Toros

Toros

¡Resaca!, pero cortita

El presidente niega la oreja a El Juli de la mejor faena de la tarde por la espada y Roca lo intenta con el manso que cerró plaza en Sevilla

Roca Rey dando un pase de rodillas /Efe
Roca Rey dando un pase de rodillas /Efelarazon

Real Maestranza de Sevilla. Undécima de abono. Toros de Jandilla y uno, el 4º, de Vegahermosa, desiguales de presentación y terciados. El 1º, deslucido, se echa; el 2º, noble y de buena condición; el 3º, a menos; el 4º, noble pero justo de fondo; el 5º, paradote y brusco; y el 6º, mansito, noble y rajado. Lleno de «No hay billetes».

Antonio Ferrera, de azul marino y oro, pinchazo, estocada

(silencio); estocada (silencio).

El Juli, de tabaco y oro, estocada caída (vuelta al ruedo tras

petición); media baja (silencio).

Roca Rey, de blanco y oro, estocada (saludos); pinchazo, aviso,

estocada (saludos).

No hizo honor al nombre. «Opaco» no fue. Eran las manos de El Juli las que quisieron ser transparentes y lúcido el toreo de nuevo. Otra vez. Sevilla en el calendario. La Maestranza en el corazón. Replicó a Roca en el quite, ese quite presidido por la quietud y tan variado que cuando comenzó y acabó, la amnesia me impedía recordar el nombre, de haberlo. #Detodounpoco. Algo así. El Juli replicó con dos bellas chicuelinas de manos muy bajas y una tijerillas, que cortó a fuego el viento y entusiasmó. Un revuelto de emociones. Vino faena bonita después, porque hubo búsqueda y encuentro. Colocaba muy bien la cara el toro y con nobleza. Vertical, hasta el final y con los vuelos. Tras los vuelos de la muerte fue el toro, entregado el torero, vaciando la embestida un cuarto más allá y bajo el coro del olé, que no hay música más honda. Al sentir el cuajo al natural se vació después en una tanda diestra soberana rematada con un pase de pecho a la hombrera. Era la tarde de su regreso. Se notaba. Esa luz. La estocada abajo afeó lo hecho y el trofeo se pidió pero el palco no quiso.

El Juli, durante la faena de muleta

Y el quinto, amnésico perdido también, de que El Juli se fue hace unos días de aquí príncipe de Sevilla. Le destronó, primero la espada versus el presidente y después el toro de Jandilla a fuerza de bufidos. A la espera y violento en las arrancadas no había nada que esperar sin desesperar. No se alargó y su acierto con la espada resultó, a las claras, un desacierto.

Roca Rey se fue a portagayola a recibir el tercero. Todo un misterio en la barriga debe caer ahí en décimas de segundo. Una larga vino después y las ilusiones que duraron lo mismo que el toro. Nada y menos. Los albores. Los comienzos. Un suspiro y se acabó, aunque no se lo propuso.

Huía el sexto, que era noble, que tomaba el engaño por abajo, pero huía como si le persiguiera el diablo ajeno a la ambición del torero peruano en busca del triunfo como perro de presa. Antes de que cantara la gallina ya de todas todas y cuando todavía estaba a medio gas, le pegó alguno extraordinario. Si la historia era taparle la cara y ligar, el toro era un huracán porque la tomaba muy por abajo, pero le costaba querer dos, ni decir tres, sin reprimir sus muchas ganas de salir pitando. Roca no se desanimó. Persiguiéndole, a la vez que daba la vuelta al ruedo con el toro vivo le fue sacando faena. Espada de medio filo y palmas para el torero.

Antonio Ferrera abrevió a la fuerza con su primero por incapacidad para mantenerse en pie. Y se alargó con un sexto sin gloria.

Fue la tarde de la vuelta de El Juli a Sevilla. El día que salió a saludar nada más acabar el paseíllo. No pudo ser. Y nos vino la resaca. Pero cortita.