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Los campos de batalla en España: todo lo que debemos a Bailén
La localidad de Bailén y sus alrededores han sido el escenario de tres de las batallas más importantes en la Historia española
Bailén en la actualidad, arquitectura barroca y sabrosa gastronomía
Pocos países europeos, por no decir ninguno, han experimentado en su tierra el sabor áspero de la pólvora y la sangre en las cantidades en que las ha saboreado España. Desde la conquista cartaginesa, allá en el siglo III a. C, hasta la dolorosa Guerra Civil que culminó en 1939, la importancia estratégica de nuestro país como puerta de entrada al Mediterráneo y los rifirrafes políticos y monárquicos a lo largo de los siglos han provocado que prácticamente ningún rincón de nuestro país se haya librado de los aromas de la guerra. Pero hay una región concreta donde se han librado algunas de las batallas más encarnizadas y decisivas en la Historia de nuestro país, debido a su importancia estratégica como punto de entrada y salida en el sur peninsular. Es la muy noble y leal ciudad de Bailén.
Hoy es una apacible localidad con 18.000 habitantes y deliciosa de visitar, su evidente pasado cultural la convierte en uno de los destinos más apetecibles de Jaén. Su Ruta del Tapeo, disponible durante todo el año, se baraja con sus platos de gastronomía tradicional, entre los que destacan las “papas a lo pobre” y el “andrajo” o “guiñapo” como lo llaman allí, que consiste en un delicioso guiso de liebre que hace de plato único y estupendo almuerzo.
El visitante podrá pasear sus calles y descubrir joyas del barroco como es la ermita de la Soledad, y ejemplos del gótico isabelino en su Iglesia Parroquial de la Encarnación, construida en torno al siglo XV. Su ambiente apacible y soleado la mayor parte del año, ideal para acercarnos en familia y disfrutar de unos pocos días de calma bien merecida, contrasta bruscamente con el violento pasado que ha merodeado desde tiempos del Imperio Romano en torno a este bonito pueblo.
Desde la Batalla de Bailén hasta las Navas de Tolosa
Muchos conocen la Batalla de Bailén o, al menos, todos aquellos que prestaron suficiente atención en el colegio. Conocida por ser la primera derrota que sufrió el brevemente glorioso ejército napoleónico, enfrentó en 1808 a tropas españolas bajo el mando del General Castaños contra los franceses, comandados por el desafortunado Pierre-Antoine Dupont de l'Étang. Pese a su elaborado nombre, este pobre conde encontró su perdición en la Batalla de Bailén, puesto que tras la derrota fue destituido de todos sus cargos por un furioso Napoleón y expulsado de la vida pública. Ocurre cuando pierdes 20.000 hombres, entre muertos y prisioneros, en una sola mañana. Pero el problema principal con el Conde Dupont de l´Étang fue que no leyó la historia suficiente, o quizás no atendió en sus clases del colegio, porque en tal caso hubiese sabido de antemano que las tropas extranjeras que se enfrentan a las españolas en el triángulo de Bailén-Linares-La Carolina nunca sale victorioso.
Cuatrocientos noventa y seis años antes de la estrepitosa derrota francesa, a treinta kilómetros de Bailén - lo que se dice a un tiro de piedra - ocurrió otra vieja derrota conocida por todos los escolares españoles, y quizás de Francia también. Uno se plantea cómo no cayó el recuerdo de este fiero combate en el buenazo de Dupont, si sus propios compatriotas fueron voluntarios cristianos en lo que la Historia conoce como la Batalla de las Navas de Tolosa. En este caso se enfrentaron 70.000 cristianos comandados por Alfonso VIII de Castilla y traídos de media Europa, aragoneses, navarros, leoneses, narboneses, occitanos, miembros de las órdenes religiosas de Calatrava, el Temple y la Hospitalaria, voluntarios portugueses y franceses; contra la friolera de 120.000 expertos guerreros almohades. El resultado de la batalla es casi patrimonio cultural: el dominio definitivo de los cristianos sobre las llanuras manchegas, la apertura de los pasos de Sierra Morena y, poco después, la conquista de Córdoba, Jaén y Sevilla por parte de Fernando III, el Santo.
La importancia estratégica de Bailén
Pero, ¿podrá creer el lector que hubo una batalla anterior a todas estas, y fue en el siglo III a. C? Los campos de Bailén y sus alrededores son veteranos de la guerra, si los viejos árboles de sus dehesas pudiesen hablar, señalarían con sus ramas el horizonte que se extiende y anunciarían: todo esto que ves, antes era guerra. Y de las de verdad. De las que hacen historia. Pero antes de mencionar esta última gran batalla en los territorios de Bailén sería prudente comentar por qué se ha derramado tanta oscuridad en una zona tan hermosa. La respuesta es sencilla: estrategia. El territorio de Bailén se encuentra vertiginosamente próximo a los pasos de Sierra Morena y quien logre acceder a estos podrá conquistar Cádiz con facilidad, siendo Cádiz la puerta de entrada - o de salida, según se mire - del Mediterráneo. Quien tiene Bailén, posee Cádiz, y el dueño de Cádiz controla el Mediterráneo. Bien lo saben los ingleses, que dedicaron siglos en sus intentos por conquistar la ciudad gaditana sin éxito alguno (pirata Drake incluido) y finalmente tuvieron que contentarse con poseer Gibraltar mediante tratados. Bailén no es, por tanto, una región bonita como tantas que pueblan nuestro precioso país. Es, en cierta medida, nuestro país. Escondido en un reducto de 117 kilómetros cuadrados y agazapado a la espera de moldear el terreno a nuestro favor.
Sí, por qué no íbamos a decirlo. Bailén está embrujado, hechiza a todos aquellos que pretendan dañar a los españoles, y si es necesario acude a los límites de la magia para romper las normas básicas de la guerra y volverlas a nuestro favor. Ocurrió en las Navas de Tolosa, cuando la “ventaja” del terreno alto le fue inútil a los almohades, y en la batalla contra los franceses al privarles del agua valiosa que refrescara sus gaznates durante la contienda.
La batalla de Baeluca, crucial para la victoria romana sobre Cartago
Pero hablemos de la última batalla, esta es menos conocida, quizás por su antigüedad, o porque su campeón había vencido demasiadas batallas como para llevar la cuenta de una más. Es la Batalla de Baecula, y enfrentó a las fuerzas de Cartago contra las de Roma, estas últimas al mando de Escipión el Africano. En este caso, el interés del cónsul romano pasaba por tomar la zona de Bailén para lanzarse sobre la base de operaciones cartaginesa, Gadir (Cádiz). En este caso, quien tuviese Bailén abría la puerta no solo al control del Mediterráneo sino de la Península Ibérica en su conjunto. Como terminó por suceder.
Si bien es cierto que el concepto de “España” o cualquiera que se le pareciese es bien posterior a esta época, sí podemos afirmar que nuestro estado encuentra sus bases en el Imperio Romano, y pocos nos salvamos de alguna traza de sangre romana. Bailén debía imaginarlo, que estas sandalias italianas darían paso años después al país que tanto mima, y se posicionó a favor de las legiones. Otra vez, de nada sirvió a los cartagineses resistirse a las fuerzas de Bailén. Ni sostener una posición privilegiada en lo alto de una colina, ni los elefantes, ni la caballería, ni el pasmoso genio militar de Asdrúbal Barca, hermano del famoso Aníbal. Uno de sus tres ejércitos fue prácticamente desecho y menos de dos años después, Escipión terminó con los dos restantes y controló la totalidad de la Península. Volvió a vencer Bailén. Por algo lo llaman la muy noble y leal ciudad.
Tendrían que pedirle permiso a Bailén
El visitante que este verano acierte en visitar Jaén, y concretamente el territorio de Bailén y su entorno, sabrá ahora que no está pisando un pedazo de tierra tan monótono como cualquier otro (aunque monotonía no sobra precisamente en nuestra tierra), sino un pedazo de Historia española. Conocerá, le animo a profundizar en la materia, que el idioma que habla y sus costumbres y su cultura y las deliciosas “papas a lo pobre” que pruebe en el pueblo deben su existencia a esa tierra en concreto. Ella nos quiso regalar Roma, con sus altos y sus bajos, liberarnos de la invasión almohade y marcar la primera mella en el orgullo de Napoleón. A un precio muy alto, el de la sangre. Por un producto muy valioso, el de nuestra patria. Que muchos intentan destruirla todavía hoy, probablemente los que no atendían en el colegio, sin saber que antes de dañarnos tendrían que pedir permiso a Bailén. Hasta entonces dormimos tranquilos.
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