Bilbao
Toreros bravos ante una de La Quinta con opciones
Buena actuación de Escribano, Bolívar y Pinar, que cortan una oreja a tres notables toros en Bilbao
Bilbao. Primera de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de La Quinta, serios y bien presentados. El 1º, noble, con calidad pero demasiado flojo; el 2º, de buen pitón diestro, con recorrido y nobleza, y sin humillar por el izquierdo; el 3º, desfondado y sin clase; noble, aunque con el fondo justo, el 4º; malo, el 5º; y con movilidad y encastado, el 6º. Menos de media entrada.
Manuel Escribano, de azul y oro, estocada desprendida (saludos); estocada (oreja). Luis Bolívar, de burdeos y oro, buena estocada (oreja); estocada (silencio). Rubén Pinar, de verde hoja y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada (oreja).
Tenía la espada dentro, hasta la empuñadura, cuando pegó el de La Quinta un arreón y volvió a lanzar a Luis Bolívar por los aires, como si lo impulsara. Era la segunda vez que ocurría en poco tiempo. No había sido toro malo, al contrario, pero en la plaza cada descuido se paga. Y a veces caro. No fue el caso, por fortuna en este verano sangriento. Luis Bolívar paseó después el trofeo cosechado. Había tenido el toro movilidad, lo cuidó el colombiano en el tercio de varas. Dos puyazos cortitos y cambio. En el horizonte intuíamos la faena, la ambición al menos de ella. En el centro del ruedo voló la muleta de Bolívar, que viajó lejos por el derecho, como la embestida del toro, noble y con motor. Repetidor. Templado siempre el colombiano cosió pase a pase en tandas muy limpias. Menos entrega tenía el toro al natural, le costaba cogerla por abajo. Aun así lo intentó. Un par de sustos fueron el preludio a pasear el trofeo. Era el primero de la tarde. Y todavía quedaban cosas por pasar. Por ocurrir. El misterio apenas se había desvelado. Fue una corrida con muchos matices, algunos toros con opciones y tres toreros que pisaron la arena negra convencidos. Nadie había venido a Bilbao a pasar el rato. Y menos con la de La Quinta, seria y astifina a rabiar.
El quinto no le puso las cosas para sumar a Bolívar. Era más bien pura resta. Bien lo supo su cuadrilla a la hora de pasar con los palos. Dificilísimo cruzar esa barrera. Apretaba el toro y lo hizo después. Derrotes secos en el engaño, volviéndose casi antes de pasar. Y así por ambos lados. Bolívar no abrevió, que ya tenía mérito, y se justificó.
La rotundidad de Manuel Escribano merece premio. Y lo lleva demostrando toda la temporada. ¡Empresarios, abran paso! Se fue a portagayola en el cuarto toro de la tarde, aunque en realidad le esperó de rodillas casi en el centro del ruedo. Muy apurada le salió la larga ante un toro muy serio. Si apostó en el pase cambiado por la espalda más lo hizo después para torear muy despacio a un animal que iba al paso, con las revoluciones justas, pero que tenía calidad. Le encontró el ritmo al toro por uno y otro pitón, sólido su toreo más allá de dónde fuera el animal, macizo y serio, como su encontronazo en la suerte suprema. Se tiró a matar con todo y se cobró una estocada que tuvo premio. Con dos largas de rodillas hizo su presentación en el ruedo con el primero y sorprendió en un par al quiebro en el que el toro se empotró en tablas (no le pilló a él en medio de puro milagro). Tenía el toro clase en la muleta pero las fuerzas tan al límite que aquello no trascendía y el de La Quinta acabó por desentenderse, quizá antes ya lo había hecho el público.
El sorteo matinal estuvo bendecido. O más o menos. Un toro para cada uno. No suele ocurrir. La suerte es caprichosa. Si a Rubén Pinar no le acompañó aquel tercero tan desfondado como soso, sí lo hizo un sexto que tuvo mucho que torear. Pero no fue fácil. Tenía motor el toro, se metía un poquito por dentro y eso hacía que su embestida pesara. Resolvió Pinar austero. Serio. Asentado y buscando el lucimiento hasta encontrarlo. El trofeo fue para él. Merecido. Ya estamos en Bilbao. Tierra santa para el toreo.
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