Viajes

Las sirenas existen y se llaman Bajau

Esta asombrosa etnia asiática es capaz de aguantar 13 minutos bajo el agua, a 60 metros de profundidad, con la facilidad que nosotros caminamos por la calle

Un bajau muestra el último pulpo de sus capturas diarias.
Un bajau muestra el último pulpo de sus capturas diarias.James Morgan

Resulta excitante comprobar como la teoría de Darwin funciona. Se descubre en los elementos más comunes cómo evoluciona el mundo, cada verano cuando volvemos al pueblo y observamos que tal o cual árbol ha crecido unos centímetros, al escuchar las primeras lluvias de abril y ver las flores abrirse. Si los periódicos anuncian que este o aquel animal ha cambiado sus costumbres. Nosotros mismos evolucionamos en nuestro pequeño mundo que es el cuerpo. Las orejas y la nariz se agrandan con el paso de la edad, y un día acudes con un agudo dolor de tripa al hospital para que te diagnostiquen apendicitis. Pero no te preocupes, comenta el galeno sin darle importancia, ya no lo necesitas para nada.

Los miembros de la etnia bajau son el ejemplo vivo de la evolución humana. De la adaptación al entorno, sin importar lo grosero que sea. Mientras las personas corrientes apenas aguantamos un máximo de 2 o 3 minutos bajo el agua, siempre orgullosos de nuestro récord al salir con una sonrisa boba de la piscina, estos habitantes de ciertas islas en Malasia y Filipinas pueden sumergirse durante 13 minutos – algunos incluso más – por debajo de los 60 metros. En términos científicos esto se califica como burrada o barbaridad, o animalada, según los incisos.

El milagro evolutivo

¿A qué se debe esta milagrosa habilidad para bucear? Es el entorno. La costumbre y la evolución. Durante siglos han basado su supervivencia en la pesca con arpón de jugosos pececillos, transitando las zonas de coral en torno a sus islas, y pez tras pez, su cuerpo fue transformándose para facilitarles la tarea. Parece ser que el naturalista inglés no andaba mal desencaminado.

Las casas de los bajau son sencillas y frágiles. Su tradición nómada les obliga a cambiarlas constantemente.
Las casas de los bajau son sencillas y frágiles. Su tradición nómada les obliga a cambiarlas constantemente.Fabio AchilliCreative Commons

La investigadora Melissa Llardo, del Centro de Geogenética de la Universidad de Copenhague, fue la primera en realizar descubrimientos evolutivos en esta apasionante etnia. Tras descubrir que las focas, unos mamíferos que pasan la mayor parte de su vida bajo el agua, tienen el bazo de un tamaño desproporcionado, decidió estudiar el mismo órgano de los bajau. Y no fue mala idea. Aunque es posible vivir sin bazo y tendemos a considerarlo inútil en nuestro cuerpo, la realidad es que este órgano defenestrado es extremadamente provechoso en la generación de glóbulos rojos y a la hora de fortalecer el sistema inmunológico. Y ya sabemos que los glóbulos rojos transportan el oxígeno a través del cuerpo, y que el oxígeno es lo que nos falta al sumergirnos en el agua.

Sorpresa. El bazo de los baju tiene casi el doble de tamaño que el de una persona corriente. Sorpresa. Tras analizar el tejido de sus pulmones, extrañado porque la presión del agua a sesenta metros no los hiciese estallar, el doctor Richard Moon, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, descubrió que estos eran más resistentes que los de cualquier otro ser humano.

¿No es excitante? Ellos son criaturas algo menos desfavorecidas que nosotros en el peligroso terreno del agua. Si encuentran un tiburón durante su buceo, quizá tengan tiempo para esquivar su primera embestida.

Los bajau en la actualidad

Aunque el tiempo también evoluciona – y qué no – hasta que nuestras propios avances genéticos se quedan obsoletos frente a su brutal velocidad. Por eso las tribus que quedan de bajau sobreviven ahora como buenamente pueden. Sus costumbres se han visto obligadas a cambiar, dividiéndolos en dos grupos. Unos aguantan obcecados su estilo de vida tradicional, todavía nómadas por las islas del Pacífico, y reciben el nombre de “gitanos de mar”. Como los gitanos de la tierra, ellos son más libres que otros y no se dejan engañar con facilidad. El resto malvive criando pepinos de mar, aprovechando su extraordinaria capacidad de buceo. A esos se les llama “vaqueros de mar”.

Poblado bajau en Malasia.
Poblado bajau en Malasia.Torben VenningCreative Commons

El romanticismo desaparece con los años. Es un no parar. La ideal etnia pescadora se siente hoy atrapada por los cambios, unos que, en realidad, no han elegido, y cientos de años de evolución corren el peligro de irse al traste. Ya no es posible pescar sin permisos. Ya no es fácil conseguir los papeles necesarios para residir en el país adonde migran las mejores presas. Todo se desmorona, como decía Chinua Achebe, y los bajau mantienen el pulso a duras penas.

Entristece descubrir que en la actualidad, los llamados “gitanos de mar” son conocidos por sus prácticas de pesca irregulares, utilizando explosivos y cianuro para aumentar sus remesas. También les han prohibido la extracción de corales. Esta última limitación parece sensata pero, cuando se descubre que la contaminación de los países que marcan estas leyes es infinitamente más destructiva que la práctica tradicional de un reducido grupo de personas, esta limitación suena cruel. Injusta, tal vez.

Tras esta breve presentación del maravilloso pueblo bajau, con sus altos y sus bajos, suelto al lector para no agotarlo, y lanzo una pregunta al aire para que medite por su cuenta. Quizá sea porque hoy me siento nostálgico. Esta voraz evolución del mundo que tanto enorgullece a algunos, ¿es la mejor que podíamos conseguir? ¿O se desarrolla tan acelerada que no acierta a hacerlo con la coherencia que requiere? Puede ser que en el complicado equilibrio de los bajau encontremos una respuesta.