Opinión
Sánchez hereda a Sánchez
Tendrá que apechugar, junto con Montero y Calviño, que seguirá como vicepresidenta, con su propio legado económico y con sus hipotecas y deudas, y no tendrá a quien culpar
Duke Ellington (1899-1974) fue un genio de la música. Compositor, pianista y líder de la «big band» –orquesta de jazz– fue «más allá del jazz» según sus admiradores. Mito del icónico Cotton Club de Harlem, decía que «las leyes de la herencia son un fenómeno maravilloso que nos eximen de la responsabilidad de nuestras deficiencias». Pedro Sánchez dio la batalla hasta el último segundo de la campaña electoral, pero a pesar de su doctorado, «cum laude», en resistencia, nadie sabe si confiaba en el resultado que ha obtenido que le permitirá gobernar o en uno que simplemente le garantizara su liderazgo en el PSOE, con un grupo parlamentario fiel hasta el infinito. Hay datos contradictorios. María Jesús Montero, la ahora ministra de Hacienda en funciones, que levita con el resultado de las urnas y habla de lo mucho «que nos une con los nacionalistas», que no es otra cosa que «el amor a España», no había movido un papel ni una firma para iniciar la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado para 2024, que tienen y tendrán mucha miga, y no solo por la situación interna. Ahora, lo probable que es no se puedan aprobar hasta el primer trimestre de 2024, lo que obligará a pedir una cierta árnica a Bruselas que, claro, la concederá. Sánchez y Montero, pero sobre todo Nadia Calviño, que seguirá como vicepresidenta, tienen que apechugar con su propia herencia económica y sus propias hipotecas y deudas. El inquilino de la Moncloa se heredará a sí mismo y eso le impedirá culpar a otros. La tradición, desde los tiempos de Felipe González era que los gobiernos de distintos signo achacaban todos los males a sus predecesores como coartada para aplicar las políticas que entendían más convenientes. Los hicieron Aznar, Rodríguez Zapatero, Rajoy y el propio Sánchez.
Las elecciones del 23-J dejaron un mapa político diabólico que, salvo sorpresa descomunal, se saldará con un Gobierno encabezado por Sánchez, que algunos ya definen como Frankenstein II. El problema es que ese Ejecutivo, con un presidente que aspira a perpetuarse en el poder, tendrá que hacer frente a una serie de retos y asuntos económicos pendientes, que no se podrán resolver con la receta de los últimos años, gasto, gasto y más gasto a cuenta de más impuestos y más deuda pública. A partir de enero de 2024, la Unión Europea exigirá más rigor fiscal y eso significa el final del gasto a espuertas, quizá ajustes incluidos. Los informes de los expertos son coincidentes hasta la tozudez. Tres días después del 23-J,Fedea, uno de los grandes centros de pensamiento y análisis económico, publicaba un estudio de Alfonso Novales que afirma que «si bien el PIB español crece con la recuperación de la pandemia, nuestro crecimiento desde 2007 –antes de la crisis financiera– es de los más bajos de la UE27 (media de los 27 países de la Unión Europea). El PIB –la renta– per cápita actual está en el puesto 15 de la UE»/, pero un un 79% del nivel de dicho grupo, cuando era del 98% en 2007, y el 85% en 2019. En el periodo 2017-2022 España ocupa el puesto 22 en ganancias de productividad –por hora trabajada– dentro de la UE27; la manifiesta dificultad en mejorar la productividad continúa siendo uno de nuestros principales problemas». José Carlos Díez, economista socialdemócrata, responsable económico del PSOE en tiempos de la gestora que dirigió el partido en el interregno entre las dos etapas de Sánchez, apunta que España tiene «tres graves problemas estructurales que requieren cambios en la política económica: nulo crecimiento de la productividad, precariedad salarial y elevada deuda pública». Añadía también el pequeño tamaño de las empresas españolas, que «tienen la mitad de la productividad que las microempresas germanas y tienen salarios medios la mitad que las empresas medianas y grandes».
Las pensiones fueron de lo poco de economía de lo que se habló en la campaña. Mejor dicho, Sánchez las sacó al retortero para atacar a su adversario y Núñez Feijóo –hay que decirlo– siempre estuvo incómodo con el asunto y a veces poco acertado. El problema, sin embargo, está ahí, y es uno de los principales de la economía española. El gasto en 2024 podría superar los 200.000 millones de euros. Ángel de la Fuente, director de Fedea, acaba de explicar otra vez que el gasto en prestaciones contributivas está un 30% por encima de los ingresos, lo que obliga al Estado a equilibrar las cuentas, lo que ha generado una deuda de 100.000 millones que va en aumento y pone en solfa los números del todavía ministro Escrivá. Por último, el futuro nuevo gobierno radical, querrá subir los impuestos, pero todo tiene un limite viable y ahora no tiene una herencia a la que culpar de sus deficiencias, como decía el maestro del jazz Ellington.
La Comisión Europea quiere más competitividad en el mercado de capitales
La Comisión Europea que preside Ursula von der Leyen impulsa la llamada «directiva Faster» cuyo objetivo es reducir el gran número de trabas tributarias que existen a la libre circulación de capitales. Intenta acotar, por ejemplo, la retenciones impositivas sobre dividendos e intereses que, a menudo, conllevan tributación doble en un origen aunque, a la larga, y un procedimiento complicado, puedan recuperarse en parte. En cualquier caso son trabas obvias a la libre circulación de capitales.
Las «fintech», la banca del siglo XXI y los efectos de retirar de depósitos con un clic
Idaho es el sexto Estado de los Estados Unidos que está dispuesto a facilitar la creación de bancos que no tengan seguro de depósitos y que no presten más dinero del que tienen depositado. En definitiva, se trata de cambiar el modelo de banca de reserva fraccionaria –los que crean dinero al conceder créditos– y dejar que ese servicio/función lo hagan las llamadas «fintech», bancos de Internet, sobre todo. La retirada de depósitos con un simple clic amenaza con cambiar la banca del siglo XXI.
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