Turismo
El “pack” cántabro: los planes que no puedes perderte al visitar La Tierruca
La amplia oferta turística de Cantabria la convierte en un destino suculento para practicar el turismo nacional este verano. Historia, gastronomía y naturaleza se funden en su tierra para nuestro deleite
Este año vamos a tener que elegir con mucha cautela nuestro destino de vacaciones. Por lo pronto, lo más común será quedarse en España, ya lo sabemos, este verano jugamos un doble papel al incentivar el turismo nacional mientras lo disfrutamos al máximo. Aunque esta última parte es la menos complicada. Nuestro país no es uno de los destinos turísticos más deseados en todo el globo por mero capricho, entran en juego la hospitalidad de los nuestros, el excelente comer y beber, el clima soleado, la naturaleza, la cultura, la fiesta, la tranquilidad si se desea.
Uno de los destinos de veraneo más habituales en la península está arriba, al norte, pasados los Picos de Europa como última frontera frente al brusco mar Cantábrico. Es Cantabria, La Tierruca.
La comida es lo primero
El primer placer en Cantabria, reuniendo fuerzas para lanzarnos a la aventura que elijamos posteriormente, es el buen comer, rellenar el cuerpo de nutrientes y si hace falta, añadirle condimento alcohólico de primera calidad. Vuela la imaginación. Cocido montañés y sorropotún, elaborado con bonito en marmita y delicioso para cualquier paladar. Anchoas de Santoña, pescadas para abrir el apetito en compañía de unas almejas a la marinera. Las mejores carnes cántabras, alimentadas desde crías con su hierba fresca y de tierno sabor. Los postres, el sobao o la quesada; los licores, en especial el orujo de Liébana. Los mariscos, los pescados. La amplia variedad gastronómica de esta región puede (debe) probarse en sus restaurantes más jugosos. En Santander lo tenemos claro, haría falta visitar la Calle Tetuán, número 21, donde se coloca Marucho sin llamar demasiado la atención. Es de los mejores restaurantes de pescado y marisco que puedan encontrarse en la capital, y especialmente delicioso sirven el arroz negro.
Si se busca un local fuera de Santander, es sencillo, es sabroso, está en Suances y se llama Restaurante La Dársena. Además de un menú caracterizado por los sabores de Cantabria, celebra a lo largo del año diferentes jornadas gastronómicas que se centran en los productos más exquisitos en función de su temporada: setas, marisco, atún, bacalao skrei, sarda y arroz del cantábrico. Un visita, o dos, merecen la pena para mantener al cuerpo firme.
Visitas culturales de todas las edades
Cuando se tiene el estómago lleno, tras una correcta digestión complacida, puede comenzarse el rastreo de cultura por nuestra querida Cantabria. No le falta cultura, tampoco, a esta buena tierra. Clásica es la visita a los edificios modernistas en Comillas, desde su Universidad hasta el Capricho de Gaudí, pasando sin prisa por el palacio del Marqués de Comillas. Los mejores arquitectos catalanes de los siglos XIX y XX quisieron estampar en este pequeño pueblo algunas de sus obras más emblemáticas.
Igualmente conocida es Santillana del Mar, la que dicen la ciudad de las tres mentiras: ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Pero rebosa belleza. Su valor histórico y artístico cuenta con apuntes de múltiples tramos de nuestra Historia y cualquier apasionado de las vidas pasadas puede encontrar aquí un reducto de deleite personalizado. Especialmente famosas son las Cuevas de Altamira, decoradas con pinturas rupestres que datan del Paleolítico superior y que han llegado a denominarse como “la Capilla Sixtina del arte rupestre”. No es fácil visitar las cuevas originales debido a su delicadeza, el mero hecho de exhalar dióxido de carbono desde nuestros pulmones puede deteriorarlas gravemente, pero una excelente reproducción de las mismas podría saciar el apetito por descubrir las formas de nuestros antepasados más antiguos. Cada viernes se realiza un sorteo donde se elegirán cinco visitantes, y los afortunados sí podrán observar las cuevas originales durante 37 minutos. Cruza los dedos, da tres vueltas y escupe al suelo. A ver si así te ganas el favor de la suerte.
La Colegiata de Santa Juliana, a las afueras de la localidad, es una excelente muestra de la arquitectura románica del siglo XII. Fue construida para venerar las reliquias de una joven mártir, Juliana de Nicodemia, que fue asesinada en Asia Menor en el siglo III, por orden del belicoso emperador Diocleciano. Actualmente las reliquias se guardan en Nápoles, pero los detalles de las columnas en el templo, así como sus bóvedas de crucería, hacen que cualquier visita merezca la pena. Y si seguimos hablando de colegiatas construidas al estilo románico en el siglo XII, otro símbolo de estos recios edificios en Cantabria sería la Colegiata de Santa Cruz, en Castañeda. Habitualmente cerrada, es necesario llamar con antelación para que nos la abran y podamos deleitarnos con su interior.
De vuelta a Santander, la ciudad tiene bellezas para mostrar incluso al espectador más exigente. El Palacio de la Magdalena, originariamente construido para albergar a la familia real española y uno de los destinos vacacionales más habituales de Alfonso XIII hasta su renuncia al trono en 1931, es ahora un enclave turístico preferencial en la ciudad y propiedad de su ayuntamiento.
Naturaleza viva en La Tierruca
El plato fuerte de Cantabria lo conocemos todos. Es su naturaleza, viva, coloreada de los verdes más intensos, ensombrecida por las montañas y jugueteando con el mar. Para los amantes del senderismo no hace falta complicarse demasiado, basta con seguir una de las rutas señaladas en el Parque Natural de los Picos de Europa. La recomendación por excelencia es el teleférico de Fuente Dé, previo a una maravillosa ruta de trece kilómetros que sumerge al visitante en los aromas más profundos de esta tierra, recorriendo los Puertos de Áliva por los hayedos de Igüedri y del monte de la Serna. Antes, o después, si se encuentra alguna forma también durante, debe saborearse un cocido montañés en Potes para rematar el día perfecto.
Más naturaleza, más vida. El parque de la naturaleza de Cabárceno permite un recorrido de 20 kilómetros mientras se observan 112 especies, varias de ellas viviendo en semilibertad, de una manera muy diferente a los zoológicos convencionales. Fue inaugurado en 1989, aprovechando el amplio espacio que había dejado una vieja mina de hierro, y entre sus loables funciones cuenta con la de proteger especies en peligro de extinción y arduas tareas de educación ambiental. Aquí se aprende a amar la naturaleza y respetarla con la plenitud de su nobleza, sin necesidad de coger un avión y vaciar los bolsillos en los safaris africanos, y ofrece también algunas zonas botánicas con plantas procedentes de cada rincón del mundo. Es una visita excelente para hacer con los niños, gracias a la amplia variedad de zonas de recreo, miradores y su parque infantil.
Pero la naturaleza no es superficial, en ninguno de sus sentidos. No busca agradar a nadie, a ella no le importa ganar ningún concurso de belleza, y no se encuentra únicamente sobre el suelo que pisamos. Miremos debajo. Atravesando ese suelo rico en vida. La Cueva de El Soplao puede sorprender a más de uno. Lo que antaño fuera una mina compuesta por 20 kilómetros de galerías, es ahora una delicia a ojos del público, un reconocimiento a la tradición minera en Cantabria y a su vez un reconocimiento a la propia tierra. Es belleza. Excéntricas, estalactitas, estalagmitas, coladas, columnas, perlas de las cavernas, dientes de perro, todas ellas refulgiendo en su tono particular, colorean de hermosura las entrañas de la tierra, como si esta fuera la guarida del sol durante las noches.
Que no se olviden las playas
Claro que no pueden olvidarse las playas cántabras. Son la última frontera que separa este paraíso de belleza frente al mar oscuro. Al igual que ocurre con su arquitectura, gastronomía y naturaleza, las playas en Cantabria cuentan con un aspecto polifacético, diseñadas por una mano superior para paliar una amplia gama de gozos. Los surfistas las conocen bien. Especialmente en Liencres y la Isla Santa Marina, esta última reconocida por los mejores surfistas debido a la famosa ola que se forma para su disfrute.
Un estilo de playa diferente, más brusca y rebelde, la encontramos en la ría de Tina Mayor. En la desembocadura del río Deva, en el punto exacto que delimita la frontera entre Asturias y Cantabria, un grandioso estuario representa este cruento combate entre tierra y mar, cuando el mar consigue empujar con fuerza y avanzar unos metros victoriosos tierra adentro. Merece la pena visitarlo. Transmite al visitante una sensación de paz duradera para meternos en el bolsillo antes de regresar a casa.
Si hablamos de playas para disfrutar de una mañana en familia, amplias y extendidas como manteles de arena, aquí encontramos tres ganadoras ostentando sus respectivas medallas en el podio del verano: Gerra, Somo y Noja. Una el lunes, otra el martes y la tercera el miércoles. Y vuelta a empezar si lo consideramos preciso. El plan ideal en estos casos pasa por no complicarse demasiado, basta con una toalla, buen ánimo y quizás algún bocadillo para matar el gusanillo cuando el sol y las horas en el agua lo despierten. Aunque el jueves también podríamos añadir la playa de Trengandín.
Si prefieres privacidad, el abrigo de las rocas y su ensordecedor silencio, también puedes encontrarlos. Basta con caminar unos cientos de metros en Santander hasta llegar a la playa de Mataleñas, o visitar la playa de la Arnía en Piélagos, o buscar en Bareyo hasta encontrar la playa de Antuerta. Las tres son calitas recogidas frente al Cantábrico que, si consigues encontrarlas antes que otros, serán prácticamente una playa privada debido a las futuras medidas de seguridad por el coronavirus. Es importante que juguemos con las cartas que nos tocan y volverlas a nuestro favor.
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