Ésta es la verdad!» Épica y sin filtros
Puerta Grande para un espectacular Morenito de Aranda y para un épico López Simón a pesar de estar cogido; grave también Ángel Teruel
Las Ventas (Madrid). Corrida Goyesca. Se lidiaron toros de la ganadería de Montealto, muy bien presentados. 1º, va y viene sin fuelle y escasa entrega; 2º, mansito, se abre mucho para rajarse y no siempre claro; 3º, de buen juego, humilla mucho y da opciones; 4º, repetidor y punto bronco; 5º, movilidad con mucha transmisión; 6º, de buena condición aunque a menos. Más de media.
Morenito de Aranda, de canela e hilo negro, gran estocada, aviso (saludos); pinchazo, media (silencio); estocada (dos orejas); gran estocada (saludos).
Ángel Teruel, de fucsia e hilo negro, cogido en su primero.
López Simón, de blanco e hilo negro, pinchazo, estocada, tres descabellos, aviso (oreja); estocada buena (oreja).
Parte médico:
Ángel Teruell: cornada de 20 cm. en el muslo derecho que contusiona paquete femoral. Pronóstico grave.
López Simón: cornada de dos trayectorias, 10 y 25 cm. que contusiona el nervio ciático. Pronóstico grave.
¡Esta es la verdad!», lo gritaba alguien del público en el quinto. No recuerdo si antes, después o a la vez que Morenito de Aranda cortaba las dos orejas del Montealto. Estábamos estupefactos ante la verdad verdadera, sin filtros y repleta de épica. Ese antídoto infalible contra la mediocridad a la que nos somete un sistema podrido. Corrupto y monopolizado en el que se premia lo vulgar. Morenito, López Simón y Ángel Teruel nos arrojaron ayer a un abismo de emociones en sintonía perfecta con esa corrida de Montealto, que convirtió el festejo en un espectáculo muy versátil. Difícil de describir, inolvidable pase el tiempo que pase y aunque un día de pronto la memoria se vuelva puñetera. Para mí, que soy devota, e incluso para los miles de asiáticos que fueron ayer a Las Ventas y no se movieron del asiento hasta al final, salvo para mejorar posiciones en la plaza. Esas cosas por las que el toreo vive, a pesar de que sean muchos los que le aprisionan. Vida propia tuvo el ruedo, todo lo que pasaba en él, toro a toro, minuto a minuto comenzábamos una cuenta atrás, un viaje sin retorno. Bendito sea. El viaje de ida hizo Ángel Teruel en el segundo para entregarse a las manos de García Padrós, deuda impagable tiene el toreo con el doctor. Fue casi al final de faena, el mansito toro, que se abría en el viaje porque quería irse, no le perdonó cuando se puso al natural y se vio desde el primer momento que había sido certero. Una cornada en el muslo derecho. 20 cm de dolor y pronóstico grave. Teruel volvía a Madrid después de haberse vestido de torero en dos ocasiones la pasada temporada. Le costó caro. Se quedaba el festejo en un mano a mano entre Morenito y López Simón. Pero el madrileño (López Simón) vino a Madrid con el arsenal al completo de entrega, quietud y pundonor para un pelotón entero. No dejó en blanco ni una sola embestida de un tercero que tenía la virtud de repetir y colocar bien la cara abajo. Los defectos, a veces esa cortedad en el viaje, lo suplió López Simón con una descarnada manera de apostar, pase lo que pase, venga lo que venga. Por convicción de quien se viste de torero de corazón. Se tiró a matar con el alma y el toro le atropelló. A la vez que la pierna se le teñía de sangre, a la vez que se veía al torero más fuera que dentro, sacó arrestos para mantenerse en pie hasta matar al toro. Pero había más. Y todo lo que vino de más escapó al raciocinio. Ya estábamos en otra órbita. No paseó la oreja que cortó al tercero, pero negoció con Morenito primero y el presidente después para que corrieran el turno y pudiera torear e irse a la enfermería. Así tal cual. Sin ningún filtro que edulcore la escalofriante realidad. Mermado de facultades no volvió la cara jamás, ni cedió un ápice de terreno con ese cuarto. Al contrario, la mente lúcida para saber qué final quería y cómo conseguirlo. Anduvo muy digno con un toro que repetía y le dejaba estar, con ese punto de brusquedad. Entró la espada por justicia y se abrió la puerta grande de Madrid, aunque el destino le hubiera preparado saborearlo sólo de camino a la enfermería.
Con dos toreros heridos, se fue Morenito directo a la puerta de toriles en el quinto. Sin tregua. Sin tiempo para tragar. Y por ahí salió un toro imponte, muy serio, hecho y con un cuajo tremendo, que fue un volcán de embestidas. Muy vivo el toro en banderillas donde Aranda y Mellinas resolvieron con brillantez. Movilidad infinita tuvo el toro en la muleta y capacidad para repetir, luego, detrás de la inercia, le faltaba empujar, pero la emoción estaba servida. Así lo vio Morenito. Inteligente, sútil y muy torero en toda la faena. Ligado, encajado, entregado a su suerte y a la de los demás, por encima del bien y del mal, fue capaz de emocionar y dejó un derechazo, sometido el tiempo, infinito y aletargado, y unos cambio de mano para soñar. Un estocadón y dos trofeos. Con otro en la yema despachó al sexto, que tuvo buena condición pero escasa duración. Muy bien Morenito, incluso en un primero que iba y venía con la entrega justa.
Por la Puerta Grande se fue. Ese sufrido umbral que viaja directo a la felicidad. A López Simón le tocó hacerlo en ambulancia. Gracias toreros, hay vida más allá; todavía se puede soñar.
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