América Latina

Iberoamérica: sálvese quien pueda

La región ha priorizado la economía a la sanidad. Pero el elevado nivel de endeudamiento y la devaluación de las monedas locales dificultan la financiación de las medidas anticrisis. La interrupción de las cadenas de valor y el descenso de los precios de las materias primas agudizará la caída

A woman wears a scuba and surgical mask amid the spread of the new coronavirus while shopping at a market in Lima, Peru, Monday, March 23, 2020. (AP Photo/Rodrigo Abd)
A woman wears a scuba and surgical mask amid the spread of the new coronavirus while shopping at a market in Lima, Peru, Monday, March 23, 2020. (AP Photo/Rodrigo Abd)Rodrigo AbdAgencia AP

«Tenemos hambre». Es el mensaje que lidera las protestas contra las cuarentenas en América Latina. La región se enfrenta a un duro debate: salvar a la ciudadanía del coronavirus o de la desnutrición. En Perú se ha empezado a reactivar el país mientras aumentan los fallecidos y contagiados diarios. En Ecuador, más de lo mismo. En México, desde un primer momento, el presidente López Obrador invitó a no cumplir con el confinamiento para «fortalecer la economía». Todos tienen claro que la prioridad es la subsistencia de una población aterrorizada porque, a pesar del prematuro retorno a la normalidad, sabe que sus países tienen escasa capacidad de reacción ante la nueva crisis.

El principal obstáculo es el elevado endeudamiento. En Europa también lo tenemos, es verdad, pero el Banco Central actúa como canalizador de las necesidades de financiación y, si bien la Unión Europa pone limitaciones al gasto, también aporta liquidez a los estados miembros en circunstancias como las actuales. Sin embargo, esto no ocurre en América Latina, donde los países cuentan con pocas alternativas más allá de sus propias cuentas públicas, con déficits y deudas altas en la mayoría de naciones.

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL (que participó el pasado martes, junto al presidente del CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, Luis Carranza, en un evento virtual organizado por Casa de América sobre el impacto económico del Covid-19 en la región), cuenta a LA RAZÓN que «la acumulación de déficits fiscales en América Latina (2,7% en promedio en la última década) aumentó la deuda pública bruta de los gobiernos centrales, que en 2019 promedió un 44,8% del PIB, un incremento de 15 puntos porcentuales respecto a su mínimo del 29,8% del PIB en 2011.

Existe gran heterogeneidad entre países, mientras Paraguay y Perú tenían niveles de endeudamiento inferiores al 25% del PIB a finales de 2019, otros países presentaban niveles mucho mayores, que alcanzaban el 89,4% en la Argentina, el 75,8% en el Brasil y el 61,3% en Costa Rica. El peso de la deuda no solo es notorio en los gobiernos centrales, sino también en las empresas públicas no financieras». Además, apunta que el pago de intereses ha pasado del 1,7% del PIB en 2010 al 2,6% del PIB en 2019.

En este aspecto, la nación que se encuentra en una peor situación respecto a su deduda es Argentina. Allí, el coronavirus ha llegado justo cuando estaban negociando con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar la deuda porque se encuentran en serias necesidades para pagarla.

El economista Carlos Rodríguez Braun, admite que el país está «en una cuesta abajo antiliberal hacia donde la han precipitado sus pésimos gobernantes desde hace décadas. Su precaria situación en términos de Hacienda Pública impide descartar ningún escenario catastrófico, incluyendo la hiperinflación y el default o impago de la deuda pública».

No obstante, Bárcena subraya que el FMI no está dispuesto a dejar caer a Argentina y estaría dispuesto a abrir la mano: «El organismo reconoció que es necesario un alivio sustancial de los acreedores privados para restablecer la sostenibilidad de la deuda, por lo que existe el reconocimiento de que es necesario darle espacio a la economía para volver a crecer y eso se puede con una quita de la deuda y con la suspensión del pago de intereses, lo que aliviaría la situación fiscal facilitando los tan necesarios esfuerzos de gasto fiscal para enfrentar la pandemia».

Otro problema a sumar en Argentina es la devaluación de su moneda, el peso, una tendencia que ya venía de lejos debido a las políticas aplicadas y que no ha parado durante la pandemia. No obstante, sirva de consuelo que en la presente crisis ha provocado que las divisas locales del resto de la región también pierdan valor.

El investigador de Economía del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos (IELAT) de la Universidad de Alcalá (UAH), Daniel Sotelsek, explica asegura que «las monedas se están devaluando en gran parte América Latina, en especial en Brasil donde su moneda ha sufrido una fuerte devaluación en torno al 12% en lo que va de pandemia, y muchas de estas devaluaciones se justifican desde el punto de vista competitivo».

Fuga de capitales

La pérdida de valor de las divisas ha sido efecto de la enorme fuga de capitales que ha experimentado la región desde que ha estallado la pandemia y, junto al endeudamiento, es otro obstáculo a la financiación. «Las salidas de capitales han sido generadas por un movimiento global en los mercados de activos de riesgo, como los títulos y monedas de América Latina, hacia activos seguros, como las letras del tesoro norteamericano. Esto ha generado caídas en las bolsas locales, fuertes depreciaciones en las monedas y ampliación de los diferenciales de riesgo, encareciendo el costo del financiamiento», explica a este periódico el presidente de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, Luis Carranza.

La consecuencia más evidente de la pandemia es la parálisis del comercio internacional y la interrupción de las cadenas de valor afectará, sobre todo, a los países en los que sus industrias usan componentes procedentes del exterior. Según Bárcena, este hecho «impactará con mayor intensidad en las economías brasileña y mexicana, que poseen los sectores manufactureros más grandes de la región. Para Brasil, se prevé una caída del PIB del 5,2% y para México, del 6,5%».

Respecto al comercio entre los países de la región, la pandemia ha servido para que Argentina tense aún más las negociaciones para continuar en Mercosur. Hay quien opina que la institución está más dividida y erosionada que nunca, justo cuando la región más la necesitará, y hay quien cree seguirá vigente porque, sobre todo ahora, interesa mantener las relaciones entre los estados. En relación a este asunto, Rodríguez Braun afirma que «en esta crisis, como en todas, arreciaron en América Latina los vientos proteccionistas y antiliberales, pero no en todos los países por igual. No sabemos lo que va a pasar, pero no creo que la relativa apertura que tantos beneficios ha ocasionado vaya a revertirse por completo, en particular en los países pequeños, como Paraguay o Uruguay, pero también en otros».

Precios

Aunque en términos comerciales, la mayor preocupación para las compañías que operan en América Latina y los gobiernos de la región es el impactante descenso de los precios. Sobre todo de petróleo. El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, escenificó la situación de su país afirmando que el actual es el momento más crítico de la historia de la nación por el desplome del valor del crudo: «Hoy, en medio del embate de la pandemia que sacude al Ecuador y al mundo, hemos sido sacudidos por otra noticia negativa: la caída histórica de los precios del petróleo nunca antes vista, que llegó inclusive a precios negativos. Es, sin duda alguna un golpe durísimo para la economía del país, que depende de la venta de petróleo», dijo Moreno.

Precisamente, el investigador del Real Instituto Elcano, Carlos Malamud, nombra a Ecuador y Venezuela como los países más golpeados por el descenso del precio del crudo. Los otros países productores, como Brasil, México o Perú, también lo sufrirán porque «ahora el coste de producción por barril, para que sea rentable tiene que estar por debajo de 25 dólares y en la mayoría de los casos no se cumple». Sin embargo, añade que estos estados, a diferencia de Venezuela y Ecuador, «tiene sus cuentas públicas más diversificadas».

Aunque ni siquiera la diversificación, que es la recomendación de cualquier experto, es la solución en esta crisis. Y es que hasta los productos que en principio se habían salvado de la disminución de los precios, han empezado a experimentala. Bárcena explica que «se prevé que, en promedio,los bajos precios se prolonguen en el tiempo, incluso para productos que no habían experimentado bajas. Por ejemplo, las cotizaciones de los precios de los productos agrícolas que no habían caído tanto como el petróleo y los metales en las últimas semanas han comenzado a disminuir, debido a la contracción de la demanda. Los precios de la soja, el maíz y el trigo experimentaron disminuciones de hasta un 4%. Similares comportamientos se dan en la carne de bovino y de pollo, con caídas promedio del 6% en el último bimestre. Los mayores impactos se darían en los países de América del Sur, que se especializan en la exportación de bienes primarios y, por lo tanto, son más vulnerables a la disminución de sus precios».

Precios que afectan a uno de los aspectos más relevantes para la economía de América Latina, la inversión externa directa. Ciertamente, sostiene Carranza, «es fundamental en la región. Los determinantes de esa inversión son diversos también. Una parte de la inversión directa está dirigida a explotar recursos naturales. Con la baja en el precio de las materias primas, se verá afectada. Esto quiere decir que se pueden demorar algunos de los proyectos en marcha y que algunos proyectos no se van a llevar a cabo. Posiblemente el sector hidrocarburos resulte el más afectado, ya que estos precios están por debajo de los costos de producción de muchos proyectos en la región».

Nueva realidad

Mucha gente se pregunta cómo convivirá América Latina con la nueva realidad de la economía mundial. Para Sotelsek, «llevará de por si al cierre de muchas economías en América Latina y la vuelta de “vivir con lo nuestro» con todas las consecuencias que ello implica».

Por su parte, para Bárcena, «América Latina y el Caribe no puede seguir dependiendo de Estados Unidos en un momento en que ese país no está en modo cooperación. Somos casi 650 millones de habitantes y podemos asegurarnos entre nosotros para poder hacer frente a las perturbaciones externas que vive la región, viabilizar nuevas industrias, promover redes de producción y de investigación tecnológica entre países y subregiones. La coordinación de nuestros países en materia macroeconómica y productiva es crucial para negociar las condiciones de la nueva normalidad, particularmente en una dimensión urgente en la actual crisis y en el mediano plazo: la del financiamiento para un nuevo estilo de desarrollo con igualdad y sostenibilidad ambiental, que no deje a nadie atrás».