Destinos
Zaragoza: una ciudad para saborear entre tradición y vanguardia
La oferta gastronómica de la ciudad está en plena efervescencia e invita a una escapada para paladares tan curiosos como exigentes
Las vacaciones de verano todavía están relativamente latentes en la memoria, pero resulta inevitable fantasear con hacer la maleta de nuevo y darle algo de «vidilla» a la inevitable vuelta a la rutina. No hay mejor manera de aderezar el día a día que con una escapada turística cuyo objetivo sea el de fusionar cultura y buena gastronomía. Suena tan delicioso como redondo y la ciudad de Zaragoza cumple con el propósito con matrícula de honor.
A tiro de piedra desde Madrid –y de otras capitales gracias a las numerosas conexiones de AVE–, Zaragoza se presenta como un destino gastronómico de primer nivel, pues está rascando posiciones en el ranking de las ciudades mejor valoradas para quienes viajan pensando en comer bien y darse un homenaje culinario. Buena prueba de ello es que en primavera se alzó con el primer puesto nacional en la categoría de turismo gastronómico en los Premios Elección de la Ciudadanía 2025. Ahí queda eso.
Sobran los motivos para justificar este y otros muchos reconocimientos que empiezan a salpicar la ciudad del río Ebro, aunque gran parte de la «culpa» recae también en el tesón y en el empuje de la Federación de Empresarios de Hostelería de Zaragoza y provincia, Horeca, capaz de incentivar el buen hacer de jóvenes chefs con ganas de poner su tierra en el mapa, unido a esos cocineros de toda la vida que han sabido aunar tradición y buen producto. Y el resultado no es otro que el de una oferta gastronómica apta para los paladares más exigentes, pero también para los más curiosos.
Ruta gourmet
En una ruta gastronómica por Zaragoza no puede faltar la visita al restaurante Riskomar, un clásico ubicado en el número 16 de la calle Francisco de Vitoria que puede presumir de más de cuatro décadas de andadura. Parece obvio que 40 años de trayectoria no es fruto del azar. En Riskomar las cosas se hacen bien a base de producto de máxima calidad y respeto por el mar y sus sabores. No hacen falta aderezos ni recetas imposibles. Basta con poner sobre la mesa lo mejor de la lonja. Por eso, nada mejor que dejarse aconsejar por Alberto, su maitre. Mariscos, pescados del Cantábrico y delicias aragonesas no faltan.
A pocos metros, en el número 28 de la misma calle Francisco de Vitoria, la aventura gastronómica es totalmente distinta gracias a Nola Gras, un restaurante capitaneado por el joven Álex Viñal, capaz de transportar al comensal a Nueva Orleans con sensaciones culinarias tan sorprendentes como fantasiosas. Su gastronomía se basa en la fusión, en la mezcla de sabores de diferentes lugares del mundo, en platos que cuentan una historia y que provocan sensaciones que dejan huella. Sin duda, es una cita obligada para los que desembarquen en Zaragoza con ganas de probar algo diferente. Y un consejo: dejen hueco para su espectacular tarta de queso.
Sin dejar de lado la creatividad, otra parada obligada en un viaje gastronómico por la ciudad de Zaragoza puede ser el restaurante Goralai, en pleno casco antiguo, entre las estrechas callejuelas del famoso «Tubo». Ubicado en un antiguo palacio, las paredes están decoradas con cuadros de pintores aragoneses de renombre. Y lo cierto es que aquí cada plato se convierte en una obra maestra, pura fantasía para los cinco sentidos. Capaz de combinar el clasicismo de los ingredientes de toda la vida con la creatividad de una presentación intachable, lo mejor es dejarse llevar y optar por su menú Mimo con 15 platos a cada cual más sorprendente. La experiencia no defrauda.
La última parada de tan sugerente visita a Zaragoza puede ser una de las aperturas más recientes de la capital. A pocos pasos de la icónica Plaza del Pilar, en el número 23 de la calle de Santiago, abrió sus puertas hace unos meses Rústicco, un acogedor restaurante en el que la cocina es un arte que se transmite a través del fuego, pues aquí las brasas son las grandes protagonistas. La excelencia de las carnes –que están a la vista y que el comensal elige al sentarse a la mesa– marcan la diferencia. Imprescindible probar la croqueta de ternasco o su oreja con mojo de tomate seco de Caspe y lima.