Viajes

Reconcíliate con la tierra en la comarca de Las Hurdes

En la frontera de Extremadura con Salamanca palpita con fuerza una de las regiones más misteriosas y bellas de España

Hurdes.
Hurdes.Alfonso Masoliver

La película es terrorífica. Cuando Luis Buñuel quiso mostrar a la sociedad francesa las carencias que sufría España durante la primera mitad del siglo XX y se marchó a la comarca de Las Hurdes para grabar una especie de película documental, el resultado fue terrorífico, casi siniestro. Frente a la cámara desfilaron niñitas desaliñadas y carcomidas por el paludismo, hombres con el bocio atrancado en la garganta, campesinos empobrecidos que no tenían otra cosa que sus propios excrementos para abonar la tierra. Y de fondo se escucha la voz del cineasta que describe con una sinceridad que roza la crueldad la precariedad de sus vidas. Si quieres ver la película solo tienes que pinchar aquí.

Después de ver el filme, cualquiera siente una curiosidad enorme por visitar las Hurdes y comprobar cómo ha evolucionado esta comarca extremeña a lo largo de los años. Es el morbo que todos llevamos dentro. Y cogemos el coche y vamos hasta aquí con el corazón en un puño, expectantes, temblorosos, con las botas pisacacas bien abrochadas para no contagiarnos de cualquier porquería. Somos los paletos de ciudad que piensan que el mundo es como en las películas. Solo es un alivio que los años les han sentado bien a las Hurdes. Hoy lucen muy hermosas. Brillantes. Entonces lo que comenzó como un viaje en busca de la miseria retransmitida se transforma en un fin de semana cargado de belleza extremeña, angostos valles donde apenas entra una pizca de luz, naturaleza bruta, bocanadas de libertad encerradas entre olivares.

El valle poblado más estrecho de Europa

Cuenta una leyenda que durante la época en que los musulmanes controlaban este pedazo de paraíso incomprendido, obligaron a todos los hombres a combatir en una batalla, y fue catastrófico porque todos los hombres murieron en esa misma batalla, dejando viudas a centenares de mujeres hurdanas. Entonces las mujeres huyeron al refugio de las cuevas más apartadas de las Hurdes, situadas en laderas de montañas tan escarpadas que apenas un puñado de pastores castellanos serían capaces de llegar hasta ellas. Leyenda o realidad tiene sentido que las cuevas fueran prácticamente inalcanzables. Basta con visitar El Gasco, que es el valle habitado más estrecho de Europa, para comprender a las mujeres medievales y buscar un gramo de luz hasta agotarnos, sin encontrarlo. Aquí todo es oscuridad difuminada. Como si una mano poderosa hubiera coloreado las tonalidades de la región con un lapicero gris de punta fina. Dicen que un volcán estalló aquí hace millones de años. Quizá será que todavía no vino el viento para limpiar la ceniza.

Vista de las casas tradicionales de Las Hurdes.
Vista de las casas tradicionales de Las Hurdes.Alfonso Masoliver

Pero hay más que ver y el viajero debe mantener los ojos bien abiertos. No voy a engañarle. Las Hurdes no son el típico pueblo madrileño donde muchos nobles y muy poderosos construyeron palacios, basílicas, castillos y conventos. Aquí no hay nada de eso, en las Hurdes las expresiones del hombre se simplifican casi hasta ocultarse. Hace falta mantener el ojo atento para encontrar los grabados rupestres en Aceitunilla, ya prácticamente confundidos con la roca. Se necesita un tipo de astucia especial para discernir el “Tesito de los Cuchillos” en El Castillo y luego descifrar su primitivo y visceral significado. Lo que Buñuel y muchos otros detrás de él confundieron con pobreza no es otra cosa que la lucha ancestral del hombre con la tierra (que hoy solo vemos en las películas), que unos años resulta en una victoria y al siguiente en una derrota estrepitosa; un amor bruto y sensual donde el hombre acuchilla la tierra y revuelve sus entrañas porque la ama, y la quiere para sí. Una especie de simbiosis escenificada en las edificaciones hurdanas que se confunden con el paisaje y desaparecen después de un pestañeo.

El Meandro del Melero explosiona en este escenario y subraya con un verde esmeralda la compleja belleza que lo rodea. Basta con detener el coche en el Mirador de la Antigua para observarlo y fotografiarlo una, dos, tres veces. Y no muy lejos de aquí, en la localidad de Nuñomoral, dicen que vive el duende Jampón, una criaturilla del todo insoportable y que encuentra un placer especial a la hora de vaciar las despensas de los hurdanos para su propio goce y disfrute. Entonces recomiendo al viajero que mantenga bien vigilada su comida, no vaya a ser que...

Las Hurdes Bajas

A la hora de enfocar Las Hurdes, deberíamos dividirlas en dos partes: Las Hurdes Altas y Las Hurdes Bajas. Las Hurdes Altas ya las hemos conocido. Los pueblos aparecen enquistados contra las laderas de las montañas y se mimetizan con ellas, cientos de terrazas que tallaron los hurdanos siglos atrás aparecen coloreadas con olivares, las calles de las localidades son angostas y estrechas, la luz del sol resbala como los riachuelos de verano por debajo de la tierra. En Las Hurdes Bajas, por otro lado, sí que fluye generosa la luz del sol, los valles se ensanchan, la tierra se aplana y sus habitantes viven al pie de las montañas de una forma semejante al sacerdote que no se atreve a pisar el altar de su dios. Son características de la zona las abejas.

Reconcíliate con la tierra en la comarca de Las Hurdes
Reconcíliate con la tierra en la comarca de Las HurdesAlfonso Masoliver

Las abejas son unas criaturas curiosísimas. Se pasan el día zumbando de arriba abajo, se retuercen para comunicarse unas con las otras en un idioma de jeroglíficos corporales que tardamos milenios en descifrar, chupan el néctar de las flores, fabrican miel, se montan unas bacanales estupendas al refugio de su colmena, luchan contra avispas, idolatran a su reina y si te pican se mueren y te dejan el dedo como una frambuesa. Las abejas son curiosísimas y los paganos de ciudad no logramos comprenderlas del todo. En cambio los hurdanos las conocen a la perfección, es increíble, la simbiosis del hombre y la tierra se prolonga aquí hasta copar toda la naturaleza y donde nosotros vemos miel, ellos ven vida, y donde nosotros vemos vida, ellos ven muerte; y viceversa. Todo se vuelve boca abajo en Las Hurdes Bajas. Nosotros desde fuera no comprendemos nada pero podemos ser apicultores por un día (hay varios lugares donde podemos probar esta aventura) y aprender algunos detalles que nos vuelvan un poco más hurdanos. También podemos aprender sobre la miel de encina, de azahar, de lavanda y de tomillo en el Centro de Interpretación de la Abeja y la Miel situado en Ovejuela.

Pero hace falta dar un paso más para amoldarnos de alguna manera al estilo de vida hurdano, que es mágico. Si el viajero quiere zambullirse con propiedad en su paisaje y codearse con nutrias, linces, cabras montesas y abubillas, entonces debería probar a hacer una de las rutas de día que propone la comarca. Mi recomendación es probar a recorrer la que lleva desde Horcajo hasta el despoblado de El Moral, solo para conocer una localidad hurdana actual y después una despoblada, todavía intacta a cómo se veía en los años en que Buñuel grabó su triste película. Por el camino, si le apetece, podría bañar los pies en las aguas mansas del río Horcajo, aspirando amplias bocanadas de la naturaleza intacta y enérgica que el hombre de ciudad confundió, en su arrogancia, con el color de la pobreza.