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Andalucía

El Mudo

Iglesia de Santa Ana de Sevilla larazon

Hay personajes que pertenecen a la historia y a las costumbres de nuestra tierra. En la torre de Santa Ana, en la orilla trianera, hubo un sacristán, que fue torero, y que murió por las astas de un toro en Veracruz, México. Antonio Montes se llamaba, y Juan Belmonte se fijó en él por su quietud y forma de torear.

Un siglo después, nacería otro sacristán, que muy pronto alcanzaría el cariño y el respeto del viejo arrabal. Francisco Rodríguez Moreno parecía como si llevara dentro una pena de gitano antiguo de La Cava. Sin embargo, desprendía en su interior una bondad infinita.

Primo de La Pati, de Triana Pura, el Mudo era un niño gitano que quedó huérfano y fue acogido por la Iglesia. Recuerdo de niño al Mudo, cuando salíamos del Colegio de los Maristas y entrábamos en Santa Ana, para contemplar las imágenes del templo.

El mudo regañaba a los niños, y después los despedía con una sonrisa. Y es que su vida ha sido ejemplo de servicio y entrega hacia los demás. Era clásica su estampa portando la cruz parroquial cada año en Semana Santa. Y, también, en esas llamadas a su Virgen de la Esperanza, donde se obraba uno de los milagros de nuestra «Madrugá». Y en los pregones cofradieros, como el de José María Rubio Rubio.

Y en la letra de Manuel Molina. Una persona que, sin decir nada, nos daba la más bella lección de amor y de humildad en su día a día en la Iglesia de Santa Ana. «El Múo», fue inmortalizado en el coro de la catedral trianera representando a quien fuera la mano derecha de Jesucristo: Que han visto un nuevo San Pedro, me han dicho por la mañana, y era el Mudo con las llaves de la gloria de Triana.