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Rimbaud ilumina de nuevo las librerías y las salas de cine

Frederic Amat ilustra su poemario «Iluminaciones» y el documental «Splendid Hotel: Rimbaud en África», de Pedro Aguilera, evoca la estancia del escritor en Etiopía

 Esta fotografía recoge bien la mirada airada y segura del poeta
Esta fotografía recoge bien la mirada airada y segura del poetalarazonLa Razón

De poeta maldito lo calificó Verlaine, que usó el malditismo como término para definir a los escritores incomprendidos. Los que rechazaban cualquier atisbo de convención social para desarrollar un arte libre y provocativo. Pero Arthur Rimbaud (1854-1891) pertenece a la categoría de mito. A los diez años ya deslumbraba por su precocidad intelectual y maestría en la composición de versos latinos. Sorprende cómo su breve obra, escrita entre los 14 y los 20 años, acabaría renovando la escritura y la experiencia poética, cómo lo convertiría en padre de la poesía moderna y en inspirador de escritores y artistas de todo el siglo XX. El simbolismo, el surrealismo, la literatura «beat», la cultura pop y el movimiento punk son deudores de su poesía, y artistas como Kerouac, Ginsberg, Jim Morrison, Dylan o Patti Smith sintieron su influencia.

Su contemporaneidad hace que siga acaparando la atención –de hecho, el próximo viernes se estrena el filme «Splendid Hotel: Rimbaud en África», de Pedro Aguilera– y que se continúe traduciendo. Eso acaba de hacer Galaxia Gutenberg, que publica una edición bilingüe de las «Iluminaciones» ilustrada por Frederic Amat, 60 páginas a todo color, y traducida por el poeta Miguel Casado. Según el editor Joan Tarrida, «el proyecto es publicar toda su obra, y estas “Iluminaciones” son una primera entrega». Fue el último libro del poeta, escrito entre 1873 y 1875. Sus poemas en prosa son el corolario de una obra que sigue deslumbrando e interpelando a los lectores por su onirismo, su radicalidad profética y su gusto precoz por la ironía disolvente. Rimbaud entregó el manuscrito a Verlaine en 1875, pero no vio la luz hasta octubre de 1886 en la revista «La Vogue». El poeta dejó de escribir con 20 años y se estableció en Harar (Etiopía) como comerciante de café y armas, y solo volvió a Francia enfermo para morir a los 37 años, sin enterarse del impacto póstumo de su obra.

«Admiro la traducción de Casado porque Rimbaud es imposible de traducir, y no digo ya pintarlo», declara Amat, que asegura que «de ninguna manera he intentado ilustrar estos poemas porque es imposible, lo que hice es iluminarlos, porque son enigmas, destellos, y yo he querido adentrarme en él más desde la luz que desde el color. Rimbaud te anima, te deja un pósito poético de su lectura y su musicalidad, y por ahí es por donde he intentado caminar». Amat considera que es «un libro necesario, sobre todo, para la juventud». Como apostilla Casado, «fue el primer poeta que tuvo conciencia de ser portavoz de los jóvenes, por eso es lógico que la generación “beat”, la primera que tiene conciencia de esa idea de la juventud como energía de cambio, se interesara por él. Rimbaud nunca fue un adulto precoz, fue cultísimo y de una energía tremenda, un genio, pero también un adolescente».