Sevilla
Luque y el presidente con batuta
El segundo presidente de la plaza de toros ha acabado de enfadar al respetable. El segundo presidente de la Maestranza es el señor Tristán Jr, el maestro-batuta de la banda de Tejera. Ninguna otra plaza del mundo tiene doble usía. La Maestranza, sí. Y esto funcionaba bien mientras que la música tenía sensibilidad torera. Cuando prendía en el momento justo de la faena, cuando ponía sordina a lidias en las que el miedo se colaba por el tuétano de los huesos o saltaba como un resorte cuando un torero de plata se sacaba los palitroques de donde se calza la taleguilla para clavar en la cara. La música de Sevilla es un galardón y suena a gloria, hasta que ha acabado convirtiéndose en un verdadero moscardón. O al maestro-batuta se le han subido los vapores del cargo a la cabeza –porque ser el maestro-batuta de la Maestranza es un cargo en esta Sevilla venida a poblachón manchego- o su actitud es fruto de la simple inepcia, monda y lironda. O quizás ni una cosa ni la otra. En otros tiempos el director de la banda de música sabía de toros. El petardazo acabó de explotar ayer. El maestro-batuta arrancó la música en el sexto tres o cuatro tandas después de que Luque se hubiera metido al público en el bolsillo y consiguiera levantar –cortó una oreja- una tarde que pesaba ya como un féretro. Porque la tarde de ayer, con la desrazada corrida de El Pilar, fue para que salieran las plañideras y no el sobrero sexto de Juan Pedro. Cuando tocó a pentagrama el maestro-batuta el público dijo que ahora no y el de Gerena también mandó al mutis, pero el maestro-batuta se puso bravo dibujando con la mano un «tú, a torear». No voy a decir lo que dijo del director de la banda de música un jerifalte con barba de la plaza de toros el martes, fumándose un wiston en una grada de sombra, porque está feo y puede herir sensibilidades.
La trifulca batuteril del sexto y las verónicas mecidas de Morante al primero –juncales, pellizcadas, mecidas con el pecho, réplica del terremoto del lunes- ataron la tarde como un globo de helio, elevado por el aburrimiento.
PD: Sale el primer toro de la tarde, «Dudero», justito de fuerza. Morante coge el capote, se lo echa a la cintura y se pone a torear a la verónica. El animal tropieza y pierde las manos, a medio camino entre la cojera y el tarantantán. El público protesta. Y se escucha por lo bajito: «Joé, el rey también tropieza y no hay quien lo eche al corral».
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