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Mapaches en España: simpáticos, pero peligrosos

La fuga o la suelta incontrolada de estas mascotas y su posterior reproducción en libertad, sobre todo en la región madrileña, ha convertido a esta especie en un problema creciente.

El mapache, un mamífero de origen americano que como especie invasora tiene un efecto desastroso sobre el ecosistema español, se ha adaptado perfectamente a su nuevo ambiente ibérico, especialmente a la Comunidad de Madrid, de donde no parece tener intención de marcharse.

"El aspecto simpático de este animal, junto con su atractiva imagen en las películas de dibujos animados, han servido para promocionarlo", asegura a EFE el subdirector general de Conservación de Medio Natural de la Comunidad de Madrid, Felipe Ruza.

Hasta hace unos años, el mapache en Europa sólo se podía encontrar en algunas granjas de producción peletera, pero ahora no es raro hallarlo como mascota en los hogares españoles, a pesar de su elevado precio (unos 600 euros).

La fuga o la suelta incontrolada de estas mascotas y su posterior reproducción en libertad, sobre todo en la región madrileña, ha convertido a esta especie en un problema creciente.

Por un lado, "puede ocupar parte de los nichos ecológicos disponibles para la fauna autóctona, como nutrias, garduñas o zorros", para los cuales se convierte en un competidor feroz, indica Ruza, y por otro lado "produce daños en las cosechas, huertas, viñas y maizales".

Por eso, está considerada una "especie plaga"en los cultivos, ya que el mapache come de todo: desde maíz hasta frutas, pasando por el pienso que encuentran en las naves ganaderas y todo tipo de presas, domésticas o silvestres, que encuentran a su paso: patos, pollos, conejos, cangrejos y otras.

Con una media de peso de seis kilos, los técnicos especialistas han capturado animales sueltos de hasta 10 kilos, aunque el ejemplar más grande apresado llegó a pesar unos 28 kilos, detalla a EFE Francisco José García, uno de los biólogos que trabaja en Madrid para erradicar a este mamífero.

Según García, la primera vez que se detectó en España la existencia de estos animales en libertad fue entre finales de 2003 y principios de 2004 en el madrileño Parque del Sureste y, dos años más tarde, llegaban a Azuqueca de Henares (Guadalajara).

"Hicimos un cálculo hace tres años y nos salían unos 450 ejemplares adultos; hoy, sólo entre Madrid y Guadalajara debe haber unos 400", estima este experto, que está elaborando una tesis doctoral sobre esta especie.

No son muchos, si se compara con el caso de Alemania, donde anualmente se cazan unos 25.000 ejemplares, pero las administraciones tratan de reducir su número promoviendo diversas campañas de trampeo como en Castilla-La Mancha.

Ruza recuerda que en 2011 la Administración General del Estado estableció distintas normativas para prohibir la comercialización de la especie.

Además, varias comunidades autónomas han intensificado los controles sobre centros de venta de mascotas y de comercio entre particulares para evitar su comercialización.

Una buena forma de prevenir esta venta es recordar los riesgos que conlleva adquirir uno de estos animales, a pesar de que, según García, "es un bicho muy bonito y tiene todas las características para gustar a los niños; por ejemplo, es afectuoso y lava su comida, y esto lo hace atractivo".

"No hay que demonizarlo, pero hay que dejar claro que no es una mascota: no hay que intentar cogerlo, ni siquiera tocarlo, pues ya se han dado casos de ataques a personas", advierte, por lo que, "si vemos un mapache en libertad, lo mejor que podemos hacer es llamar a los guardias forestales o al Seprona".

Tanto Ruza como García hacen hincapié además en las enfermedades "potencialmente peligrosas tanto para la fauna como para el ser humano"que pueden transmitir estos animales: desde la rabia hasta la lombriz redonda, un parásito intestinal.

La enfermedad producida por la lombriz redonda es "desconocida"en España, pero en EE.UU. y Alemania hay casos diagnosticados sobre todo en niños que tuvieron tratos con mapaches y "es muy peligrosa, porque este nematodo puede producir ceguera si alcanza la fóvea del ojo a través del torrente sanguíneo y, aún peor, alimentarse directamente del cerebro, si llega a él".