Ana Cardona, autora de "Mi único sí"

Lo mejor para animar a alguien con cáncer es no restarle importancia

En “Mi único sí” (editorial Desclée de Brouwer), esta psicóloga desgrana sus aprendizajes de una enfermedad que le enseñó el valor de la felicidad de lunes a jueves

Hace tres años, el tiempo se paró en seco para Ana Cardona (Zaragoza, 1972). Su vida había dado muchas vueltas hasta esa consulta en la que oyó el diagnóstico: cáncer de mama triple negativo en estado avanzado. Siempre en un proceso de búsqueda continua, Ana había sido novicia de las Hermanas de la Caridad, había estudiado Bellas Artes, luego Psicología, se había casado, tenido un hijo... Pero no fue hasta el tsunami que produjo el tumor en su vida cuando empezaron a encajarle las piezas. Como si la enfermedad, en aquel marzo de 2018, la sentara en una silla y le dijera; “Ahora vas a enterarte de verdad de qué va todo esto”. De aquella experiencia terrible y transformadora, extrajo un libro, “Mi único sí”, que acaba de publicar Desclée de Brouwer. Es un compendio de aprendizajes para “cualquiera que esté pasando por una situación adversa, sea la que sea; a quienes les cueste disfrutar de la vida por sentirse siempre insatisfechos”. Parte de lo que recaude irá la Fundación CRIS contra el cáncer para contribuir a que la investigación avance y se descubran nuevos tratamientos, como el que la salvó a ella.

-¿Cómo te ha cambiado el concepto de felicidad la enfermedad?

-Antes creía que la felicidad tenía que ser una sensación tan maravillosa que al final me resultaba inalcanzable y frustrante. Ahora intento darme cuenta de los momentos buenos que tengo en el día, y quedarme con eso. La felicidad está hecha de “ser consciente”, y de pequeñas cosas.

-¿Qué fue más efectivo para combatir el miedo a la muerte?

-Empezar con el tratamiento me ayudó en este sentido, pensé que tenía una baza. Hoy en día, que estoy en los 5 años de pruebas, el miedo sigue apareciendo. No sé si se resuelve, pero se vive con el. Es cierto que no lo sientes siempre, pero cuando da la cara es intenso. Lo único que puedo hacer para apaciguarlo es confiar.

-¿Cuál es ese otro miedo, el “miedo a la vida”, del que hablas en el libro?

-Son todos los demás miedos que he tenido, y que todos tenemos, a lo largo de la vida: miedo a no gustar, a no tener trabajo, etc… que a veces se viven como algo horrible e irreparable, pero no es así, son consecuencias de estar vivo.

-¿Qué es lo que NO se debe decir nunca a un enfermo de cáncer para tratar de animarlo?

-Hay que diferenciar entre animar y quitar importancia. Hay que animar, y reconocerle a la persona por lo que está pasando, pero no quitar importancia. Es decir, es mejor un “Qué duro por lo que estás pasando, pero vamos a confiar en que te curarás”, que un “Pero mujer, si (sólo) es cáncer de mama, ese se cura, mi abuela lo tuvo y se curó”.

-En el libro nombras varias veces la aceptación como una condición para el bienestar psicológico, ¿por qué nos cuesta tanto? ¿Estamos programados para la insatisfacción?

-¡A veces parece que es así! Pero creo que es cosa de educación y de la sociedad que manda mensajes que están fuera de la realidad del tipo: “El éxito te hará feliz, puedes conseguir todo lo que quieras si te lo propones, si estás delgada, si tienes dinero te querrán, etc…”. Creo que hay que ajustar los mensajes para ayudar a gestionar la frustración y disfrutar de una vida real, que tiene de todo: cosas buenas y malas.

-Explícanos un poco ese concepto de “esmotar las lentejas” al que te refieres como una metáfora para vivir mejor.

-Antes en los pueblos separaban a mano las lentejas de las piedras y los bichos. En esta vida siempre va a ver momentos buenos y momentos malos, y creo que los buenos momentos hay que esmotarlos: hay que separarlos de los malos para poder disfrutarlos sin contaminarlos. Es muy difícil disfrutar de un paseo hoy, si estás a la vez pensando en el marrón que te toca afrontar mañana.

-Afirmas que vivir fuera de la realidad es el camino directo a la infelicidad. ¿Qué es eso que llamas “ataques elefantiles”?

-Creer que todo va a salir mal, que nadie nos va a querer, que los demás son más felices siempre, que si ahora paso por un mal momento nada cambiará… es cierto que a veces las cosas no salen bien, e incluso que salen mal, pero creer en la inmovilidad de los malos momentos, o en nuestra incapacidad para lograr ciertos cambios, es casi como creer que un elefante volando me va a atacar.

-¿De qué gustos te has dado cuenta en tu convalecencia (además de que prefieres coser un dobladillo a hacer pach work)?

-En realidad siempre he tenido bastantes aficiones reconocidas. En lo que he avanzado es en aceptar las aficiones o actividades que no me gustan, aunque queden muy bien en la foto de Instagram o estén muy de moda, y no por ello sentir que me estoy perdiendo algo, como hacer deportes de riesgo, o estar siempre de fiesta. Está bien hacer cosas y disfrutar de ellas, pero no se puede hacer de todo.

-Hablas de la culpa y la victimización durante la enfermedad, ¿cuál es peor y cuál fue dominante en tu caso?

-Sin ninguna duda, la culpa. En toda situación adversa aparece la culpa. Nos creemos que podríamos haber hecho algo para evitarlo, y así pensamos que seguimos teniendo el control, cuando en realidad podemos intentar hacer siempre lo mejor, pero la vida a veces decide por nosotros, y no somos perfectos, no lo podemos controlar todo.

-¿Cómo se lleva inspirar lástima en el otro?

-Lo viví como algo extraño. Me daba la sensación de que ciertas cosas que me hubiese gustado obtener por mí misma (la llamada de una amiga, que me escuchen cuando doy mi opinión, etc…) las conseguía, “sólo” por estar enferma. Por eso ahora si quiero llamar a alguien no espero a que le esté pasando nada malo, sólo lo hago porque le aprecio.

-Es muy interesante eso que dices de que dejaste de anticipar lo peor, que “dejaste de pensar” y solo fluías. ¿Se dio solo?

-Sí, era una necesidad, no estaba preparada para pararme a pensar en mi situación, no lo hubiese podido soportar.

-Muchas personas que han pasado por un trance parecido aseguran que han descubierto que son más fuertes de lo que pensaban. ¿Te pasó algo parecido?

-Sí, aunque en el fondo creo que no me quedaba otra. Ahora cuando vuelvo a preocuparme por una tontería pienso “si has podido con aquello, puedes con esto, no es tan importante”.

-”Vive tu cáncer” es una frase que te inspiró Miriam, autora de los blog: vive tu cáncer y mama en red. ¿qué significado tiene?

-Me pareció admirable que alguien tuviera tantas ganas de vivir que decidiera vivir su cáncer, porque era lo que tenía en ese momento. Me inspiró que hay que vivir e intentar sacar momentos buenos de lo que nos toca vivir: lo bueno, lo regular y lo malo, en lugar de dejar pasar las cosas que no nos gustan. Como cuando es lunes y queremos que sea viernes. Hay que vivir de lunes a jueves, y darse cuenta de que esos días también tienen momentos buenos.

-Cuando vas al médico te identifican como “superviviente del cáncer”. ¿Te encaja la definición?

-Al principio me costaba, pero ahora me va encajando más, y espero estar escuchándola una vez pasen también los 5 años de revisiones.

-Aseguras que ahora te quieres más porque has descubierto que hay cosas en la vida que uno hace (o sufre) solo. Y que no pasa nada. ¿Cuál es la interpretación positiva de este descubrimiento?

-Creo que quererse más es siempre un buen descubrimiento, me ayuda a decidir más por mí misma y no estar a expensas de los demás. Es bueno compartir momentos, amistad, y muchas otras cosas con tus seres queridos. Estar con otros nos hace sentir bien, pero también es bueno no depender demasiado de los demás para poder estar a gusto en la vida.

-¿Sale más reforzada la pareja de algo así? ¿Y la fe?

-La pareja supongo que depende de muchos factores, si la has notado a tu lado, o no. Y la fe… también depende de cada uno, pero creo que es cierto que hay veces que rezar es una de las pocas cosas que puedes hacer.