
Patrimonio de la Humanidad
Ni en Italia ni en Europa: el país donde se encuentra el Coliseo romano mejor conservado del mundo
Aunque muchos nunca han oído hablar de él, su majestuosidad no tiene nada que envidiar al Coliseo romano

Cuando pensamos en Roma, lo primero que se nos viene a la mente es el Coliseo, el monumento más emblemático del Imperio Romano y uno de los edificios históricos más visitados del planeta. Quienes recorren la capital italiana coinciden en que es una ciudad espectacular, donde cada dos minutos aparece un monumento digno de admirar.
Sin embargo, un viajero italiano ha descubierto algo sorprendente: el Coliseo mejor conservado del mundo no se encuentra en Roma, ni siquiera en Europa. Se halla en el norte de África, en Túnez, y aunque muchos nunca han oído hablar de él, su majestuosidad no tiene nada que envidiar al coliseo romano.
El anfiteatro de El Djem, el “Coliseo africano”
El anfiteatro de El Djem, situado en el centro de Túnez, es una de las joyas arqueológicas más impresionantes del mundo antiguo. Construido en el siglo III d. C., durante el apogeo del Imperio Romano, fue el orgullo de la ciudad de Thysdrus, un próspero centro comercial conocido por su producción de aceite de oliva.
Con capacidad para 35.000 espectadores, este monumento albergó espectáculos de gladiadores y representaciones públicas muy similares a las del Coliseo de Roma. Pero lo que lo hace realmente especial es su excepcional estado de conservación: gran parte de su estructura exterior sigue intacta, ofreciendo una visión casi completa de cómo eran estos colosales recintos en su época dorada.
Libre acceso y una experiencia auténtica
A diferencia del Coliseo romano, donde el acceso está restringido y suele haber largas colas, en El Djem los visitantes pueden moverse con total libertad. La entrada cuesta apenas 12 dinares tunecinos (unos 3,50 €) y permite explorar las gradas, los pasillos y los subterráneos donde antiguamente se preparaban los gladiadores y se guardaban los animales para los combates.
Como explicó el viajero italiano @diegosworld en el reels que colgó en Instagram: “No hace falta ser un gran amante de la historia para sentir la magia de este lugar. El silencio, la luz del desierto y el eco del pasado hacen que parezca que el tiempo se ha detenido.”
El Djem, la Roma africana que pocos conocen
La pequeña ciudad de El Djem se encuentra a una hora de la costa tunecina, cerca de Susa, y conserva el espíritu de lo que un día fue una metrópoli romana. En la antigüedad, Thysdrus fue una de las ciudades más ricas del norte de África, gracias al comercio con Roma y a su estratégica posición en las rutas del Mediterráneo.
La construcción de un anfiteatro de tal magnitud —el tercero más grande del Imperio, solo superado por el de Roma y el de Capua— fue un gesto de orgullo local y una muestra del poder económico de la provincia. Hoy, sus imponentes muros de piedra tallada siguen en pie, testigos de casi dos mil años de historia.
Un tesoro arqueológico poco visitado
A pesar de su importancia, el Coliseo de El Djem sigue siendo un destino poco conocido. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979, pero el turismo internacional continúa priorizando otros enclaves más populares. Esta falta de masificación, sin embargo, es parte de su encanto: recorrerlo en silencio, sin multitudes, ofrece una experiencia única y profundamente evocadora.
En los últimos años, viajeros y creadores de contenido como @diegosworld han contribuido a darlo a conocer, revelando al mundo una pieza clave del legado romano fuera de Europa.
Un vínculo entre Roma y África que sigue vivo
El anfiteatro de El Djem es una muestra impresionante de la influencia romana en el norte de África. Su diseño, los arcos y las proporciones recuerdan al Coliseo de Roma, pero su atmósfera es diferente: bañada por la luz cálida del desierto y envuelta en un silencio que la capital italiana hace tiempo perdió.
Los historiadores destacan además que El Djem es uno de los pocos anfiteatros construidos íntegramente en piedra, sin cimentaciones profundas, lo que ha permitido que sobreviva casi intacto a los terremotos y guerras. A lo largo de los siglos fue fortaleza, refugio y símbolo de resistencia.
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