Coronavirus

Multiplicadores dudosos para la construcción

El catedrático de Economía considera que se han anunciado en Europa «cifras ambiciosas pero sobredimensionadas, poco creíbles»

Presentación de la agenda 'España Digital 2025'
El presidente del Gobierno se mostró satisfecho del acuerdo europeo alcanzado para el reparto de los Fondos CovidÓscar CañasEuropa Press

El pasado 12 de mayo el Parlamento Europeo aprobó una resolución por la que advertía a la Comisión de no hacer uso de multiplicadores dudosos en la elaboración del recientemente aprobado plan de reconstrucción. Un plan bautizado como «Próxima generación EU». Los multiplicadores dudosos, igual que la ingeniería contable, sirven para que se anuncien cifras ambiciosas pero sobredimensionadas; en definitiva poco creíbles. Esto es demasiado importante como para pasarlo por alto sobre todo porque el Gobierno de España también lo utilizó en su primer paquete de medidas anticrisis del mes de marzo. La palabra clave para entender el trampantojo es «movilizar» recursos privados a partir de una determinada aportación de fondos públicos. Antes del covid-19 la gran apuesta de la Comisión Europea a través del «Green deal» o «Acuerdo verde» preveía movilizar un billón de euros en los próximos diez años. Ahora, el plan de reconstrucción aprobado el pasado lunes ha elevado esta cifra a los 1,37 billones de euros para el mismo período. Una parte crucial de esa abultada cifra (equivalente al 1% del PIB de la Unión Europea de 2019) provenía del dinero privado que se esperaba movilizar a partir del programa InvestEU del Banco Europeo de Inversiones –BEI– (sucesor del plan Jüncker). Antes de la pandemia la cifra que se esperaba movilizar era de 279.000 millones de euros. El funcionamiento es sencillo; el BEI ofrece garantías a los proyectos de inversión privados (o público-privados) con la condición de que estos proyectos contribuyan a la lucha contra el cambio climático. Téngase en cuenta que la UE ha dado una vuelta de tuerca a sus compromisos tomados en el Acuerdo de París y ahora se quiere llegar al año 2030 con un volumen de emisiones que sea la mitad del que se registró en 1990. Con la revisión al alza de fondos que ha supuesto el Plan de reconstrucción aprobado por el Consejo Europeo a propuesta de la Comisión, ésta va a aportar al Plan InvestEU del BEI 15.300 millones de euros con los que –vía multiplicadores dudosos– se espera movilizar 240.000 millones de euros en los próximos diez años. Una parte muy importante de ese volumen de recursos privados que se pretenden «movilizar» está orientado a financiar la rehabilitación de edificios. Actuaciones como la mejora de cubiertas y el revestimiento de fachadas mejoran el aislamiento término y reducen el consumo de energía para alcanzar el estándar de confort vía climatizaciones. Este tipo de inversiones pueden ser estrictamente privadas (asumidas por las comunidades de vecinos) o público-privadas si reciben alguna subvención. En cualquier caso, es la medida más costosa para reducir la emisión de CO2 como consecuencia del menor consumo energético. Reducir una tonelada emitida CO2 es mucho menos costosa por la vía de la mayor penetración de energías renovables o la mejora en la eficiencia energética de los procesos productivos que a través de estas actuaciones en el parque de edificios. Ahora bien, resulta evidente que supondrá una inyección muy importante al empleo generado en el sector de la construcción.Hay que recelar de los multiplicadores dudosos sobre los que alertaba el Parlamento Europeo y también hay que poner en su tiempo correcto la disponibilidad de los fondos. Un excelente hilo en twitter del analista de riesgo financiero Toni Timoner lo aclaraba el pasado 22 de julio; “las ayudas tardarán en llegar. Solo ¡el 10%! en 2021. El resto a partir de 2022-23 hasta 2027. Por ello, para cubrir el déficit (y ayudas sociales) y estimular la economía en 2020-21 los países tendrán que buscarse financiación por su cuenta. La UE ha hecho una apuesta fuerte en la lucha contra el cambio climático. Entre 1990 y 2018 el PIB de la UE creció un 61 % al tiempo que las emisiones de gases de efecto invernadero se redujeron un 20%. En parte a ese logro han empujado los que ven en su lucha una suerte de nueva religión laica con una fuerte vocación Teocrática capaz de condenar a la muerte civil a los “negacionistas” del cambio climático. Pero también han contribuido quienes entienden que las generaciones actuales no somos más que administradoras de una legado natural que se nos ha dado con el mandato de cuidarlo hasta legarlo a nuestros hijos. Un mandato que para los católicos tiene incluso un respaldo claro en la Encíclica «Laudatio si». Por último, no menor ha sido la contribución a poner en el centro de la agenda de reconstrucción europea al “Green deal” de empresas tradicionalmente contaminantes como las energéticas o la industria del automóvil que han afrontado un profundo proceso de reconversión hacia nuevas tecnologías limpias. Hoy día las empresas de generación eléctricas son, posiblemente, las más interesadas en la generalización de los vehículos eléctricos. En definitiva, los multiplicadores dudosos son una mala práctica política, el auxilio financiero europeo –siendo cuantioso- no va a ser inmediato, la rehabilitación de edificios es la medida más cara de entre las que permiten reducir las emisiones de gases invernadero pero la que más empleo genera y, se equivocan quienes ven en la lucha contra el cambio climático sólo una batalla ideológica.