Feria de San Isidro
Mansos peligrosos para novilleros bravos
Adame, herido grave con dos cornadas de 25 y 30 cm, y Juan de Castilla, que se quedó con cuatro novillos, cortaron una oreja en una tarde difícil de San Isidro
Adame, herido grave con dos cornadas de 25 y 30 cm, y Juan de Castilla, que se quedó con cuatro novillos, cortaron una oreja en una tarde difícil de San Isidro
Las Ventas. Undécima de la Feria de San Isidro. Se lidiaron novillos de El Montecillo, desiguales de presentación. 1º, rajado y complicado; 2º, manso y difícil; 3º, encastado e incierto; 4º, manso y listo en la muleta; 5º, movilidad con peligro; 6º, manso, acobardado y peligroso. Tres cuartos de entrada..
Filiberto, de rosa y oro, cuatro pinchazos, estocada defectuosa, estocada, dos avisos (silencio).
Juan de Castilla, de blanco y oro, buena estocada, descabello (saludos); estocada (silencio); buena estocada, aviso (vuelta al ruedo); estocada (oreja).
Luis David Adame, de turquesa y oro, pinchazo, estocada caída (oreja) herido.
Parte médico. Filiberto se cortó los tendones de la mano izquierda al entrar a matar al primero y fue operado. Luis David Adame, herido en la pierna izquierda con dos cornadas, una de 30 centímetros y otra de 25. Pronóstico grave.
El Montecillo trajo a Madrid un cargamento de dinamita en vez de bravura. Y si a esto sumamos que delante de los novillos hubo tres novilleros con la urgencia de saldar sus cuentas de futuro, el cóctel fue bravo, bravo de incendios y altercados. El primero se lo llevó en silencio Filiberto. No nos enteramos desde el tendido. Sí sufrimos los arreones del novillo. Apretó en varas como si se le fuera la vida en ello y al segundo siguiente salió huyendo con la misma intensidad. Repitió el patrón en la muleta, pero a cada embestida arreaba más y más feo. La suerte suprema se le puso espantosa y fue ahí, sólo ante los ojos de los que estaban abajo o muy abajo, cuando se cortó los tendones de la mano izquierda y tuvieron que operarle después. Uno de uno. Fuera de combate.
Esperamos a Luis David Adame al tercer turno, pero mereció la pena. Novillero en novillero, con corazón de acero y manos de seda. A portagayola se fue y quitó después por chicuelinas con una suavidad de otro mundo, toreo de terciopelo, era del bueno, como los palos en lo alto y en la cara de Miguel Martín. Brindó a sus hermanos, entre ellos, el matador de toros Joselito Adame que, desde una contrabarrera y vestido de traje, vio cómo recibió al toro con dos pases cambiados por la espalda, cómo cuajó un par de tandas de derechazos ligados, templados y de mucho compás. Era el mejor toro pero eso no significaba que fuera de fiar. Incierto, con la embestida mala a la espera del momento idóneo. Y más pronto que tarde encontró ese instante para prenderle y herirle en la pierna, hacia la zona del gemelo. También lo veía su hermano desde allí. Aguantó Adame, se puso por la zurda y le mató hecho un torerazo. La pena es que llevaba peaje incorporado en ese breve espacio de tiempo en el que mucho había dejado sobre la arena madrileña en el día de su presentación. El trofeo fue unánime, a pesar del pinchazo y de que una estocada caída fulminó al novillo. Vino a San Isidro en novillero y aquí eso vale doble y mitad.
Muerto el tercero, que yo lo vi, y tras la vuelta al ruedo del torero herido previo a irse a la enfermería, la tarde quedaba íntegra para el colombiano Juan de Castilla. De Medellín, para más señas. Un cañón había sido con la espada en el tercero. Y menos mal porque el toro, mansurrón, desarrolló sentido y también le echó mano. Ni una embestida fácil traía el desigual encierro de Paco Medina. Si ninguna noticia nos sorprendía de las manos de Máximo García Padrós, cuarto, quinto y sexto eran para él. El cuarto, tan manso como listo, le obligó a pasar con discreción, y con el quinto hizo un esfuerzo mayúsculo. Se movía el novillo pero listo, ligero y raudo de cuello. Nunca sabías exactamente dónde ni el porqué. El colombiano se puso sin trampa ni cartón. Por un lado, por el otro, jugándosela. Se pasó un punto de faena y le metió la espada en el sitio con facilidad infinita, como si no costara. Solventísimo. Y a la puerta de toriles se fue en el sexto para recibirlo con el capote a la espalda. Se frenó el toro despiadado y se acobardó después en la muleta. Arreaba el animal pero sin claridad. Era apuesta fuerte por la diestra e inmolarse al natural. Ambas las afrontó y la faena transitó la gesta. Esfuerzo titánico parar quien está recién llegado. Obtuvo premio. La tarde guardó mucho. Mucha dinamita que gestionar.
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