Feria de Bilbao
Una corrida de «Cuádri... ceps»
Rafaelillo salió a hombros tras una gran faena a un no menos gran toro de Cuadri
Valencia. Última de la Feria de Julio. Se lidiaron toros de la ganadería de Cuadri, muy bien presentados y con mucho que torear. El primero y, sobre todo, cuarto, premiado con la vuelta al ruedo, fueron los mejores. Un cuarto de entrada en los tendidos.
Rafaelillo, de coral y azabache, dos pinchazos, estocada entera atravesada, estocada, descabello, dos avisos (saludos); estocada (dos orejas). Luis Bolívar, de blanco y plata, estocada (silencio); pinchazo, media estocada, aviso (silencio). Jesús Duque, de grana y azabache, estocada, aviso (saludos); estocada (palmas).
Finalizó la Feria de Julio como empezó, con una manifestación de antitaurinos a las puertas de la plaza, provocando, gritando e insultando a los aficionados y a la Fiesta sin que nadie hiciese nada por impedirlo o, al menos, llevarlos cien metros más allá. Nada que ver con lo que pasó sobre el ruedo. Allí, se lidió una corrida de Cuadri, muy bien presentada, con cuajo, su seriedad, alzada y plaza, con lámina de toros antiguos. Y exigiendo lidia también de antaño, de poderles, de poner no sólo alma sino además trabajar a base de bien los cuádriceps. Toros con mucho que torear. Complicados, con peligro y pidiendo que se les hiciese todo muy bien.
Y bien lo hizo Jesús Duque, que se vio apurado al recibir a su primero. Tomó el olivo al ser desarmado por un astado que desde el primer momento estuvo pendiente de los toreros y de lo que pasaba en torno suyo, cortando en banderillas, sobre todo por el pitón izquierdo. Duque se dobló con eficacia al iniciar su faena, gobernando con solvencia las embestidas de su oponente, que al sentirse podido, sometido, se paró, acobardado. Probó entonces, valiente, por el otro lado, pero ya no hizo por él el toro. El sexto le volvió a quitar la muleta nada más arrancar el último tercio. Se paró el de Cuadri casi a renglón seguido. Duque lo intentó todo, pero fue en vano.
De cuádriceps tuvo que tirar también Rafaelillo para parar al que abrió plaza, casi más alto que él y con poder. Tuvo este ejemplar, sin embargo, recorrido y se desplazaba con cierta nobleza. Le logró sacar el murciano todo lo que tuvo, estropeando al final lo hecho al tardar mucho en matar. Luego, se estiró al veroniquear al cuarto, otro toro imponente a pesar de que no tuvo una excesiva romana ni desmesurada cabeza. Fue bravo en varas, arrancándose de muy lejos y acudiendo las dos veces que entró al caballo con alegría y viveza, empujando con los riñones. Metió bien la cara en la muleta y fue pronto. Rafaelillo se puso en su sitio y sacó dos series con la derecha con los demostró al toro quién mandaba allí. Captó el animal el mensaje y le costó ya más seguir el engaño. Pero no le dejó el torero, arráncándole otra buena tanda de derechazos y otra más por el pitón contrario antes de adornarse y dejar una estocada fulminante que le valió las dos orejas de «Trastero», un gran toro al que se dio la vuelta al ruedo en el arrastre, mientras la gente obligaba a saludar desde el tendido al ganadero.
Cabeceó mucho el tercero en los capotes y en el peto del caballo. Después, llegó al último tercio muy a la defensiva. Bolívar intentó ponerse bonito más que práctico y apenas pudo esbozar un muletazo.
Se empeñó en llevar al quinto de lejos al caballo, pero no hizo caso. Tardó también el toro en arrancarse a la muleta, pero cuando lo hizo fue con codicia, sin que Bolívar acertase a canalizar su acometividad. Por ello, discurrió su quehacer en probaturas e intentonas que no condujeron a nada.
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