Badajoz

La soberbia madurez de Antonio Ferrera

Cortó una oreja al único toro de Adolfo que tuvo buena condición en una faena de mucha personalidad en Madrid

Antonio Ferrera torea, muy templado, con la mano derecha y sin la ayuda al cuarto toro de Adolfo Martín
Antonio Ferrera torea, muy templado, con la mano derecha y sin la ayuda al cuarto toro de Adolfo Martínlarazon

Las Ventas (Madrid). Tercera de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Adolfo Martín, desiguales de presentación y con mucha cara en su conjunto. El 1º, complicado y orientado, sobre todo, por el izquierdo; el 2º, deslucido y paradote; el 3º va y viene sin entrega; el 4º, noble y de buena condición; el 5º, orientado; y el 6º, de media arrancada y escaso juego. Lleno en los tendidos.

Antonio Ferrera, de azul marino y oro, estocada corta, (palmas); pinchazo, aviso, buena estocada (oreja). Javier Castaño, de espuma de mar y oro, pinchazo, bajonazo, tres descabellos (silencio); metisaca, pinchazo, media defectuosa, dos pinchazos, descabello (silencio). Iván Fandiño, de coral y oro, dos pinchazos, media, dos descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada corta (silencio).

Huía el toro de Adolfo, buscaba salida más allá del redondel, como el público anhelaba argumentos para llenar la tarde, que se derramaba en unas Ventas colmada hasta la bandera. Llenarnos antes de que la Feria de Otoño llegara a su fin. Un festejo más y Madrid cerrará sus puertas hasta el año que viene. Antonio Ferrera, 16 años después de la alternativa, toreó bonito a la verónica y superior en la media a ese cuarto. Y puso al toro en los medios a pesar de que el animal no iba al caballo, pero quiso tocar todas las teclas y estiró tanto la imaginación que cuando llegó el tercio de banderillas renunció a la lidia. Él solo para todo: brega y palos. En esa improvisación hubo excesos y conclusiones para todos los gustos, y mucho más cuando un torero decide saltarse las cuadriculadas normas del toreo, que nos hartamos de criticar, y hacerlo nada menos que en la catedral. Hubo errores pero también momentos para gozarlo: ver la capacidad que tiene para manejar los terrenos del toro es asombrosa y el último par al quiebro fue sólo apto para corazones fuertes. Para hacer lo que hizo no está cualquiera capacitado.

Cuando llegó la hora de la verdad, el tú a tú habitual, el suyo en realidad había comenzado mucho antes, dio una vuelta de tuerca más, y se desprendió de todos los prejuicios, de las etiquetas, malditas sean y lo gozó. Lo gozamos todos aquellos que quisimos disfrutar de un Antonio Ferrera entregado a la embestida noble y larga del toro de Adolfo. En la verticalidad el torero de Badajoz, todo relajo, pulcritud y algunos naturales que parecieron interminables. Naturales con la zurda y muletazos sin ayuda con la diestra, porque toda la faena fue al natural, sin espada, convencido, cruzándose al pitón contrario, encajado entre ellos, muy cerca, demasiado cerca, pero sintiéndose torero ahí, justo ahí porque así lo quería, para arrancar el siguiente viaje del toro, de uno en uno tal vez, más importancia a la belleza del muletazo que a la necesidad de ligar. Un trasteo con mucha personalidad. Diferente a todos. Se perfiló con la espada y pinchó antes de cobrarse una estocada en la yema y cerrar su círculo con tres naturales soberbios, herido el toro de muerte. Le esperó Ferrera en el estribo y ahí fue a parar el Adolfo. Preciosa imagen. El de Badajoz cortó un trofeo y recibió algunas protestas. Ferrera se saltó ayer el guión. A muchos encandiló y a otros no, pero podemos hablar de emociones. Y de ésas vive la Fiesta y alimenta el debate.

El resto de la tarde vivimos huérfanos de ellas, salvo en los tercios de banderillas de la cuadrilla de Castaño. Su matador pasó discreto con un lote de pocas opciones: paradote el segundo y orientado el quinto. Complicado y resabiado fue el primero de Ferrera, con el que anduvo valentísimo.

Fandiño se enfrentaba a su segunda tarde en la feria. El segundo asalto. Pero las cosas no rodaron. Si el tercer Adolfo iba y venía sin nada que declarar entretanto, el sexto no aportó mucho más de su cosecha con media arrancada sin entrega. El vasco quiso pero en Madrid eso no es suficiente. Ferrera lo gozó y antes de abandonar la plaza cortó la coleta a su subalterno Roberto Bermejo. De Otoño y despedidas.