Toros

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Tremebunda cornada en el cuello a un Fortes mayúsculo

Fatídica cogida al malagueño que ya había cortado un trofeo en San Isidro

El diestro Jiménez Fortes tras ser empitonado
El diestro Jiménez Fortes tras ser empitonadolarazon

El torero malagueño ha sido operado de dos cornadas “muy graves” en el cuello que contusiona la yugular y la arteria carótida. Su pronóstico es muy grave y se encuentra en la UCI.

El torero malagueño ha sido operado de dos cornadas “muy graves” en el cuello que contusiona la vena yugular y arteria carótida, además de bordear la parótida y lesionar músculo esternocleidomastoideo. El parte médico oficial, firmado por el cirujano jefe de la plaza de Las Ventas, Máximo García Padrós, recoge lo siguiente: “Dos heridas por asta de toro, una en región cervical derecha con trayectoria ascendente y hacia dentro de 15 centímetros que bordea la glándula tiroide y esófago, contusiona la vena yugular y la arteria carótida y llega a la fascia prevertebral; y otra en región submandibular izquierda de 10 centímetros que bordea parótida y lesiona músculo esternocleidomastoideo. Pronóstico muy grave”. Al finalizar la operación en el quirófano de la plaza de toros de Las Ventas, el torero ha sido trasladado a la clínica San Francisco de Asís de Madrid.

Valor tatuado en el cuerpo

Jiménez Fortes vino a Madrid con una sola tarde contratado en toda la feria. Y mira que es larga. Y llegó con el valor tatuado en el cuerpo de arriba abajo. Valor del bueno. Del que es capaz de crear un universo a su antojo en el que el viento, que importunó al resto de los toreros, fuera una cuestión menor. Nada importaba, ni el fulgor de ese aire, ni la descastada y fea corrida que trajo Salvador Domecq. Nada de nada. En el planeta Fortes lo imposible es posible con querer. Así lo había demostrado con un tercero, al que cortó una oreja. Y se la cortó a fuerza de decir aquí estoy yo, venga el destino como venga. Dispuesto a encajar la furia negra, el misterio de la embestida y el veneno del viento. Dispuesto a morir sin necesidad de decir una sola palabra. No es necesario alzar la voz para demostrar que se quiere ser algo en esta aventura de locos, en la que el peaje es demasiado cruel y en ocasiones trágico. Por uno y otro pitón le presentó la muleta con una firmeza de plomo, a pesar de que en realidad no era Fortes quien gobernaba el engaño, el viento hacía tiempo que se había apoderado de él y el torero aguantaba impasible. La conquista de Madrid vino en el final de faena con bernadinas, a mucha distancia del toro y cambiando el pitón en cada uno. Fueron de infarto. Inverosímil el embroque, un ¡ay! apabullante, un suspiro, un milagro en todos y cada uno de los muletazos a ese toro, de corta arrancada y plural en complicaciones. Se tiró a matar con el corazón y en lo alto prendió la estocada que le daba el pasaporte a la primera oreja. Más allá del toreo, imposible con el vendaval, había un torero pidiendo que le abrieran el camino de fuego. Se fue a portagayola otra vez en el sexto. En uno y otro. Y en infinitos de ser necesario. Comenzó a torear, estaba en la mano la fuerza de Madrid, casi la única carta capaz de sacar a un torero de la desidia a la empuja el sistema. Recién comenzaba con la derecha en un tanda de acople y en la siguiente, en la distancia larga, con la furia íntegra se fue directo el toro a por el cuerpo de Fortes. Le encunó de manera espectacular aunque lo que nos dejarían sin palabras y con el cuerpo cortado durante horas fue ver cómo ya en la arena el toro le metió el pitón por el cuello y lo levantó. En esos instantes, el joven malagueño miraba de frente a la muerte. Se hizo un silencio que dolía. Volaron de camino a la enfermería. Don Máximo. Y Dios. Ya no había otra. Puñetera mala suerte. Otra vez. Fortes iba de camino a la enfermería con el cuello abierto en canal. A partir de ahí perdí el contacto con la realidad. Salió Uceda a matar al toro y la gente no se movía de sus asientos. Había esa necesidad de saber que estaba vivo. Un tumulto en la enfermería, en la eterna espera, la familia tan presente. Qué dolor más insoportable.

Uceda se justificó con un lote de pocas alegrías y Silveti, que volvía con la herida de una cornada aun fresca, tuvo que pelearlo, con cogidas incluidas. Hay escenas muy duras y cornadas crueles. Maldito infortunio.