
Entrevista
Eva Díaz Pérez: «Antonio Machado es nuestro Santo laico»
Comisaria, junto a Alfonso Guerra, de una exposición sobre los hermanos Machado, aboga por romper la España de los «bandos»

Antonio y Manuel Machado eran «un río que a veces discurre por el mismo lecho y que en ocasiones se bifurca, pero que está destinado a desembocar en el mismo lugar». A pesar de esto, durante años ha triunfado de forma deliberada la idea del frentismo, de los dos bandos, de la España buena y mala; de guerra fratricida entre estos dos luminosos hermanos. Una exposición, que se acaba de clausurar con 45.000 visitas y que de Sevilla viaja a Burgos, retrata en el sentido malo de la acepción, todos estos tópicos; y nos ofrece la verdad de la estirpe cultural de los Machado, su legado intelectual. Conversamos con Eva Díaz Pérez, comisaria de la muestra junto a Alfonso Guerra.
Me da a mí que la historia de los Machado, o los Machado en la historia, no es la de las dos Españas sino la España de siempre.
La idea de la exposición era romper con todo eso, con la España que se divierte encasillando en un bando u otro, construyendo muros en forma de clichés. Somos muy dados a eso. Manuel, igual a España franquista, malo; Antonio, España republicana, bueno. La historia de los Machado es muy española, tanto en lo luminoso como en lo trágico.
Creyeron que la pluma, la reflexión y la cultura podían levantar una nueva España, más luminosa.
El XIX fue el siglo del caciquismo, pero también de las grandes familias progresistas, laicas, republicanas como los Machado. Antonio y Manuel son hijos de un linaje que supo interpretar y catalizar la cultura de forma popular.
La intelectualidad bajó de las almenas a la arena del saber popular.
Fue un tiempo de luz donde España se incorpora a la modernidad y que por fin entronca con Europa, después de todo el retraso que arrastrábamos. Cultura y educación se ponen en primera línea para ganar la batalla al analfabetismo. En este sentido, Antonio formó parte del patronato de «Las misiones pedagógicas», la mayor revolución silenciosa en la historia de nuestro país. Llevar El Prado, el teatro, el cine a los pueblos y aldeas olvidadas es de lo más hermoso que se ha hecho.
Pero de nuevo la polarización lo reventó todo. También en el caso de Antonio y Manuel, que los «malos de la Historia» han querido enfrentar.
Escribían obras a cuatro manos, compartían hasta seudónimo. Existía un cariño absoluto, siempre, toda la vida. Cumplieron su sueño de triunfar como autores de teatro. Pero…
Eso, pero…
El estallido de la guerra los separó para siempre. Antonio en Madrid, Manuel en Burgos, donde como todos los años celebraba el santo de su cuñada monja, Carmen. Fue encarcelado durante tres días donde la cabeza por completo se le vuelve cana. La intermediación de Pemán fue clave para que la cosa no fuese a mayores. No le dejaron nunca ser el mismo y el miedo se apoderó de su vida, más cuando ya habían asesinado a Lorca.
No se pudieron despedir.
Como tantísima gente, desgraciadamente. Se enteró de la muerte de su hermano por casualidad, cuando recibió la visita de un cartero que le preguntó si era familiar de ese poeta español que ha muerto en Francia.
Manuel quedó muerto en vida, como una especie de fantasma.
La figura del intelectual incómodo en esa época es terrible, pero después de todo lo que había pasado tenía poco más que perder. Nunca renunció a su hermano ni a su familia, a la que amaba. Llevó una vida más reservada, casi funcionarial, más de creación íntima que de exposición pública. Al principio el Régimen lo utilizó pero luego se fue olvidando de él.
A pesar del desencanto con la República mantuvo como pudo su republicanismo.
Hasta el final de los días. Fue valiente cuando advirtió que el franquismo no podía convertirse en lo que hizo el nazismo afirmando que «se puede morir por una idea pero no matar por una idea». En el discurso de entrada en la Academia glosó a su hermano Antonio, entonces proscrito. Manuel Machado era en el buen sentido de la palabra, «machadianamente» bueno.
En el buen sentido de la palabra, «bueno» como su hermano.
Podemos extenderlos a sus hermanos, padres, abuelos, cuñadas… Pero sí, Antonio es éticamente impecable, consecuente con sus ideas para los demás. Hasta los mismos de la generación del 27, que odiaban a la anterior del 98, lo consideran como el referente, ni siquiera Juan Ramón. Antonio Machado es nuestro Santo laico.
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