Opinión
España está abandonando la dieta mediterránea y estás son las consecuencias
El modelo asociado a una menor mortalidad por enfermedades cardiovasculares se ha visto suplantado por una alimentación globalizada
La adherencia a la dieta mediterránea, tan venerada como modelo de alimentación saludable, está experimentando un notorio declive en las últimas décadas. Esto se puede atribuir a diversos factores, desde los cambios en el estilo de vida hasta la globalización de los hábitos alimentarios hacia una cultura occidental común en la que abundan los productos procesados y en la que las hortalizas, legumbres, frutas están perdiendo importancia.
Muestra de ello es que la Encuesta Europea de Salud en España ya recogía en el año 2020 que tan solo el 52% de las mujeres consumía verduras, ensaladas y hortalizas diariamente, bajando hasta el 41% para el caso de los hombres.
Positivamente, solo un 1,5% de las mujeres y un 1,9% de los hombres declaraban no consumir nunca fruta fresca.
Por otro lado, el Informe del Consumo Alimentario en España (del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación) en 2022 informaba que las ventas de legumbres había disminuido un 5,3% frente al informe anterior, y destacaba este descenso tanto en las legumbres cocidas como en la crudas; en el caso de las frutas fresca se observó un descenso del volumen de ventas del 12,2% con respecto al informe dev2021, y el aceite de oliva había disminuido en volúmenes de venta tanto el virgen como el virgen extra, aunque este menos.
Debe hacerse notar también que existen diferencias socioeconómicas en el consumo de ciertos alimentos, y así se observa un mayor descenso del consumo de legumbres en personas con menor poder adquisitivo. Esta variabilidad en el patrón de consumo alimentario también la recogen otros estudios que discuten sobre el consumo de otros productos frescos como la carne y el pescado.
No es baladí que, en este ejemplo, se hayan escogido estos alimentos para realizar un análisis rápido de la dieta en España puesto que las verduras, las frutas, las legumbres [el alimento que no falla en la dieta de los que viven más de 100 años] y el aceite de oliva, principalmente, han sido el eje que vertebraba la dieta mediterránea, garante de la salud de las personas que la practicaban y que mereció la atención del Dr. Ancel Keys en el «Estudio de los siete países».
Este modelo dietético asociado a una disminución de la mortalidad por enfermedad cardiovascular y a unas menores tasas de enfermedades no transmisibles ligadas al estilo de vida (diabetes, hipertensión, dislipemias) se ha visto suplantado por una alimentación globalizada, más parecida a la de los Estados Unidos de los años 60 y 70, que recogía el Dr. Keys en su trabajo, que a los resilientes cretenses que gozaban de tan buena salud cardiovascular en aquellos años, a pesar de las inclemencias sufridas durante la postguerra. Una de las consecuencias de la separación del patrón dietético mediterráneo es el aumento de la prevalencia de las patologías anteriormente citadas.
Según datos del Ministerio de Sanidad, el porcentaje de españoles que padece hipercolesterolemia, hipertensión y diabetes es del 25%, 21% y 9% respectivamente, patologías que son factores de riesgo de padecer infarto agudo de miocardio.
Quizás, los principales motivos de este abandono sean: un cambio en los patrones de estilo de vida, el trabajo a jornada partida, las campañas de marketing, la necesidad de probar nuevos sabores y la eterna búsqueda de la hiperproductividad. Quizás, el habernos acercado a las ciudades haya cambiado nuestras preferencias vitales y por ende también las alimentarias. La rapidez con la que se puede acceder a determinados alimentos, la facilidad de preparación, su mayor vida útil y por supuesto su apetecible sabor ha hecho que hayamos perdido parte de nuestra esencia culinaria, hecho que nos ha llevado a aumentar el consumo de productos hipercalóricos y ricos en sal, azúcares añadidos y grasas saturadas.
Lo cierto es que España es un referente tanto en cocina como en cultura gastronómica, con materias primas de primer nivel y preparaciones culinarias respetadas mundialmente tanto por sus propiedades saludables como organolépticas, no obstante, la dieta promedio de los ciudadanos difiere de lo ideal.
La recuperación de los estilos de vida saludables repercutiría favorablemente tanto en la salud de las personas como en la economía del país.
Es sabido, que, en la actualidad, ya existen actuaciones a favor de la alimentación saludable, como la campaña «5 al día» que promociona el consumo de frutas y verduras.
También las principales asociaciones están modificando sus guías alimentarias con el fin de dar mayor relevancia a las frutas y verduras, pero todavía no se está consiguiendo revertir la sangría a la que se está sometiendo a la dieta mediterránea.
Desde mi punto de vista, sería fundamental actuar bajo el prisma de la prevención primaria, sobre todo en la población infantil, dando una mayor importancia a la cocina y la alimentación saludable en las escuelas y procurando recuperar, desde la base, los hábitos que se han ido perdiendo con el paso del tiempo.
Anxo Carreira es nutricionista y profesor de la Universidad Carlemany, en Andorra.
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