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«I Am the Night»: una buena historia, un mal enfoque
La nueva miniserie, estrenada en TNT, toca de soslayo el fascinante caso de la «Dalia Negra», pero prefiere centrarse en una historia mucho más anodina.
La nueva miniserie, estrenada en TNT, toca de soslayo el fascinante caso de la «Dalia Negra», pero prefiere centrarse en una historia mucho más anodina.
Esta serie da la sensación de ser una ficción de otro tiempo y no solo porque su acción transcurra en 1965. Es más bien que, al contemplarla, nos retrotrae a ese momento de la cultura pop en el que el éxito de la primera temporada de «True Detective» impulsó una ola de historias criminales sucedáneas, a menudo también ambientadas en el pasado, y protagonizadas por estrellas de Hollywood no habituadas a la pantalla pequeña. Cinco años después, el fenómeno provocado por la serie de Nic Pizzolatto ha tenido tiempo de desvanecerse primero y resurgir después de forma más modesta gracias a su tercera temporada. Pero, incluso si hubiera sido estrenada en 2014, la nueva miniserie –que se basa en las memorias de Fauna Hodel y que combina la recreación de hechos reales con la invención de personajes y situaciones ficticios– resultaría decepcionante. Una gran parte del problema es que «I Am the Night» cuenta dos historias paralelas, que a veces convergen, y una es mucho más interesante que la otra. Es, en concreto, la de Jay Singletary (Chris Pine), un reportero que toma demasiadas drogas y sufre un trastorno de estrés postraumático desde sus días como héroe de la guerra de Corea. Su carrera como periodista se fue al garete cuando se acercó demasiado a la verdad oculta tras el caso de la «Dalia Negra» –en otras palabras, el brutal asesinato y desmembramiento de una joven llamada Elizabeth Short en 1949– y llegó a acusar públicamente a un prestigioso cirujano llamado George Hodel. En el presente de la serie, Singletary sobrevive como paparazzi de poca monta, pero sigue obsesionado con aquel misterio nunca resuelto.
En la otra historia, una joven llamada Fauna (India Eisley) descubre que es adoptada y sus intentos por encontrar a su madre biológica y/o a su poderoso abuelo acaban cruzándose con la peripecia de Jay. Una vez unidos por el destino, ambos personajes se adentran en un misterio espeluznante que implica a casi todas las instituciones de la ciudad de Los Angeles.
Desafío a la lógica
Uno de los grandes problemas de «I Am the Night» es que no resulta creíble; muchas de sus situaciones desafían toda lógica: ¿por qué, por ejemplo, insiste Fauna en acudir una y otra vez al clan Hodel incluso después de que alguien relacionado con ellos haya intentado asesinarla? ¿Y por qué forja Jay de repente una alianza con policías que lo han amenazado y le han dejado claro repetidas veces que son corruptos, amorales y muy violentos? En una de sus escenas más llamativas alguien le ofrece a uno de los personajes una bebida y se queda mirándolo fijamente, increíblemente preocupado por si la bebe o no, sosteniendo su propio vaso sin beber un solo sorbo. Es insólito que se salga con la suya.
En última instancia, de todos modos, lo más inexplicable de «I Am the Night» es que ponga el foco en Fauna cuando es evidente que el único foco de interés lo encarna su abuelo, George Hodel, de quien se dice que dio clases de piano con Sergei Rachmaninov, organizó orgías y lideró una secta satánica, que fue procesado por incesto y que hasta figuró entre los sospechosos de encontrarse tras los asesinatos del Zodiaco. En un momento de la serie alguien le dice a Jay: «Algunas historias no quieren ser contadas». El problema de esta historia es que no necesita ser contada, al menos, no así.
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