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¿Se va a caer la torre de Pisa?

Después de 900 años de incertidumbre, parece que la famosa torre inclinada ha logrado estabilizarse

Dos turistas chinos se sacan una fotografía con la Torre de Pisa
Dos turistas chinos se sacan una fotografía con la Torre de PisaFABIO MUZZIAP

Es de sobra conocida la torre de mármol blanco que se encuentra en la Plaza del Duomo de Pisa, construida como campanario de la catedral más antigua de Italia. Todo aquél que la haya visitado, ha conseguido hacerse la clásica fotografía como jugando a los gigantes, fingiendo que la sujeta o apoya en ella la planta de un pie, todos nos hemos sorprendido con su estrambótico equilibrio. Y no es para menos. Aunque el campanario de Suurhusen en Alemania o la Colegiata de Santa María del Sar en Santiago de Compostela son otros ejemplos de edificios inclinados, quizá tan estrafalarios como la torre italiana, debe reconocerse que esta acompaña su inclinación con una belleza, una delicia en su estética, que no puede dejar de maravillarnos.

Por qué está inclinada

Puede decirse que la inclinación de la torre de Pisa se debe en parte a una falta de planificación. Resulta que, cuando Bonanno Pisano diseñó en 1173 la primera planta de la torre, rodeada con sus famosos arcos ciegos de brillante mármol blanco, por alguna razón alarmante no se le ocurrió hacer cimientos que soportasen más que una planta. La torre se mantuvo tan recta como cualquier otra, tan hermosa, y supongo que su arquitecto recibió felicitaciones muy calurosas. En 1178 se construyeron las dos plantas siguientes y las felicitaciones se cortaron abruptamente. La torre se inclinó tres metros hacia el norte. Debió ser un escándalo.

Imagine ahora el lector que está haciendo el indio en la playa. Por alguna razón ha decidido hundir los pies hasta los tobillos en la arena y así se queda, con los pies muy juntos y las manos pegadas al cuerpo. Si viniese una ola hacia él, o le diesen un leve empujón, caería al suelo sin remedio. Por otro lado, si estuviese enterrado hasta las rodillas, su posición sería mucho mas estable frente al oleaje y los empujones. Algo parecido pasa con la torre de Pisa. Debieron enterrarla hasta las rodillas y casi pueden vérsele los tobillos. Con 55 metros de altura y un peso que roza las 15.000 toneladas, solo tiene 3 metros de cimientos.

La torre junto al Duomo de Pisa.
La torre junto al Duomo de Pisa.schmidmatthieupixabay

Por supuesto que sus constructores procuraron arreglar este error al percatarse, y los pisos siguientes fueron edificados con un ángulo que contrarrestara la inclinación. También fue afortunado que la construcción de la torre tuvo que detenerse durante un siglo debido a las diferentes disputas entre los pisanos y sus estados vecinos: esto permitió a los famélicos cimientos asentarse. De haberse construido de una vez con todos sus pisos, la torre de Pisa se habría derrumbado hace siglos. Fernando di Vincenzo retomó su construcción en 1272 y Tommasso di Andrea Pisano fue el encargado de culminar la famosa torre con su campanario, el piso superior, en 1372, casi 200 años después de que se iniciase la obra.

¿Cómo se evita su derrumbe?

No hay por qué alarmarse. La torre de Pisa no se caerá, o eso aseguran los expertos, al menos durante los próximos dos siglos. Estuvo al borde del derrumbe pero ya permanece fuera de peligro.

En 1964, cuando la torre ya se había inclinado casi seis metros, el gobierno italiano lanzó una voz de alarma para evitar su caída. Consiguieron reunir a un número de ingenieros, arquitectos y matemáticos en las Islas Azores, con el fin de encontrar una solución al peliagudo problema. Debían andarse con cuidado, sin embargo. Alessandro della Gherardesca ya había intentado arreglar el destrozo a su manera y trazó un camino que descubriese la base de la torre, solo para lograr que esta se inclinara todavía más.

Tras dos décadas de reflexiones, la torre se cerró al público en 1990 por medidas de seguridad. Subir a la torre de Pisa era por entonces una aventura peligrosa. Blanca, reluciente, fría al contacto. Se temía que la constante afluencia de visitantes en el interior de la torre, subiendo y bajando sus escaleras, golpeando las paredes y chillando excitados, terminarían por causar una catástrofe irreparable. Permanecería entonces cerrada al público durante once años, hasta diciembre del 2001, después de que los expertos completaran el mejor remedio que pudo ocurrírseles: quitar 38 m3 de tierra de la zona inferior de la base, para así estabilizar la torre. Fue un éxito porque consiguieron reabrirla con una inclinación de 3,97 grados cuando antes de la reforma se encontraba a unos peligrosos 4,51 grados.

La torre de Pisa no se va a caer, al menos en un futuro cercano. Tras casi 900 años en pie, podría decirse que ya está acostumbrada a soportar su delicada personalidad. Existen estudios que incluso señalan a su inclinación como la responsable de que la torre haya aguantado tantos siglos en una región donde los terremotos son habituales. Quién sabe. Al final va a ser que Bonanno Pisano tenía sus razones cuando diseñó aquellos cimientos de tres metros.