Sevilla
Motín o indulto
El Juli se fue a la barrera y se fundió en un abrazo con Justo Hernández después de que el presidente asomara por el palquillo el pañuelo naranja. José Luque Teruel se resistió lo que pudo. Con la mano decía que siguiera toreando. Las embestidas de «Orgullito» fueron espumando hasta convertirse en una oleada continua en la muleta que el madrileño le enterró en el albero. Los primeros pañuelos blancos aparecieron cuando el Juli, que tenía entreabierta la Puerta del Príncipe tras cortar dos orejas en su primero, hizo crujir la faena cosiendo los muletazos por el pitón derecho. Uno tras otro como una una única pieza. Y el toro respondía y seguía galopando noble, boyante, humillado, largo. La plaza se cubrió entera de blanco. El Juli prolongó la faena con molinetes y virguerías haciendo caso omiso al pulgar hacia abajo del usía. Entonces al presidente le tocó elegir entre el indulto y el motín. Eligió el camino más corto o el más prudente. Ayer se abrió una página más de la historia de la Maestranza y también se abrió la polémica. La plaza clamó por el perdón de la vida del toro pero también hubo voces en contra. «Orgullito» forma ya parte de la leyenda, a la que se unen el novillo «Laborioso» que indultó Rafael Astola en La Maestranza en los sesenta, «Arrojado» de Núñez del Cuvillo y «Cobradiezmos» de Victorino Martín. Desde el indulto de «Laborioso» a «Arrojado» pasó casi medio siglo. En los últimos siete años se han indultado tres toros en Sevilla. Ha habido toros más bravos que «Orgullito» pero «Orgullito» fue un toro bravo. El Juli enfiló en volandas camino del Guadalquivir en la primera tarde de primavera de la feria. No le acompañó la locura de la tarde de «Arrojado» porque hasta lo más excelso pierde fuerza con la costumbre. La fiesta salió por la Puerta del Príncipe. Y eso es lo que más cuenta.
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