Ferias taurinas
Rubén Pinar enciende la feria de Albacete
Toros de La Quinta, bien presentados y de juego desigual, destacando sobre todos el lidiado en primer lugar.
Un toro difícil por reservón y avieso, con el que Tendero hizo la apuesta, aunque lo único que se llevó fue doble cornada, la más grave, la de tres trayectorias que sufrió en la pierna izquierda.
El diestro Rubén Pinar, con tres orejas, ha salido a hombros en el primer festejo de feria celebrado hoy en Albacete, una tarde marcada también por la doble cornada, de pronóstico grave, que sufrió a última hora a Miguel Tendero, y en la que el primer espada, Andrés Palacios, ha obtenido un apéndice.
Ficha del festejo
► Seis toros de La Quinta, bien presentados pero descastados, sin clase y deslucidos en conjunto. Destacó el quinto y, en parte también, el sosote primero.
► Andrés Palacios, de blanco y azabache: estocada ligeramente trasera (oreja); y cinco pinchazos (ovación).
► Rubén Pinar, de grana y oro: estocada en la suerte de recibir (oreja); y estocada (dos orejas).
► Miguel Tendero, de catafalco y plata: pinchazo y estocada (silencio); y estocada (ovación que recogió camino de la enfermería).
► Al finalizar el paseíllo se guardó un emotivo minuto de silencio en memoria del maestro Dámaso González, recientemente fallecido.
► En cuadrillas, Rafael García saludó tras banderillear al tercero, y José Alberto "Candelas"y Víctor Manuel Martínez hicieron lo propio en el quinto.
► En la enfermería ha sido intervenido Tendero de: dos cornadas, una en cara anterior interna, tercio medio proximal del muslo izquierdo con tres trayectorias: una de 15 centímetros que rompe el vasto interno, otro de otros 15 que diseca recto anterior y produce rotura de fibras del vasto externo y una última de 25 centímetros que rompe la parte inferior del vasto interno".
"También presenta otra cornada de unos 10 centímetros en sentido transversal en región supra-púbica. Pronóstico grave. Trasladado a la Clínica Santa Cristina de Albacete".
► La plaza registró casi tres cuartos de entrada en los tendidos.
Comenzó la feria de Albacete -una de las más importantes del calendario y, atendiendo a la ratio número de festejos/número de habitantes de la ciudad, la primera de las que en España se dan- y lo hizo con el recuerdo, imborrable, a Dámaso González, santo y seña de esta plaza que cumple cien años. Al romperse el paseíllo se anunció en su honor un minuto de silencio que se convirtió en una atronadora ovación para quien lo ha sido todo en Albacete y cuya estela siguen tantos y tantos toreros.
Y a Dámaso, el ya eterno León de Albacete, brindó la muerte de su segundo toro Rubén Pinar, otro de los diestros que siguen la escuela del desaparecido maestro y que ahorró mucho castigo en varas a este cuarto ejemplar de La Quinta, al que ya no dio tregua en el último tercio, bajando muchísimo la mano y llevándole metido siempre en el trapo.
Al natural le costó más y hasta se llevó algún susto, volviendo de nuevo a la mano diestra hasta completar otra faena mandona y valiente que acabó metido entre los pitones y que, tras sacar a escena el péndulo que hiciese famoso el desaparecido maestro albacetense, remató con una sensacional estocada hasta la bola que tiró sin puntilla a su oponente.
Ya había paseado una oreja de su primero, con el estuvo tan poderoso como seguro, muy por encima del astado, que salía siempre de las suertes echando la cara arriba y sin especial entrega, pero al que apuró de cabo a rabo.
Andrés Palacios, tras seis años de ausencia de esta feria, reapareció luciéndose al veroniquear al que abrió plaza, toro que embistió con rectitud y nobleza y con el que dejó ver su clase y maneras, luciendo en una faena muy bien estructurada y en la que dejó muletazos de muy bella factura y detalles de su innegable clase. Pero el trasteo quedó corto y pareció que el toro tenía más tela que cortar, aunque él, desde luego, no lo vio así. Tardó en doblar el de Conradi y eso enfrió a la gente, que se contentó con pedir para él sólo una oreja.
Y el mal uso de la espada le privó definitivamente de abrir la puerta grande, tras una faena siempre a más con el cuarto, aplaudido de salida pero que no se acabó de emplear. Ase de paciencia y valor le fue convenciendo y acabó sacando todo lo que tuvo en una labor que, de haber tenido acierto estoqueador, le hubiese valido la salida a hombros que tanto necesita.
También reaparecía Miguel Tendero, otro torero de la tierra, que, tras un desarme a las primeras de cambio, no acabó de acoplarse a su primero. El que cerró plaza, el más en tipo de la ganadería, le sorprendió apenas comenzada su faena de muleta y pese a estar visiblemente herido, Tendero se empeñó en continuar con su cometido pero, muy mermado de facultades, apenas pudo matarle antes de entrar a la enfermería.
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