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Exceso de regulación a las empresas
España y Venezuela tienen en común el hecho de que ocupan las dos primeras posiciones en litigios privados contra el Estado
La música maniquea de que los empresarios son malos por naturaleza y hay que ir contra ellos no parece alejarse de nuestra izquierda pese a la evolución de la sociedad. Cierto que siempre puede haber emprendedores explotadores, igual que médicos o arquitectos o periodistas perniciosos. Pero las empresas son absolutamente necesarias. Allí donde se eliminaron y funcionó sólo el Estado, el resultado fue nefasto. Es aún nefasto, pues ahí está el caso de Cuba. El neocomunismo actual de países como China o Vietnam no sólo admite la iniciativa privada, sino que además la incentiva. Los resultados lo avalan. A ningún gobernante en una nación sensata se le ocurre atizarle un día y otro a sus principales grupos privados, generadores de riqueza, empleo y valor. En España sí. En Venezuela también. España y Venezuela tienen en común el hecho de que ocupan las dos primeras posiciones en litigios privados contra el Estado. Litigios que hemos perdido por cambios regulatorios como los que se produjeron aquí con las energías renovables. Estamos cayendo en juicios en el extranjero y nos están embargando bienes en Gran Bretaña y otros países por tal motivo. La acumulación de regulación es un mal en el que suelen caer con frecuencia los gobiernos de la izquierda. En España le está pasando a las compañías del sector de la energía. A las grandes compañías en general. Es tanta la regulación, a veces contradictoria, que hay que nutrirse de un potente grupo de abogados para no incurrir en errores graves. Si además desde el Ejecutivo se ataca directamente a los empresarios con argumentos peregrinos, el mal acaba siendo irreversible.
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