Feria de Málaga
Un genio descomunal se crece en el abismo
Gran tarde de Alejandro Talavante en la Picassiana de Málaga con una grandiosa e inspirada faena al cuarto
Gran tarde de Alejandro Talavante en la Picassiana de Málaga con una grandiosa e inspirada faena al cuarto
- Málaga. Corrida Picassiana. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, Victoriano del Río, Juan Pedro Domecq, Daniel Ruiz, Garcigrande y La Quinta, desiguales de presentación, pero serios en conjunto. El 1º, muy protestón y tardo a pesar de que humilla; el 2º, de ritmo desigual y rajado; el 3º, sobrero de Jandilla, deslucido por la falta de empuje y a la defensiva; el 4º, sobrero de Lagunajanda, devuelto también y sustituido por uno, tris, de Garcigrande (corre turno), gran toro y de extraordinario pitón diestro; el 5º, de La Quinta, toro noble, iba y venía con repetición y desentendiéndose; y el 6º, de Torreherberos, noble y repetidor, justo de fuerza. Lleno.
- Alejandro Talavante, de azul y oro, dos pinchazos, media, descabello (silencio); estocada trasera, descabello (saludos); dos pinchazos, estocada trasera, descabello (silencio); estocada trasera y caída (dos orejas); buena estocada (vuelta tras petición); y buena estocada (saludos).
Era un homenaje a Picasso pero la crueldad de los acontecimientos hizo que en la memoria colectiva lo fuera a Jiménez Fortes. La fuerza del toreo y el mérito de unos hombres capaces de sobreponerse a la dureza sin límite que en ocasiones somete el toro; resulta heroico dejar atrás esas imágenes desgarradoras y tremebundas de Fortes y poner de nuevo la vida en juego. Una legión de ruegos acompaña al torero malagueño día y noche: una infinidad de fuerzas con el corazón a las puertas del Clínico de Salamanca. La plaza de su tierra, la de Fortes, se llenó ayer para ver los seis de Talavante, que no es asunto menor como concepto y mucho menos desarrollo. Si algo tuvo la tarde, además de una puesta en escena bellísima, a cargo de Loren y con la mujer como epicentro de la vida de Picasso, fue la entrega. Entrega sin fisuras, sin mirar el reloj ni contar los tantísimos toros que le quedaban a las espaldas. ¡Lo que debe ser visualizarlos uno detrás de otro! El Fuente Ymbro puso la cabeza a funcionar desde bien temprano, una vez que le paró a la verónica con una ajustada tijerilla. Por ahí, en las estrecheces entre cuerpo y torero que hacen creer en los milagros, deambuló el quite por gaoneras. Un centímetro de error y a la enfermería. Fue toro tardo, humillaba en el viaje, pero lo hacía sumando protestas; a regañadientes. Impecable la puesta en escena de Talavante, vestido de un azul intenso, y corajudo para dejarse llegar al toro y defender con naturalidad las carencias del animal en las cercanías de los pitones. La espada se atascó, pero solventó con un segundo de Victoriano del Río que se rajó casi desde que salió de toriles. Esa delgada línea que mantiene el bravo con el manso. En esa embestida de desigual ritmo logró Talavante encontrarse con el toro en pasajes aislados, sin la fuerza o la contundencia de una tanda rotunda; en plena búsqueda del torero el toro nos alejó del presente, desertó del futuro y se fue a tablas.
A partir de ahí un mal fario se apoderó de todos hasta la extenuación. Un galán de descarados pitones saltó al ruedo en tercer lugar. Y fue para atrás. El sustituto de Jandilla no mejoró la especie, sin empuje y a la defensiva. Cuando nos creímos tener el alma depurada en los lances de recibo al cuarto de Daniel Ruiz se partió un pitón por la cepa. Espera espera, hay más, el cuarto, bis, de Lagunajanda, tenía menos de lo justo de fuerza en los riñones. A corrales. Y corrió turno para dar paso al Garcigrande, más pequeño que el resto, pero de extraordinario pitón derecho. Talavante despertó al genio y lo llevó hasta el límite, justo el que él no tiene. Primero de rodillas jugándose las dos pasadas por el zurdo y encadenando al instante unos segundos de felicidad absoluta por el derecho. Qué cadencia, qué temple, esa suavidad y qué manera de expresar tanto. Todo lo que vino después fue un sueño: el rosario de pases que alargaban tanto las tandas que parecían una espiral de emociones de la que no queríamos salir. Descomunal este Talavante. Gran toro de Garcigrande que fue cómplice sin fisuras, sin miramientos; menos claro por el izquierdo pero también por ahí lograron entenderse en ese idioma privativo a modo de recompensa. Y tras el deleite, tras el toreo sublime en esencia regaló una tanda de rodillas, de genialidad absoluta. El rey Talavante ya había hecho la conquista. Llegó la estocada recibiendo para cerrar el gran círculo de las emociones; lo había bordado en ese canto al toreo, a la llama viva de la tauromaquia por y para estos momentos. Lo tiene todo el genio extremeño.
Corrió turno y se las vio en quinto lugar con el de La Quinta. Espectacular Trujillo. Pura seda por el derecho Talavante, que iba y venía sin grandes aspiraciones, ni buenas ni malas. Un cañón a espadas; al limbo mandó el presidente el premio. En el sexto de Torreherberos nos sorprendió con la actuación de un especialista en salto a la garrocha justo antes de banderillear. Después, gloria bendita interrumpida. Tenía el animal nobleza y repetición, pero de vez en vez le fallaban las fuerzas. Lentitud y sabor. Torería... Una tarde de miserias y descomunal altura.
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