Andalucía

Andalucía vaciada

Una francachela periodística organizada por esta santa casa me puso ayer en la tesitura de tener que elegir ruta hasta Marbella entre las tres opciones que proponía Google Maps. Habiendo tertuliado el fin de semana con Antonio, mi quiosquero de siempre, sobre un libro que ofertaba en sus expositores, «Los que fuimos a la EGB», recordé aquella clase de Sociales en la que cuarenta y tantos niños que acababan de padecer unas restricciones de agua saharianas descubrieron pasmados que el punto donde más llovía de España era la sierra de Grazalema, en la vecina provincia de Cádiz. «¡En Andalucía llueve más que en Galicia!», se adornó Madame Conchita henchida de satisfacción al comprobar que, por una vez, su lección había calado entre aquel auditorio de zoquetes. De modo que, quién dijo miedo, deseché las autovías A-92 y A-381 para encaminarme hacia Ronda y San Pedro de Alcántara a través de las imbricadas carreteras serranas: setenta kilómetros menos y apenas un cuarto de hora más, según el GPS. Ignoro si los planes de estudios actuales, tan parcelados por regiones debido a la transferencia de las competencias de educación a las comunidades autónomas, hacen alguna referencia a los índices pluviométricos de las diversas comarcas españolas y su incidencia en el estado de la red viaria. ¡Qué manera de llover! ¡Qué infierno de conducción! La despoblación del medio rural es un fenómeno perfectamente explicable por el abandono al que lo ha sometido las instituciones. Del entorno de Grazalema se fue por piernas, antes que nada, el Estado; ahora, hartos de que nadie se acuerde de ellos ni para echar una mísera capa de asfalto, se están yendo sus habitantes. Para evitar esto habrían servido las diputaciones si no hubiesen sido una cueva de… eso que está usted pensando y que rima con granizo.