Andalucía

ON THE ROAD

Esta noche a las 20:30, hora antaño de comienzo de las sesiones del COAC en el Falla, aflojará un automovilista a la altura de Lebrija los 7,20 euros el último peaje de la AP-4, la autopista (ya no) de pago que une Sevilla y Cádiz desde hace medio siglo. Indefectiblemente, como este 2019 se ha encargado de recordarnos en toda su crudeza, vamos para viejos. No concebíamos mayor síntoma de libertad que la posesión de un carné de conducir, que estrenamos en aquel junio fresquito de 1992 con un día de playa en La Victoria, quizás la última vez que accedimos a semejante sindiós. La calentura juvenil tiene estas cosas. Acaso la mayor enseñanza de la Universidad fue que había vida inteligente al sur de Bellavista, y no sólo eso: había amigos procedentes de una provincia vecina, llenita de nombres que enseguida se convirtieron en visitas y éstas, en recuerdos imborrables: Puerto Real, San Fernando, El Puerto de Santa María, San Roque, La Línea, Alcalá de los Gazules, Zahara de la Sierra… a todos esos sitios se llegaba tras pagar algo más de quinientas pesetas divididas en dos cobros, Las Cabezas y Jerez. El segundo desapareció en algún momento entre siglos, cuando el Carnaval y el Carranza eran los polos atractivos de una ciudad en la que parecía no transcurrir el tiempo. Tampoco por su alcaldesa. En el último lustro, deber y placer nos convirtieron en usuarios de una vía transitada por mil motivos, desde un reportaje trascedente hasta un café a vuelapluma en el parking de un centro comercial, desde la presentación de un libro hasta un peregrinaje gastronómico por la Ruta del Toro. Sonrisas y lágrimas han quedado desparramadas por esos 122 kilómetros que podría recorrer, literalmente, con los ojos cerrados. Tengo prometida hace años una visita a Trebujena. Es el momento de cumplir.