Viajes

Juego de doctrinas en Roncesvalles

Merece la pena visitar el mítico valle Navarro con el oído alerta para no embarrarnos en las trifulcas políticas que sobreviven desde hace mil años hasta hoy

Cristalera que narra la Batalla de las Navas de Tolosa, en la Capilla de San Agustín (Roncesvalles).
Cristalera que narra la Batalla de las Navas de Tolosa, en la Capilla de San Agustín (Roncesvalles).Alfonso Masoliver

Pero la verdad es que nadie sabe con exactitud hasta qué punto podemos considerar la fidelidad histórica del Cantar de Roldán. Atribuido a la pluma salvaje del monje Turoldo, probablemente escrito en algún lugar entre los siglos XI o XII, el cantar en cuestión narra las heroicas hazañas de Roldán, sobrino de Carlomagno, un tipo rubio, muy guapo, musculoso y valiente hasta morir. Y de hecho Roldán cayó abatido por muchísimos sarracenos que pretendían aniquilar al ejército franco que regresaba de liarse a palos con otros musulmanes de la Península, o al menos eso canta el Cantar. También nos dice que este mocetón sopló el olifante para llamar a su tío, sopló tan fuerte que le estallaron las sienes pero aun así sobrevivió (y su tío no apareció), Roldán era un tipo duro: con los huesos del cráneo rotos combate contra los sarracenos y muere como un héroe para defender la retaguardia de Carlomagno. Y visto así, Roldán podía ser un Boromir del medievo, ¿o no? Un hombre al que mirar. Un macho pero del buen tipo de macho, con momentos humanos de flaqueza a la que brutos momentos de heroicidad hipnótica.

No sé si el Cantar de Roldán es cosa cierta. Nadie lo sabe. Hasta que se sepa a ciencia cierta, ajo y agua con eso. ¿Pero entonces podía ser tan ridículo el héroe francés (algo así como nuestro Cid que guardamos aquí con muchísimo mimo) tan ridículo igual que Boromir desangrándose en las páginas de su libro, el guion de una película? Incluso se piensa que la “batalla” de Roncesvalles fue en realidad una escaramuza entre alguna tribu vascona y, fíjate tú, una patrulla de gabachos que, vete a saber, quizá tuvo por ahí liado a un primo cuarto de Carlomagno contra el tatarabuelo de Otegi. Vete a saber. El caso es que no está muy claro.

Monumento de la Batalla de Roncesvalles.
Monumento de la Batalla de Roncesvalles.Alfonso Masoliver

Entonces entramos en el Valle de Roncesvalles (Orreaga para algunos) sin saber qué carajo pensar. Tocamos el césped para comprobar si es real. Olisqueamos los pedruscos de la colegiata. Todo en su sitio. Llegas, haces la foto a la fachada principal, pagas la entrada y entras. En el interior te encuentras un hermoso edificio religioso, sobrio pero elegante a una misma vez, se ven algunas cristaleras espectaculares y el claustro nos concede la misma paz que cualquier otro, si sabemos callarnos. Aunque el turismo (o mejor todavía, ciertos tipos de turistas) de hoy dificulta ese silencio imprescindible para comprender las columnas de granito.

La tumba de Sancho el Fuerte

Que no te afecte el ruido. La tumba de Sancho el Fuerte se encuentra según entras a la derecha, en la capilla de San Agustín. Tiene el cuerpo de mármol como desmayado y nadie sabe dónde está enterrada su exmujer.

Dato número 298 sobre Sancho VII de Navarra: dicen que en la Batalla de las Navas de Tolosa, en un momento de embiste guerrero, cortó con su propia espada las cadenas que ataban a varios prisioneros cristianos.

Dato número 73 sobre Navarra: su escudo está inspirado en las cadenas que cortó Sancho el Fuerte para liberar en 1212 a los prisioneros de las Navas de Tolosa.

La simbología que rodea a este rey de los mitos es fantástica: rompió las cadenas que nos hacían prisioneros, venció en la batalla más importante de su vida, era alto y muy fuerte, hijo de un hombre sabio, colérico y santo, santo al estilo de las fieras. Así que la última vez que fui a visitar su tumba en Roncesvalles me encontré con unos paneles explicativos ocupando prácticamente toda la capilla y me fue imposible sacar una fotografía decente; o mejor aún, no conseguí tratar como un verdadero ser humano a quienquiera que esté encerrado allí abajo.

La tumba de Sancho el Fuerte de Navarra, con los carteles robando protagonismo.
La tumba de Sancho el Fuerte de Navarra, con los carteles robando protagonismo.Alfonso Masoliver

Con tantos carteles explicando los métodos astutos de los nobles para mostrar su importancia incluso con su entierro, los ritos funerarios de la empalagosa realeza, etc., la dichosa simbología, dicho con ese tonito que te recuerda que los de Bildu se pasean todavía por el gobierno de Navarra, esos descerebrados machacadores de cultura, los herederos de los asesinos del guapo Roldán, con tantos carteles acorralando a la tumba nos recuerda a las momias egipcias. Pero luego nos enteramos de que el sepulcro del monarca navarro era bastante “primitivo” en sus orígenes, y que este que vemos hoy fue esculpido en 1912, entonces no entendemos a cuento de qué vienen tantas explicaciones precisamente en este lugar. Imagino que un día u otro las quitarán, o pondrán otros carteles.

Pero que la tumba es magnífica, el muerto también, fácilmente desechamos los carteles con las herramientas de la imaginación (aunque los leeremos después porque malos o buenos son útiles para conocer precisamente esos ritos funerarios) y damos las gracias a este fortachón que dio un enorme paso para que yo hoy me llame español. Malacostumbrado por las costumbres budistas y mi afán por los cementerios querría dejarle un ramo de flores de cardo al difunto, o, mejor, dos cigarrillos como ofrenda sencilla. En todo caso nos vamos, salimos.

Una parada indispensable en el Camino de Santiago

Detrás de la colegiata se encuentra el albergue para peregrinos. Es que la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles supone una de las paradas más simbólicas para algunas rutas del Camino de Santiago y, como es lógico, pues tienen un albergue generoso. Si caes por ahí haciendo el Camino te recomiendo que duermas allí. Y si no eres de esos puedes hacer un donativo para los peregrinos, o verlos desde lejos limpiando las botas o reorganizando la mochila, completamente inmersos en su papel de peregrinos.

Capilla de Santiago (Roncesvalles)
Capilla de Santiago (Roncesvalles)Alfonso Masoliver

Me tengo que comprar un buen bastón para caminar. O mejor aún, debería empezar a caminar. Es que este corazón… vaya dilema…. Seguimos.

Afuera nos esperaba otra visita. Es la Capilla de Sancti Spiritus donde dicen que fueron enterrados los caídos francos de la Batalla de Roncesvalles, qué diantre, podría ser que Roldán estuviese enterrado allí. Seguimos. A medio centenar de metros encontramos la Capilla de Santiago. Pequeña, construida con piedra de la zona y que nos incita a entrar. Hoy está cerrada, es por el coronavirus. Mañana también estará cerrada pero un día no lo estará y nosotros estaremos allí para verlo o, mejor, iremos en nombre de quienes ya se han marchado, así de bonito, como los pescados. O irán otros por nosotros, también puede ser. Es este valle con sangre incógnita y trifulcas políticas de mil años hasta hoy, los pesados de siempre, una religión exhausta encaramándose a sus mitos. Confusión, espadas, el fresco de los Pirineos acribillando el espectáculo. Sancho el Fuerte menguando. Iglesias con la piedra intacta y los ritos pisoteados. ¿Qué es este tinglado? Disparos, truenos, rayos, se hace de noche por una milésima de segundo.

Mejor que vayas a Roncesvalles (u Orreaga, qué sabré yo), vente si quieres para saber de qué te hablo.