Feria de San Isidro
Fandiño, como si fuera la última tarde
Gran faena del vasco, que corta una oreja de sangre tras ser corneado en el muslo
Las Ventas (Madrid). Tradicional Corrida de la Prensa. Se lidiaron toros de Parladé, bien presentados. El mejor, el bravo y encastado 2º; bueno y con codicia por el derecho, el 4º; el resto, más desclasados. Lleno.
El Cid, de verde hoja y oro, estocada, descabello (silencio); estocada (saludos); pinchazo, estocada (silencio).
Iván Fandiño, de marino y oro, pinchazo, buena estocada (oreja); herido.
Daniel Luque, de marino y oro, estocada baja (silencio); media estocada, dos descabellos (silencio).
Parte médico de Iván Fandiño: «Herida por asta de toro con orificio de entrada y salida en tercio medio interno del muslo derecho, con una trayectoria de 25 centímetros, que destroza cuádriceps y contusiona fémur y vasos femorales». Pronóstico «grave».
A un día de cumplir un siglo desde que tomó antigüedad, Parladé volvió a lidiar sus toros en la primera plaza del mundo. Ayer, en la Tradicional Corrida de la Prensa. Fecha señalada. De las de clavel. Para la ocasión, un encierro que volvió a evidenciar que, a día de hoy, Juan Pedro Domecq tiene mucho más en la mano este hierro, en el que hace y deshace desde un buen puñado de años, que el titular y heredado en 2011 de su fallecido padre. Un buen cuarto y un bravo segundo, para tener en cuenta, que hirió de gravedad –25 centímetros de tabaco– a Iván Fandiño. Mayúsculo, que firmó la mejor faena de lo que va de serial.
El de Orduña era uno de los últimos nombres propios en dejarse caer por este mayo madrileño. Adolfo Martín y Alcurrucén, todavía en la recámara. ¿Para qué esperar más? Debió pensar. Una oreja de enorme peso del segundo, que paseó su cuadrilla, ya con el vasco en la enfermería. Había pinchado en el primer embroque. El trofeo estaba ya más que asegurado y Fandiño no quiso dejarlo escapar. Se volcó sobre el morrillo y el animal, certero, hizo carne en la pierna derecha. Con saña, la voltereta. Mucho pitón dentro del muslo. Fea la caída. Desmadejado, volvió a lanzarlo por los aires desde el suelo. Tan sólo el zarandeo esta vez de un «Grosella», que de dulzura sólo tuvo el nombre. Toro bravo, muy importante, pero con mucho que torear. Nada fácil. Lo había cuajado bien su torero con el capote. Buenas verónicas. Se desplazó con buen trote en banderillas y en la muleta, aunque algo rebrincado, también galopó con clase. Inició el trasteo por estatuarios. Sin enmendarse, enorme el del desprecio para rematarlo. Le dio sitio, y llegaron dos buenas tandas de derechazos. Macizas, bien ligadas y con el mando necesario para domeñar la encastada embestida del animal. Menos acople en la primera al natural, pero en la siguiente, volvió la rotundidad. Buenos muletazos con la izquierda, largos y con despaciosidad, de un firme Fandiño. Entregado sin reservas como si no hubiera mañana ni dos tardes más. Alabable.
Mientras, El Cid y Daniel Luque volvían a compartir miedos y responsabilidad. De la mano, el martes pasado; ayer juntos de nuevo en Madrid. De hecho, en un improvisado mano a mano entre ambos quedó la tarde. El de Gerena sorteó primero un burel que se quedó corto y se orientó enseguida. Frenado a mitad del lance, sabía lo que se dejaba detrás y buscó los tobillos de Luque muy pendiente de él.
En el quinto, en realidad sexto tras correrse turno, Luque lo intentó. Muy ajustado el quite por chicuelinas. De cortar el hipo. Fue lo mejor de una lidia en la que pudo rascar una buena tanda en redondo y algunos pases sueltos estimables, pero sin ligar. No había continuidad por la sosería del toro y ni siquiera acortando el joven torero las distancias pudo arañar más. Silencio en su lote.
Por su parte, El Cid rompió plaza con un ensanado muy ofensivo por delante, que enseñaba las puntas. Justito de fuerzas, en parte por una vuelta de campana al final del saludo capotero, se le protestó mucho. Se rehízo en banderillas y arreó lo suyo a los rehileteros. El último tercio fue un constante quiero y no puedo. No resistió una sola tanda sin perder las manos o hincar los pitones en la arena. Muy deslucido y sin clase, se quedaba también cortito en la embestida, por lo que El Cid no tardó en despacharlo. Bien con la espada.
Volvió a verlo claro con los aceros en el cuarto, en el que saludó una ovación. Toro astifino y muy abierto de cuerna. Veleto. Tuvo recorrido y rebrincado son en las telas, especialmente, en el comienzo de faena del sevillano que le otorgó distancia y supo tomarle la medida. Dos buenas tandas por la derecha, una tercera aún mejor. Largos y a la hombrera contraria los de pecho. Perdió fuelle –para no volver a recuperarlo– la faena por la zurda. Menos acople y más incómodo con el animal, que protesta más.
A pies juntos y por delantales recibió al «falso» sexto, que no tuvo la mejor lidia. Demasiados capotazos. Lo brindó El Cid a la cuadrilla de Fandiño en un bonito gesto que no encontró posterior refrendo. El torero hizo el esfuerzo, pero no encontró colaboración de una res que escarbó mucho y se lo pensó bastante antes de cada acometida. Estocada fulminante en el segundo encuentro.
Mientras, el titán venido del Norte, camino del hospital, con una oreja arrancada a ley, a sangre. Como si fuera la última tarde, como si no hubiera mañana.
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