Viajes
Huele a pólvora mojada en la Real Fábrica de Armas de Eugui
Oculta en los bosques de Navarra, esta fábrica que se utilizaba para el desarrollo de nuevas armas en el siglo XVIII nos revela los secretos del pasado
Uno de los mejores regalos de la Historia es el olvido. Observe que los detalles que para nuestros antepasados fueron motivo de asesinato y de revueltas populares se transforman, a partir de un suceso tan banal como sería la sucesión de lluvias durante un otoño detrás de otro, en un sencillo pero útil letrero explicativo en el museo. Es interesante y casi macabro. Supongo que lo mismo ocurrirá con todo lo que actualmente es motivo de revueltas populares y de asesinatos.
Esta noche solo podemos volver al pasado, y los secretos del mundo de hoy se esfuman. No parece posible que nos permitan visitar con un guía turístico del Área 51, ni la sede del CNI en Madrid, y por supuesto que tampoco podremos ver con nuestros propios ojos todos esos laboratorios que dicen los conspiranoicos que esconden en la Antártida. Tendremos que contentarnos con hurgar en los secretos que mataron a nuestros abuelos y que hoy aburren a los niños en la escuela. Esta noche es tarde pero vengo a contarte un secreto de estos. Anda escondido a la vista de todos en los bosques de Navarra y solo tienes que coger el coche y conducir hasta el kilómetro 15 de la Carretera del Quinto Real para tirar del telón de musgo que esconde prácticamente toda la Real Fábrica de Armas de Eugui. Aquí, el viejo reino de España (y digo viejo porque es viejo, no porque ya no exista) fabricaba al refugio del bosque, ideaba, maquinaba, creaba, fraguaba nuevos tipos de armas para para defender sus territorios.
El Reino de España no conquistaba territorios en el siglo XVIII, precisamente, seamos francos. Casi ni se podía defender. El Reino de España era para entonces un coloso de doscientos años que mantenía con una religiosa rajatabla el orden en el Atlántico, aquí Inglaterra y Francia entraron frescos en el juego pero España era un imperio grande y opulento con una fragilidad parecida a la del cristal. Y fíjese que los yanquis no han durado ni cien años aguantado su juego, y yo no soy el único que lo dice. Casi podría decirse que España eran los yanquis de la época en el tablero internacional, sus secretos los secretos que hoy guardan en Langley y en el Pentágono, cuando un príncipe aburrido inauguró la Real Fábrica de Armas en 1766 porque se lo aconsejó su valido. Supongo que se cuidaron mucho de disparar salvas de honor, no fueran a armar un desbarajuste con la pólvora, y que allí se escurrieron miles de serpientes que son como secretos y unos pocos sueños de científicos desgreñados y geniales escondidos en el bosque navarro.
Un Tony Stark hispano
Así llegamos aquí. Sabiendo que House of Cards es una broma patética en comparación con los rifirrafes mortales entre Fernando VI, su padre y Godoy; que si Tony Stark hubiera existido, probablemente se habría armado en esta fábrica hasta dar forma a una fusión castiza entre Alatriste y Iron Man: obviamente le llamarían el Hombre de Acero. Antonio Fuertes de Ocaña. Arcabucero de renombre, prodigio de la ingeniería española y heredero de un ducado y de cuatro condados por parte de su prima y esposa, un símbolo para las tropas exhaustas de los Borbones desperdigadas por el mundo. Un verdadero héroe hispano. Si hubiera existido, podría haber estado aquí. Es estúpido pero creo que es la única forma que encuentro para comprender ese momento desde el mío, esta referencia infantil al Iron Man revertiano me fascina y me provoca un poquito de miedo.
Aunque tirando del hilo histórico no había ningún programa de ese estilo. Sí que es cierto que no era una fábrica de armas al uso sino que se utilizaba principalmente para desarrollar nuevas armas y maquinarlas, al menos durante unos años, antes de perfeccionar su diseño y mandarlo a las fundiciones del resto del país. Era un centro de I+D del ejército español, para entendernos. La inauguraron en 1755 y tras ser semidestruida por las tropas de Napoleón, después de que España perdiera Sudamérica y no tenía ni dinero ni objetivos por los que desarrollar armas nuevas, cerró definitivamente en 1843. Durante este tiempo, hasta quinientas personas llegaron a vivir entre su carboneras, hornos de fundición, molderías, talleres de calibrado y salas de limpieza de municiones. Incluso contaba con una escuela y una pequeña capilla. Hoy son ruinas de ruinas vacías y cubiertas de enredaderas.
Si esta semana fueras a visitarla puede que te encuentres con algunos arqueólogos trabajando allí, son fácilmente reconocibles porque no hacen ni puñetero caso a los signos de no tocar y lo manosean todo. Es que le están limpiando las tripas de arena a la Real Fábrica de Eugui. Utilizan todo tipo de utensilios extravagantes, picos, cepillos de dientes, y cada día sacan un cachito más, un pedacito de misterio de segunda mano, se tiran encima y lo estudian de arriba abajo como enajenados. Y no es para menos. Tantísimos misterios que quedan escritos en los estratos de ladrillo pueden hacer sentir el gusanillo detectivesco a cualquiera, si tuviésemos la formación adecuada para investigarlo. Claro que los arqueólogos son los detectives del pasado, eso lo sabemos. Verlos trabajar en vivo mientras hacemos dos o tres fotografías a los muros mohosos, como disimulando como detectives de ellos, nos mostraría el renacimiento de todos los sonidos y las imágenes que se ha tragado ese bosque acezante y discreto...
✕
Accede a tu cuenta para comentar