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«El submarino»: El infierno bajo el agua

Acaba de estrenarse en AMC esta secuela de la película homónima, dirigida en 1981 por Wolfgang Petersen

La ficción comienza con una abrumadora secuencia del hundimiento de un submarino
La ficción comienza con una abrumadora secuencia del hundimiento de un submarinolarazon

Acaba de estrenarse en AMC esta secuela de la película homónima, dirigida en 1981 por Wolfgang Petersen.

Crónica de la Batalla del Atlántico desde el interior de un sumergible alemán, «El submarino» (1981) no es solo una de las mejores aproximaciones cinematográficas a la Segunda Guerra Mundial, también una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos por su capacidad para generar de forma sostenida el tipo de tensión que le hace a uno morderse las uñas. Es lógico que, ahora, la secuela televisiva que acaba de estrenar AMC no se limite a tratar en vano de emular a su predecesora sino que busque una identidad propia.

Para ello, no se sitúa en octubre de 1941, cuando los alemanes ganaban el conflicto por mar, sino casi un año después, cuando ya no tenían la corriente a favor. Asimismo, el mundo confinado, maloliente y agresivamente viril retratado por la película ha sido reconvertido en uno más abierto e inclusivo. En él no solo hay submarinistas alemanes sino también una valiente heroína, un oficial de la Gestapo, un sacerdote católico, muchas escenas en tierra firme y hasta una escena de sexo lésbico en el cuarto episodio.

Aunque, es cierto, la que abre la serie es la apabullante secuencia del hundimiento de un submarino. Vemos cómo el agua anega la nave, y cómo uno de los tripulantes elige dispararse a sí mismo en lugar de esperar un lento ahogamiento, y nos sentimos envueltos por una atmósfera de amenaza. Lo que sucede después transcurre en el otoño de 1942. Los Aliados han descifrado el código Enigma y el dominio marino de los alemanes, decíamos, está llegando a su fin. En alta mar, un joven equipo de soldados tripula el U-612, liderado por un comandante obviamente inexperto. Mientras tanto en La Rochelle (Francia), donde se construyó la nave, un oficial de la Gestapo de alto rango ocupa su tiempo persiguiendo a la Resistencia local. Los dos hilos narrativos están unidos por las figuras de Frank Strasser (Leonard Scheicher), el operador de radio del submarino, y su hermana Simone (Vicky Krieps), que trabaja en La Rochelle como intérprete. Antes de zarpar, él estuvo involucrado en la Resistencia; ahora es ella la que colabora con el grupo disidente, y a causa de esto se verá empujada al interior de una maraña de sospechas y engaños.

Secuencias claustrofóbicas

Por supuesto, sus desventuras en tierra no son tan vistosas como las escenas situadas dentro del submarino, tan claustrofóbicas que provocan sudores a quien las ve. Experimentamos el ruido, la oscuridad, los ataques de pánico seguidos de repentinos silencios. Todo eso, es cierto, ya estaba en la obra original, pero la familiaridad no supone merma alguna de su eficacia.

Dirigida por Wolfgang Petersen, aquella película fue el primer retrato de relieve de los esfuerzos bélicos producido por el cine alemán. En ella se esquivaba el espinoso tema de la culpa colectiva dejando claro que los tripulantes no eran precisamente fanáticos de Hitler. Algunas de esas actitudes persisten en el nuevo submarino, pero en todo caso la política juega un papel secundario; aquí el grupo parece estar motivado únicamente por el azar, las circunstancias y el instinto de supervivencia. Por lo demás, la serie es igual de efectiva que su modelo a la hora de recordarnos que, pese a que pocos lo dirían a juzgar por el grueso de películas sobre aquella guerra, los ejércitos de Hitler estaban formados por personas, y que cada una de ellas era un héroe a ojos de alguien.