José María Marco

Una posición propia

El desgraciado y prematuro fallecimiento de Pedro Zerolo (DEP), impulsor del matrimonio entre personas del mismo sexo en nuestro país, invita a reflexionar acerca de los debates que se plantearon sobre este asunto desde mediados de la década de los noventa. Entonces el Gobierno del Partido Popular, con José María Aznar a la cabeza, dejó pasar la oportunidad de promover la legalización de alguna clase de unión civil –no tenía por qué llamarse matrimonio– en circunstancias como las que luego legalizó el PSOE. El debate estaba ya en la sociedad y también en círculos próximos al PP. Se prefirió hacer como que el debate no existía. La consecuencia es que el asunto adquirió un tinte ideológico que llevó a muchos homosexuales a alejarse de las posiciones de centro derecha... sin necesidad.

Cuando Zerolo y Rodríguez Zapatero plantearon el asunto sin ambigüedades hubo (yo mismo estuve entre ellos) quienes advirtieron que se abría un debate que, por estar demasiado ideologizado, podía provocar una respuesta poco reflexiva contra los gays. Nos equivocábamos de arriba abajo. El debate ya se había producido y había calado mucho más hondo y más lejos de lo que sospechábamos. La sociedad española había hecho suyos unos planteamientos sin esperar a los de otros... que evidentemente no iban a llegar.

Es un ejemplo de cómo tiende a actuar, en algunas ocasiones, el centro derecha político. Suele caer en la tentación de ignorar los debates que están teniendo lugar en la sociedad porque los considera no pertinentes. En consecuencia, no se esfuerza por articular una actitud ni en pensar argumentos que la justifiquen. A veces, incluso, parece figurarse que formularlos puede ser peor: movilizará a los adversarios políticos y también –pero a la contra– a sus amigos. Lo que acaba ocurriendo es que al final nadie se reconoce en lo que es, en realidad, una no posición. La sociedad hace suyos los términos de la argumentación que se le han planteado y nadie sabrá si había otros, porque nunca se hicieron explícitos.

En la actualidad, y después de la crisis, hay en marcha diversos debates de tanto calado como aquél, y en algún caso –por lo menos políticamente– aún más peligrosos. Se refieren a la estructura federal del Estado, por ejemplo, o a la Monarquía. No se puede declarar que son impertinentes o inadecuados. Están aquí, y no van a desaparecer. Lo que convendría hacer, más bien, sería elaborar y aportar argumentos que justifiquen una posición: una posición propia.