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Talavante: «El torero está condenado a su espíritu y si no torea se amarga»

El diestro extremeño toreará mañana junto a Finito de Córdoba y Morante de la Puebla en uno de los carteles estrella del abono isidril

El diestro extremeño despliega el capote sobre la ciudad de Madrid, desde una de las torres KIO
El diestro extremeño despliega el capote sobre la ciudad de Madrid, desde una de las torres KIOlarazon

Un desafío al bullicio del centro empresarial de Madrid es la llegada de Alejandro Talavante acompañado del maestro Curro Vázquez, su apoderado. Avanzan despacio, absortos, entre calada y calada, ajenos al ir y venir de gente en plena Plaza Castilla. Nada ocurre alrededor, nada que tenga visos de alterarles el pulso. O eso parece. Es como si dos mundos antagónicos confluyeran en lugar y hora y sólo en algún punto, por un momento, se reconcilian para hablar el mismo idioma. El choque con la realidad. Tras el saludo, la bienvenida, nos esperaban las alturas de la azotea de una de las Torres KIO (la de Bankia), infinitas las vistas de Madrid que pellizcan el estómago. Vértigo, sensación de salto al vacío. Una broma comparado con pisar Las Ventas tres tardes. Después, llegaría la entrevista. Ahí Alejandro Talavante, cada día más, da un revés al tópico. Interesa...

–Tres tardes, tres, en Las Ventas.

–Toreo de salón pensando en Madrid. Me he sentido respetado y, por momentos querido, otros no tanto, pero la mayoría de las veces querido.

–El año pasado en una semana vivió el fracaso y el éxito. ¿Cómo se vive eso?

–Fatal. Cuando te pones a soñar no piensas en la pesadilla. Y la pesadilla salió en la tarde que, además, fue mi apuesta.

–En los seis toros de Victorino.

–Cuando salió el último fue un palo duro. No salieron las cosas y me sentía muy decepcionado.

–Pero a los seis días abrió la puerta grande.

–Fue como volver a respirar. Había estado seis días sin oxigenar.

–¿Y cómo fueron?

–Encerrado, pensaba que ya no tenía solución. Creía que después del petardo era imposible. Cuando me quedaba solo pensaba que la gente de mi entorno no tenía otro remedio que darme ánimo, pero que era una utopía darle la vuelta a la situación. Y al final salió la parte imposible que a veces buscamos y llegó cuando más la necesitaba.

–¿Recuperó la confianza?

–En dos días crecí como torero y como persona. A veces hay que creer más en uno mismo.

–¿El miedo de Madrid es el mismo o es distinto?

–El miedo que se pasa en Madrid es brutal y es distinto, porque cargas con la presión del resultado y sabes que ese resultado es sabido por todos. Es el día que necesitas que salgan a flote tus cualidades y estás más atenazado que nunca, porque el toro es más grande, la afición exige entrega máxima y sabe ver la verdad.

–¿Qué hace la mañana de un día que torea en Madrid?

–Antes salía y daba un paseo pero ya no sé ni qué hacer.

–¿Llega el día antes?

–Sí, me gusta estar metido en la corrida y disfrutarla. Vas a torear en Madrid y es un privilegio. Es una oportunidad única de poder expresarte como torero y no hay que perder esa perspectiva.

–¿Cómo se manifiesta el miedo?

–Noto un sudor frío. Yo nunca sudo, incluso en el campo que supone un esfuerzo, pero desde el día antes de torear en Madrid empapo las camisetas interiores y luego me tocas y estoy congelado. Pero esto es algo reciente, con 18 años no me pasaba. Ahora sé dónde me meto y antes venía a Madrid a la plaza que veía por la tele cuando quería ser torero.

–¿Qué se sigue jugando?

–Siempre que un torero decide torear delante del público está bajo el juicio popular y cuanto menos se juega su prestigio, que ya es mucho.

–¿Impone el patio de cuadrillas?

–Yo intento disfrutarlo y estar tranquilo, pero enseguida se vuelve ruidoso y me meto en la sala de toreros, para que el ruido quede fuera y dentro la tranquilidad.

–¿Pasa por la capilla?

–No, nunca.

–¿Es creyente?

–(Hay un silencio). No... No siento esa llamada y no quiero ser descortés, porque entiendo que para muchas personas significa mucho. Igual no creo por simple ignorancia.

–¿Y manías tiene?

–Soy muy ordenado en el cuarto el día que toreo. Si veo algo desordenado es como si estuviera faltando el respeto al toreo, como si no estuviera metido de verdad en la corrida y lo curioso es que en mi vida cotidiana soy un desastre.

–Y con los vestidos, ¿tiene preferencias?

–Estoy deseando crecer un poco para ponerme colores más oscuros. Ahora me veo excesivamente flaco y me sientan fatal.

–Fue en esta plaza, de novillero y sin cortar ni un solo trofeo donde puso a todos de acuerdo.

–Empecé una historia bonita y me gustaría poder disfrutarla muchos años.

–Ha sido quizá el último torero que pasó en el mismo año de ser novillero a tomar la alternativa y codearse con las figuras.

–Sí, y eso tiene la ventaja de conseguir el sueño y la desventaja de asumir muchas cosas cuando no estás maduro ni tienes conocimiento de la profesión. A veces es igual de dura la espera de ese tiempo hasta que llega tu momento, que el tiempo que necesitas para que llegue tu cocción. Es difícil sostenerse ahí con tan poca experiencia.

–¿Pagó la factura?

–Sí, las pagué en las temporadas de 2008 y 2009, pero ahora me siento orgulloso. Lo que parece una suerte o una virtud es también muy exigente.

–Y ahora en este 2014. ¿En qué momento está?

–No lo sé. Un torero no es un momento, es lo que es y da hasta donde da. Lo que dure su carrera te va dando cosas, hay momentos más tristes y otros más felices. Pero igual ni los momentos felices son tan buenos ni los tristes tan malos.

–¿Cree en la regularidad?

–Sí, pero dentro de un límite. Ahora se ha llegado a una regularidad en la que hay que triunfar todos los días sí o sí. Y si para eso hay que saltarse ciertos conceptos es preferible no hacerlo. Ahora si tu concepto es la regularidad pues adelante.

–¿Y se ve ahí?

–No. Tampoco me gusta ser irregular, porque se sufre mucho y lo he vivido en algunos momentos, pero con lo que se disfruta es teniendo una regularidad sin contaminar tu concepto del toreo.

–En estos años le hemos visto conceptos muy distintos. ¿Cómo está ahora?

–Voy toreando como me siento en determinado momento. Mi concepto natural es este último, que es como salí de novillero. Cuando consigues conocer al toro es cuando te permite volver al origen y torear con la pureza con la que comenzaste de niño.

–Ahora que lo tiene todo, ¿no teme perderlo?

–Sí, pero hay un sentimiento que está por encima de la obligación. Lo haces porque eres así. Y de hecho si consigues tu objetivo, que aunque triunfes nunca se consigue al cien por cien, no te das por satisfecho.

–¿Y entonces?

–El objetivo no es el triunfo sino sentirte realizado con el toro, independientemente de las orejas o de la bronca, que es lo que viene después. Que te sientas realizado, sincero y honesto contigo está por encima y es lo que te hace seguir.

–¿Hay una parte de insatisfacción constante?

–Hay una parte de insatisfacción y de necesidad de sentir la emoción de tener al toro delante. Por eso cuando conseguí mis objetivos con 18 años, ¿qué hacía después? ¿meterme en mi casa con unas sensaciones al tres por ciento de lo que había vivido?

–¿Se queda la vida pequeña?

–El torero está condenado para siempre a su espíritu y su espíritu si no torea no lo tiene alimentado y si no lo tienes alimentado estás amargado y no dejas vivir a los que tienes alrededor. Y a nuestro entorno lo volvemos loco.

–¿Y el triunfo importa?

–Importa porque tenemos oídos, y el oído tiene que funcionar.

–Y el oído (los comentarios) ¿duelen?

–Cada vez menos.

–¿Y el entorno dice la verdad?

–El entorno dice mentiras piadosas, pero al torero le gustan las mentiras piadosas. Y si te dicen la verdad te pones peor.

–¿Usted sabe la verdad?

–Sí, claro.

–¿Cuál es su mayor éxito?

–Poder andar por la calle sin tener que cambiarme de acera.

–¿Por qué cambió de apoderado? (Antes Manuel Martínez Erice ahora Curro Vázquez)

–Necesitaba sentir lo que estoy sintiendo ahora. Ver que me quedo fuera de una feria, pero lo hago con honestidad, pensando en mis valores y en que lo voy a arreglar delante del toro. Parece que al decir esto lo anterior ha sido malo y no es así, a veces hasta lo echo de menos, pero no se puede tener todo.

–¿Tiene precio la independencia?

–Claro que tiene precio, pero estoy dispuesto a pagarlo. Cuando te haces independiente sabes que las cosas van a cambiar pero esa parte la tenía asumida e incluso me motiva.

–¿Por qué se rompió el G10?

–Porque interesaba que se rompiera.

–¿Y hasta ahí podemos leer?

–Decir más es una tontería. Interesaba que no funcionara y se consiguió.

–¿Se conseguirá la unión?

–Es difícil que los toreros se pongan de acuerdo con distintas situaciones y sobre todo condiciones. Yo no soy quién para decirle a nadie el camino que tiene que tomar. Igual el mío no es idóneo. Los que tengan condiciones similares irán por el mismo camino y los demás, no.

–¿Cómo ha llevado las ausencias de Sevilla y Valencia?

–Bien. Bien mal. Se pasa mal. Lo que más le gusta a un torero es expresarse y no contar con un escenario como Sevilla o Valencia es una faena, pero espero que las cosas cambien.

–¿Qué aficiones tiene?

–Me gusta mucho el cine, la música, el deporte, el fútbol...

–En Mérida, toreando y con la televisión se atrevió a cantar.

–Sí, me dio por ahí, no estaba pensado y cuando terminé pensé en lo tranquilo que estaría yo si no lo hubiera hecho. Me daba miedo la reacción pero yo lo hice con el máximo respeto.