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Chicago: jazz en los clubes y reflejos del lago Michigan


Sinfonía, no solo de música, sino de arquitectura, arte y cultura; esta ciudad debería estar en la lista de todo viajero

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Chicago presume de tener una de las siluetas urbanas más reconocibles del mundoDreamstime

Hay ciudades que se recuerdan por un skyline. Otras, por una canción. Pero hay pocas como esta: una línea de rascacielos que se recorta como una partitura sobre el azul del lago Michigan y una banda sonora que va del jazz al soul, pasando por los ecos de los gánsteres de los años 20 y el latido contemporáneo de una escena cultural en constante ebullición.

Cuna de la arquitectura moderna, la metrópolis nació dos veces. La primera, en 1837: fue en ese año cuando recibió el estatus oficial de ciudad, aunque ya existía como un asentamiento desde antes. La segunda, en 1871, tras el gran incendio que la arrasó y la obligó a reinventarse. De esas cenizas emergió una ciudad pionera, que hoy presume de una de las siluetas urbanas más reconocibles del mundo. Desde la imponente Willis Tower hasta la torre John Hancock, pasando por el elegante Wrigley Building o el neogótico Tribune Tower, este núcleo urbano es un museo vertical al aire libre, donde cada edificio parece narrar su propia versión del sueño americano.

Sí, esta es una de esas urbes que no dejan indiferente a nadie y que siempre tienen algo que ofrecer. Y el mejor modo de “tomarle el pulso” es navegando. A bordo de los famosos cruceros arquitectónicos, se recorren las arterias fluviales de la ciudad mientras se descubren joyas como el Aqua Tower, la Marina City o el Carbide & Carbon Building. Los guías explican cómo esta metrópolis se convirtió en un laboratorio de innovación arquitectónica, con figuras clave como Louis Sullivan o Frank Lloyd Wright dejando su huella.

Desde el agua se aprecian los contrastes de estilo, las fachadas acristaladas, los volúmenes imposibles. Pero también se percibe ese espíritu resiliente de una ciudad que ha sabido transformar su agitada historia en inspiración.

Arte, música, gastronomía y barrios con personalidad propia

La creatividad aquí es tangible. En el Millennium Park, junto al emblemático “The Bean” (la escultura Cloud Gate de Anish Kapoor), el visitante se funde con las formas especulares del acero pulido mientras la ciudad se refleja y se reinventa a cada paso. El Art Institute of Chicago es otro de sus grandes templos, con obras de Monet, Hopper, Van Gogh y una de las colecciones impresionistas más importantes fuera de Europa.

Pero si hay una expresión que define el carácter local, esa es la música. Aquí el jazz no es una moda ni un recuerdo, sino una vivencia diaria. En clubes como el Green Mill, frecuentado antaño por Al Capone, o el Andy’s Jazz Club, se vive con intensidad la magia de las improvisaciones. También se respira blues, soul y rock en escenarios míticos como el Chicago Theatre o el House of Blues, donde la pasión musical se mezcla con historia y autenticidad.

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ChicagoDreamstime

Por otro lado, en Chicago se come bien. Muy bien. Más allá de la icónica deep-dish pizza, que es casi una institución local, la oferta gastronómica sorprende por su diversidad. Desde restaurantes de autor con estrellas Michelin hasta mercados callejeros repletos de sabores del mundo, la ciudad celebra el mestizaje también en sus fogones, con una escena foodie tan vibrante como su arte.

Sin olvidar que los barrios son parte esencial de la identidad chicaguense, cada uno representa una cara distinta de la ciudad. El bohemio Wicker Park, con sus librerías, cafeterías indie y tiendas de vinilos, es un refugio para creativos. En Pilsen, la herencia mexicana se plasma en murales coloridos, panaderías tradicionales y centros culturales latinos. Andersonville, con raíces suecas, ofrece boutiques locales, bares acogedores y una atmósfera relajada. Bronzeville, conocido por su rica historia cultural afroamericana, mantiene viva la tradición. Hyde Park, hogar de la Universidad de Chicago, combina elegancia residencial y vida intelectual. Y Logan Square vibra con su mercado de agricultores, cervecerías artesanales y una activa comunidad artística. Cada barrio es un universo en sí mismo, con su propia energía, historia y sabor.

Naturaleza y escapadas cercanas

Esta gran ciudad también sabe ser verde. El Lakefront Trail recorre 29 kilómetros junto al lago Michigan, un paseo escénico ideal para caminar, correr o ir en bicicleta mientras se disfruta de la brisa fresca y del horizonte urbano.

En el trayecto, se descubren playas urbanas como North Avenue Beach o Oak Street Beach. Aunque están bañadas por aguas dulces, regalan una experiencia sorprendentemente parecida a la del mar: arena bajo los pies, horizonte infinito, como si el lago jugara a ser océano. Una postal perfecta que mezcla naturaleza y arquitectura.

El paisaje urbano de Chicago se integra con la naturaleza, como si hubiera sido diseñado para abrazarla
El paisaje urbano de Chicago se integra con la naturaleza, como si hubiera sido diseñado para abrazarla Pixabay

Para quienes disponen de un día extra, hay destinos cercanos que bien merecen una excursión. El encantador pueblo de Galena, a unas tres horas en coche, ofrece un contrapunto bucólico con casas históricas, colinas onduladas y aire de época. Sus calles empedradas, tiendas de antigüedades y ritmo pausado lo convierten en una joya escondida del Medio Oeste.

Otra opción imperdible es cruzar al vecino estado de Indiana para adentrarse en los bosques y dunas del Indiana Dunes National Park. Situado en la orilla sur del lago Michigan, este parque nacional permite una inmersión en la naturaleza sin salir del área metropolitana: kilómetros de senderos, playas solitarias, observación de aves y panorámicas costeras que sorprenden a cada paso.

Y aún hay más. A solo dos horas se encuentra Milwaukee, una ciudad vibrante en sí misma, con museos interactivos, cervecerías históricas, arquitectura art déco y un frente lacustre ideal para recorrer en bicicleta. Un complemento perfecto para quienes deseen ampliar su escapada sin alejarse del espíritu del Midwest.

Una ciudad que se escucha

Este no es un destino que se consuma de una vez. Chicago es un lugar que se explora, que se escucha, que se saborea. Vibrante, creativa, profundamente humana. De día o de noche, desde el agua o a ras de acera, en cada rincón parece surgir una nueva historia. Y ese es su mayor encanto: no importa si se es amante del arte, la arquitectura, la música o la buena mesa. Aquí siempre hay “algo” para todos.

Una ciudad que no se conforma con ser visitada. Quiere ser vivida.